Eliseo Diego (1920-1994) es considerado uno de los grandes y definitivos poetas de nuestra lengua. Siempre tengo a mano alguno de sus poemarios y lo releo con frecuencia.
Hace unos años su hija Fefé Diego ordenó algunas de las muchas entrevistas que le hicieron. De ese modo surgió un libro: En las extrañas islas de la noche, Ediciones Unión, La Habana 2010. En el prólogo Fefé explica que hizo una selección para evitar repeticiones que aburrirían al lector. Al final quedaron sólo 27 entrevistas en 243 páginas. En ese espacio he encontrado al menos 10 referencias a la novela que Eliseo siempre quiso escribir y que se quedó en eso: puro deseo.
Era un tema obsesionante. Y sus respuestas: "Siempre he tenido esa ambición pero parece ser que todas las novelas que me hubiera gustado escribir ya han sido escritas". Y en otro momento: "...Podría inventar razones que más o menos dejaran mi dignidad a salvo. Lo cierto es que me falta imaginación. Agreguemos la pereza: como tú sabes muy bien, la novela exige un esfuerzo constante, regular, y además -la que me gustaría hacer- un trabajo previo de investigación para el que no tengo tiempo ni ánimo". Y en la página 44: "Escribir una novela es mi secreta aspiración desde muchacho. Les tengo a los novelistas tanta envidia como a los pintores. Pero la novela que me gustaría escribir es la más difícil..." Y por ahí sigue.
Creo que le sucede a muchos poetas. Juan Gelman siempre decía que sólo escribía poesía porque era muy vago para emprender proyectos mayores. En efecto, yo que he escrito unos cuantos libros de poesía, cuentos y novelas, sé perfectamente que la novela es, con diferencia, el género más exigente. El que más desgasta al escritor. Escribo un poema y en una hora ya lo olvidé y sigo tan fresco. Un cuento lo escribo en dos días y lo olvido de inmediato.
Pero madurar una novela me lleva años. La última, Fabián y el caos, ostenta el récord: estuvo dentro de mí, como un Alien, incomodándome durante 21 años, hasta que una mañana apareció delante de mí la puertecita, entré y ya estaba todo ahí funcionando y yo sólo tenía que escribir. Con decisión y disciplina, para adelantar un poquito cada día. Y cuanto más se avanza, más se agobia uno con toda esa gente atravesada por conflictos y problemas de todo tipo, que me contaminan y me intranquilizan. Así hasta que un día termino, entrego la novela al editor y todavía me lleva meses olvidarme. Porque para eso escribo: para olvidar, para desprenderme de los monstruos nocturnos.
Sin embargo, la poesía funciona de otro modo. En los últimos cuatro meses, de julio a noviembre, he trabajado en un cuaderno de poemas. Con indisciplina, es decir, a cualquier hora y sólo un rato, media hora ya es mucho. Se titula Cazador y tiene unos 40 y tantos poemas en unas 60 páginas. Y creo que ya se agotó. Siempre es igual. Los poemas empiezan a surgir, el flujo se mantiene unos meses y de pronto cesa. Y ya no hay manera de escribir otro más. Es muy raro e inexplicable. Vienen solos. No hay que buscar nada. Y no sé de dónde salen. Es como si estuvieran escondidos en algún lugar y empezaran a asomar uno a uno. Claro, escribí en una libreta unos 60 poemas. Al final quedaron 40. La poesía es la destilación del infinito. Tiene que ser perfecta. En el fondo escribo poesía para mí, para entenderme un poco mejor, y nunca tengo prisa por publicar. Así que comprendo a Eliseo. Hizo bien en inventar pretextos para no escribir su novela. Lo cierto es que nunca la escribió porque nunca tuvo necesidad de hacerlo. Descompresionaba con sus poemas. Y ya. Eso es todo. No hay que darle tantas vueltas.
«La poesía es la destilación del infinito. Tiene que ser perfecta».
ResponderEliminarSiempre lo he admirado Pedro Juan, pero estas frases me hacen admirarlo más.
Sus reflexiones son tan simples y tan profundas. Me está enseñando a valorar más la literatura. Especialmente la poesía... ¡Gracias!
Su admirador salvadoreño,
Juan Antonio
Pedro desde Cartagena de Indias sigo tu block, me gusta este homenaje que le hace a Eliseo.
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