Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 29 de diciembre de 2014

ARAÑAS CARNÍVORAS

Ahora todos tenemos una vida más larga. En Cuba, como promedio, los hombres llegan a 75 años y las mujeres a 78. Es una tendencia mundial. El problema viene, supongo, al rebasar los 80. Ya el cuerpo y el espíritu están muy machacados a esa edad. Y a veces suceden cosas terribles. Acabo de leer que aquella sueca fabulosa de La dolce vita, Anita Ekberg, vivía en las afueras de Roma en una casa a punto de venirse abajo. Ella, sin recursos, fue declarada en estado de indigencia e internada desde 2011 en un asilo de ancianos. Natural de Malmo, Suecia, quedó finalista en 1951  en el concurso Miss Universo. Participó en algunas películas hasta caracterizar a la liberal Sylvia, en La dolce vita, de Fellini, película que más que un clásico es todo un mito del cine. Su escena nocturna en la Fontana de Trevi es uno de los iconos visuales del siglo XX. Ahora la sueca acaba de cumplir 83 años, en un asilo. Nunca llegó a ser una actriz de primera línea. Vieja, pobre, fea y perdedora. No encontrarán su historia en ninguna revista. Sólo los triunfadores salen en las revistas, sonrientes. Gay Talesse siempre repite ese axioma. Y es cierto.
Un caso muy diferente el de Henry Miller. En los últimos años de su vida escribió 1500 cartas de amor y erotismo a una señora avispada y lista llamada Brenda Venus. Una de esas jóvenes escaladoras que persiguen a los viejos famosos, les mandan fotos de ellas desnudas. Si el anciano prefiere el vello púbico, usan una peluca. Hacen lo que sea hasta volver loco al anciano en cuestión para utilizarlo a su antojo. Este tipo de personajillos siempre cuentan con un punto débil del artista: el ego desmesurado. Esos son víctimas fáciles. Si son más humildes y serenos y no se creen Supermán es difícil que caigan en las redes de estas arañas carnívoras.
El libro con esas cartas lo tengo aquí: Querida Brenda. Las cartas de amor de Henry Miller a Brenda Venus. Seix Barral, Barcelona, 1986. La primera carta de HM es de 9 de junio 1976 y la última de 29 de septiembre 1980. Él tenía 89 años y falleció poco después, ese mismo año.
Esta buena señora lo hace quedar en ridículo publicando los ataquillos de celos y las ingenuidades de un pobre anciano inválido pero perdidamente enamorado de una mujer joven e implacable en sus propósitos. Por suerte para el lector, en medio de continuos lamentos por erecciones imposibles, sueños eróticos, caidas casi mortales en el baño, insomnios, estreñimiento y otros lamentos sobre achaques propios de la edad, HM intercala algunas perlas que alientan a seguir leyendo, como esta nota en respuesta a una petición de Brenda que quiere aprender a escribir. HM responde: "Me temo que nadie puede ayudar, excepto uno mismo. Lo primero de todo es aprender a leer correctamente... El arte es algo cotidiano. Es una forma de mirar la vida, la gente, las circunstancias. Ver lo mismo que todos, pero más. Ver lo que tú mismo pones". Según se desprende claramente de algunas cartas, la señora Venus lo que más anhelaba no era darle besitos a un viejo de 89  años, convertido en una ruina total, sino obtener los derechos de dos de sus libros para producir dos películas. Utilizó todas las conexiones de HM, desde Francois Truffaut en adelante. Creo que no pudo hacer nada porque HM murió antes de que ella lograra sus propósitos.
De todos modos, ese romance tardío de HM no es excepcional. Conozco muchos casos en Centro Habana de señoras ya muy ancianas perdidamente enamoradas de jovencitos que las explotan sin compasión. Así que no pasa nada. El mundo para que sea mundo debe tener de todo, decía mi abuela.

lunes, 22 de diciembre de 2014

MORGUE

De vez en cuando encuentro entre mis libros un pequeño folleto escalofriante, de 25 páginas, que dejo por aquí y por allá con la esperanza de que se pierda  definitivamente. Pero siempre reaparece con insistencia. A veces pienso que lo regalé y ya no lo veré más. Pero no. Siempre resurge. Se trata de Morgue, poemas de Gottfried Benn (1886-1965). Es un pequeño poemario que se publicó en Berlín en 1912 y causó un escándalo violento. El poeta tenía apenas 26 años y era médico de necropsias en una morgue. La edición de 500 ejemplares se agotó en una semana y fue prohibida y confiscada en 1916. Son apenas nueve poemas y muy pocos los han leído. Muy pocos conocen su existencia. Aunque supongo que ahora a través de internet será fácil leerlo completo. Son textos brutales que describen detalles minuciosos y repelentes de las autopsias o necropsias en una morgue. Copio uno a continuación:
                 HERMOSA  JUVENTUD
La boca de una niña que había estado mucho tiempo entre los juncos parecía tan carcomida.
Cuando le quebraron el pecho, el esófago estaba tan agujereado.
Por fin, en una pérgola bajo el diafragma
hallaron un nido de pequeñas ratas.
Una hermanita yacía muerta.
Las otras se alimentaban del hígado y del riñón,
bebían la sangre fría y pasaron aquí
una hermosa juventud.
Y hermosa y rápida las sorprendió la muerte:
a todas las lanzaron al agua.
!Ay, cómo chillaban los pequeños hocicos!
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En mi opinión son repelentes y morbosos y el autor tenía un punto de locura. Pero eso está muy bien. Ya sabemos que el arte sin locura no acaba de cuajar. Esa locura es la que hace saltar los condicionamientos sociales, hablar de lo inconfesable y alumbrar las zonas más oscuras y sucias del ser humano. Proceso que -pienso- es lo mejor que podemos encontrar en el arte y no en otro lugar. Hace muchos años mi amiga Marilyn Bobes, poeta y novelista cubana muy interesante, me regaló este folleto. Lo encontraba monstruoso y quería salir de él. La edición se debe a Editorial Pequeña Venecia, Caracas, 1991. Supongo que esa casa ya no existe. Tiene un erudito y breve prólogo debido a Verónica Jaffé, que además es la traductora.
Jaffé considera de un modo tajante: "...fue sobre todo esta Morgue la que representó para el naciente expresionismo alemán el salto definitivo hacia la modernidad. La destrucción y recombinación de los elementos líricos, la relación de lo horrible y lo bello, lo maligno y lo sublime y el rechazo visceral a la visión burguesa y tradicional del mundo, hicieron del poemario de Benn uno de los libros más importantes de la poesía alemana del siglo XX".
Y agrega: "El médico Benn, consciente de la vacuidad de todo ideal, logra con la destrucción del lenguaje poético niveles más profundos de comprensión... De la distancia existente entre el dolor real y el sueño ideal surge el presentimiento de una condición humana que trasciende las convenciones culturales aceptadas".
No creo que el médico-poeta tuviera estas maravillosas intenciones que vislumbra la ensayista, pero toda obra de arte se independiza y trasciende a su autor. Así que es casi seguro que la señora Jaffé tenga razón. Otro poema:
                           PEQUEÑO  ASTER
El cadáver del conductor
de un camión de cerveza
fue alzado sobre la camilla.
Alguien le había colocado entre los dientes
una pequeña flor
oscura-clara-lila.
Cuando le saqué el paladar y la lengua
desde el pecho
con un largo cuchillo
debajo de la piel
he debido rozarla
porque la flor se deslizó
hacia el cerebro vecino.
La guardé en el tórax
entre el aserrín
cuando lo cosían.
!Bebe hasta la saciedad en tu florero!
!Descansa en paz,
pequeño aster!

lunes, 15 de diciembre de 2014

ESCRIBIR A MANO

Hace poco murió Alistair MacLeod, uno de los pocos que quedamos en el mundo que escribimos a mano. Cada vez somos menos. Escribir a mano es toda una filosofía ante el hecho de escribir. Un texto escrito a mano, después pasado a máquina, y finalmente en computadora, funciona de un modo muy diferente que si desde el primer momento se escribe directo en el PC. Es así. Una realidad objetiva con un perfume poético.
Alistair MacLeod nació en Saskatchewan, Canadá, el 20 de julio 1936 y murió el 20 de abril 2014. Descendiente de escoceses emigrados a Canadá, vivió desde niño en la agreste zona de Cabo Bretón y se costeó sus estudios universitarios con trabajos rudos: minero, leñador, pescador, etc. En sus 77 años de vida escribió muy poco. Unos 20 relatos repartidos en tres libros y una novela que retuvo durante años, indeciso, hasta que el editor se la quitó de las manos y la publicó.
Era un tipo raro. Con la terquedad de los campesinos. Daba sus clases en una universidad y durante el verano se refugiaba para escribir en una cabaña perdida en los montes de Nueva Escocia. Así y todo los estudiosos lo ponen al mismo nivel de Alice Munro, Margaret Atwood y Michael Ondatjee, escritores canadienses de primera línea. Sólo que MacLeod se reservaba y era casi desconocido para el público.
Como sabemos la literatura funciona por zonas, por regiones. Cada cuerpo literario es un gran universo que se desarrolla lentamente y se enriquece con cada nueva generación de escritores. Y de ese modo se construye una memoria. Yo acabo de leer el librito de viajes de Samuel Johnson sobre las islas escocesas occidentales, escrito hace 240 años. Termino. Lo pongo en su sitio y entonces cae en mis manos Isla: todos los cuentos. (RBA, Barcelona, 2011), de Alistair MacLeod, que es un descendiente directo de aquellos campesinos aislados, tozudos, rudos y más bien pobres y mal alimentados de los que Johnson habla en su libro. Así que estos relatos excelentes de MacLeod mantienen los mismos temas y el mismo contexto. Una continuación del asunto. ¿Casualidad? ¿Telepatía? No sé. Da igual. Lo que me importa mucho es que MacLeod es de esos escritores en vías de extinción que escribían sin prisas, a mano, sintiendo el ritmo de las frases, el ritmo de las palabras. Y que sólo escribía de lo que conocía profundamente: la vida de él mismo, de su familia y de su gente.
Eso está bien. Así concibo la escritura. Me gusta escribir despacio, a mano, con largos periodos de silencio que sirven para decantar y sedimentar las experiencias. Ahora por ejemplo, lo comentaba en este blog en una nota anterior, estoy escribiendo poemas. Despacio. A mano. Los dejo por ahí unos días, los olvido, los reescribo una y otra vez hasta que al fin los paso a máquina. Tengo una vieja Underwood que, bien engrasada, funciona perfectamente. Sólo eso exige: unas gotas de aceite lubricante. Y así voy. Quizás en una vida anterior fui un monje japonés calígrafo y escritor de haikús.

LA PEQUEÑA VÍBORA

Yo era un joven y desconocido escritor cubano. Apenas con 34 años, en 1984. Visitaba por primera vez Ciudad de México. Me habían invitado a una Bienal Internacional de Poesía Visual y Experimental. Aproveché para llamar al Maestro. Quería conocerlo. Un escritor excelente, muy conocido, al que -por un respeto elemental- llamaré X. Pues bien, X con toda la generosidad del mundo me invitó a comer en su casa. Una deferencia que agradecí. Me dio la dirección y me pidió que llegara sobre la una de la tarde para tener tiempo de charlar antes de comer. Llegué puntual. Llevaba algunos de mis cuentos para entregarle. Él, si le gustaban, podría publicarlos en una revista literaria con buena distribución en toda América Latina.
La casita era deliciosa. Pequeña, graciosa, crecía hacia arriba en tres pisos ya que el terreno era pequeño. Nos instalamos en su pequeño estudio y brindamos  sin ahorrar el tequila mientras hablamos de nuestros gustos y preferencias literarias. Él tiraba hacia Proust. Y yo hacia Kafka. Todo fluía muy bien. Había buena química entre nosotros, muy relajados, como si fuéramos viejos amigos. Entonces asomó por la puerta su esposa para invitarnos a pasar al comedor. Para mi asombro era una mujer de mi edad o más joven aún. El Maestro X tenía ya 70 y pico largos y bien machacados. Su esposa estaba vestida y maquillada un punto por encima de lo conveniente, para no decir que parecía una puta porque sería demasiado grosero. Juro que no la miré con codicia ni lujuria. Siempre he sabido contenerme y me pongo tapones en los oídos cuando las sirenas asoman en las escolleras. Pero algo sucedió. No sé. El Maestro cambió su actitud. Yo sentí cómo las vibraciones entre nosotros crujían y saltaban chispas. Me concentré en la comida. En elogiar. En mirar sólo hacia el  Maestro e ignorar a la buena señora. Era bonita, morena, pechugona, culona, con una boca gruesa, húmeda,  con una sonrisa leve y capciosa. ¿Un objeto sexual? Sí. Definitivamente. Un delicioso objeto sexual muy muy apetecible. Y nada más. Y el Maestro era, con todo su derecho, un viejo pervertido y vicioso enredado con la mujer equivocada.
Todo se precipitó en medio de tensión y silencio. La comida terminó rápidamente, cosa inusual en México donde se disfruta tanto con cada nuevo y sorprendente platillo. Según Carpentier las únicas cocinas del mundo que merecen conocerse son la china, la francesa, la española y la mexicana. Lo demás no cuenta. Pero yo me sentía tan fuera de lugar, tan atravesao donde no debía estar, y era tan visible el berrinche que sufría el Maestro, que en cuanto terminamos el café violé las normas más elementales de cortesía, y dije: "Bueno, creo que me retiro". El Maestro suspiró profundo: "Pues muy bien, sí".
Y me fui. Jamás supe de ellos. Ni se publicaron los cuentos, por supuesto. Años después me enteré que el Maestro había muerto.  Supongo que hasta el último minuto tuvo a su lado a aquella pequeña víbora. manzana de la discordia, que le hacía sufrir y sentirse como un viejo incapaz de satisfacerla a plenitud. Cada vez que recuerdo aquel episodio me prometo no ser nunca un viejo verde y ridículo. Sólo que no sé a qué edad uno comienza a acercarse a ese peligro. ¿Alguien sabe?

martes, 9 de diciembre de 2014

LA NOVELA IMPOSIBLE

Estoy releyendo El nuevo periodismo, el libro que Tom Wolfe preparó en 1973. Con las ínfulas y el ego superinflado que padece desde que era un bebé recién nacido. Escribió un ensayo de 70 páginas, escogió algunas buenas crónicas publicadas en los ´60 en la prensa de USA y con todo eso armó un libro. Con su afilado sentido comercial afirmó que estos textos periodísticos están dirigidos  "a provocar pánico, a destronar a la novela como número uno de los géneros literarios". Y seguía su provocación ampliando el escándalo (sabe que si no hay escándalo no hay ventas, él es un producto típico de Manhattan). Así que afirmó que Saul Bellow, John Updike, "incluso el mejor del lote, Philip Roth" están sudando, deprimidos y sin saber que hacer ahora.
Tom Wolfe siempre ha sido un descarado -al igual que su colega Gay Talese- como también lo fue Truman Capote en sus tiempos. A la hora de promocionarse y del autobombo no tienen límites. El dinero les nubla la vista. Y lo simpático es que siempre hay millones que les creen y corren a comprar sus libros con la tinta aún fresca de la imprenta. Ellos montan el show, en pocas semanas venden unos cuantos millones de copias en 10 ó 15 idiomas y hábilmente hacen mutis. Bajan del escenario arrastrando dos o tres maletas rebosantes de dólares. Y vuelven a aparecer unos años después, para montar otra parafernalia con otro tema que tenga buen gancho.  Y se cuidan como gallos finos. Tanto Tom como Gay, así que aunque muy viejitos, van  a durar unos años más. Me caen bien, son unos jodedores y se divierten a cuenta de los incautos.
Compré este libro en una mesa de libros usados, en medio de la calle, en Tijuana, en el verano de 1990. Me costó unos centavos. Editado por Anagrama en 1976. Yo vivía unas cuantas semanas, alucinado en Tijuana y en Mexicali-Calexico. Todos los días me iba a la frontera, a hablar con la gente que cruzaba por las noches. Al atardecer se formaban grupos espontáneos a lo largo de la cerca, que tenía muchos hoyos y era sólo un símbolo de border. Cuando caía la noche los grupos se disparaban a correr por el desierto. Varios kilómetros. En la oscuridad, para intentar llegar a San Diego, cuyas luces se veían a lo lejos. Había que correr 15 ó 20 kilómetros. No sé bien. Creo que nadie sabía. La policía de emigración de USA, la "Migra" capturaba a unos cuantos y los devolvían a México donde eran víctimas de la policía mexicana que, a golpes, les quitaba dinero y todo lo que tuvieran. La mayoría lograba pasar. Era un teatro. en realidad USA necesita a esa gente para tener mano de obra barata, muy barata, en sus campos de fresas y tomates. Con salarios ínfimos y condiciones de vida infrahumanas como esclavos del siglo XIX. Son unos hipócritas.
Esto fue en 1990. Han pasado 24 años y ahora hicieron cortinas de hierro en toda aquella zona pero la gente muy pobre de Centro América y todo México siguen pasando por los ríos o como pueden.
Yo tenía entonces 40 años y mucha energía. Al regresar a La Habana escribí ocho crónicas muy fuertes sobre todo aquello. Pero la revista semanal donde yo trabaja como periodista sólo publicó tres. No se atrevieron a más. Me dijeron que la embajada mexicana podía protestar.
No sé dónde se metieron aquellas crónicas. Creo que se perdieron. Eran muy fuertes y convincentes. Por dos razones: Yo tenía un material muy duro y caliente. Y el libro de Tom Wolfe, que lo estuve leyendo todo el tiempo, me inyectó adrenalina y ácido directo en la yugular. Así que escribí como un salvaje. Sin concesiones. Por eso en la revista me cortaron las alas.
Bueno, en fin, ya pasó. Y yo estoy aquí riéndome y encantado de la vida. Y pensando,  ya que hablamos de USA, que tengo una espinita clavada en el corazón y creo que nunca me la  podré quitar: escribir una buena novela bien dura con los cubanos que se han ido al exilio en Miami. Lo único duro que se ha escrito es Boarding Home, de Guillermo Rosales. Creo que en estos 55 años son más de dos millones los que de una u otra forma, se han ido al exilio. Se calcula que  son más de un millón sólo en Miami. He estado viviendo algunas semanas en Hialeah. Suficiente para comprender que ningún escritor de los que se han ido se atreve con el tema. Hablo de novela dura y a full, no de tonterías para viejitas católicas. Los pueden linchar si se atreven a manchar el nimbo del éxito. Nada de empañar el American Dream.
Y los que no hemos pasado por  esos tragos amargos del exilio tampoco podemos escribir porque no tenemos ni idea. Así que presiento que esa novela nunca se escribirá. A veces los emigrantes tienen que esperar a tres generaciones en el país que los recibe para que surjan nietos capaces de violentar lo que sus abuelos y padres veneraron en su momento. Así que nadie sabe. 

LAS MARICONAS MÁS FEAS DEL MUNDO

En Cuba es tradición celebrar a Santa Bárbara el 4 de diciembre. Es una de las santas más veneradas, junto con la Virgen de La Caridad del Cobre, San Lázaro y la Virgen de Regla. Cada una tiene su equivalente en la religión yoruba-cubana: Santa Bárbara sincretiza con Changó. La Caridad del Cobre con Ochún, San Lázaro con Babalú Ayé. Y La Virgen de Regla con Yemayá. También debemos mencionar a La Virgen de Las Mercedes que equivale a Obatalá. Ogún, por quien siento un amor especial, con San Pedro. Y Obatalá con Santa Teresita. Ese es al menos el Panteón Yoruba básico porque hay mucho más. Pero no sé por qué explico pedantemente todo esta antropología folklórica. 
En realidad quería hablar de algo más simple y simpático. Un tema gay. Y ya sabemos que gay traduce al español como alegre.
En la noche del miércoles 3 de diciembre me invitaron  a una fiesta en la víspera de Santa Bárbara. En una terraza al aire libre, frente al Malecón, bajo la luna llena y las estrellas, y con el fresco  casi invernal del norte. Una fiesta por todo lo alto, con mesas, sillas, camareros, barra libre, bufet suculento, y un escenario dispuesto para un elenco de transformistas gay. 
La primera vez que comprobé la poderosa seducción-ilusión de un transformista fue en diciembre de 1994. Un festival en el teatro América, en Centro Habana. GUNILA 94, en homenaje a un transformista que había fallecido por el sida unos meses antes. Quedé asombrado. Aquellos tipos tan feos salían primero al escenario. Toscos, gordos y barrigones, patilludos, en fin, recontrafeos. Entraban a sus camerinos y media hora después reaparecían  convertidos en bellísimas mujeres, e interpretaban dos o tres canciones. En realidad sólo doblan las canciones, interpretada siempre en back ground por una estrella real: Marilyn Monroe. Whitney Houston, Olga Tañón, Omara Portuondo, Elena Bourke, Juana Bacallao, Rocío Jurado, etc.
En aquella ocasión, hace ya 20 años, quedé tan deslumbrado con estos artistas que intenté hacer un reportaje con ellos y publicarlo en la revista semanal donde entonces yo ejercía de periodista. Ilusiones vanas e ingenuas de un romántico. Discusiones. Argumentos míos basándome en los primeros transformistas que existieron en el teatro de Grecia, Japón, Inglaterra. Nada. Las discusiones derivaron en  broncas acaloradas y no me permitieron escribir una sola letra sobre el tema. Los transformistas estaban en la extensa lista de temas tabú en la prensa cubana. Al igual que las jineteras, los suicidas, la droga, etc. Otra gota más de biter en mi copa.
Por supuesto, a los transformistas los machacaban. Pero entonces se pusieron de moda las "fiestas gay". Todas las noches se hacían en algún lugar diferente de La Habana. Los que estaban en el inside del ambiente gay se enteraban donde era la fiesta esa noche y allá iban. Así durante años. Medio escondidos, medio clandestinos, pero con alegría y desparpajo. Defendían su derecho a divertirse. Sólo eso. En la más famosa de esas fiestas estaba presente un famoso: Pedro Almodóvar, cuando llegó la policía y se llevó a todos. Al verse encerrado en un calabozo oscuro, atestado de locas, pero tantas que había que permanecer de pie, nadie podía ni sentarse en el piso, a las 4 de la mañana a Patty Diphusa le dio un ataque de histeria y claustrofobia. Unas horas después lo sacaron de allí. Se montó en el primer avión que salía hacia Europa y juró no regresar jamás a un país tan insensato.
En el interín también ha existido el apoyo decidido del Centro Nacional de Salud Sexual, dirigido por Mariela Castro. Y esto ha ayudado mucho, todo hay que decirlo. Ha contribuido decisivamente a rebajar el machismo exacerbado y los abusos de poder de los que mandan y deciden. En fin,  que ahora me sentí muy feliz viendo este show alegre y divertido de los transformistas habaneros. Parece que han ganado la pelea sobre el oscurantismo y el retraso incivilizado.
Por cierto, cuando salíamos de la terraza, a eso de las 3 de la mañana, comprobé una vez más que siguen siendo las mariconas más feas del mundo. ¿Casualidad? Creo que no. Debe haber algo en el subconsciente de ellos para burlarse de la Naturaleza: Hombres horriblemente feos versus las mujeres más lindas  y elegantes del mundo. La bella y la bestia. Dr. Jeckyll and Mr. Hyde.

lunes, 1 de diciembre de 2014

ESPACIOS DE LIBERTAD

¿Qué se puede esperar de un encuentro internacional de escritores? No es una feria de libros ni una reunión académica, sino un pequeño encuentro, cálido y amistoso, al que se invita a escritores  e investigadores para dialogar en breves conciliábulos de una hora o poco más. Acabo de participar en uno, organizado estupendamente por la Casa de Cultura de Monterrey, México, dirigida por María Belmonte y un pequeño equipo de trabajo.
En estos encuentros siempre hay personajes divertidos: alegres señoras libertinas que buscan diversión, otras muy serias y profesoras, intelectuales neuróticos y escurridizos, argentinos petulantes, jóvenes escritores desconocidos que quieren escuchar a sus ídolos y hacer un selfie con el autor para colgarlo enseguida en Facebook, jovencitas atrevidas, ingénuas y húmedas, que vehemente intentan acostarse con algún escritor erótico, para nada, sólo para aumentar su colección.
Y así. La fauna es variada, y el bosque inmenso. Se repite. No importa si el encuentro se produce en México o en Finlandia. Pero, más allá del folklore, los tequilas, las señoras calenturientas, y las fotos en Facebook, ¿qué queda? Creo que cada quien saca su propio beneficio. Por ejemplo puede ser útil para escritores jóvenes escuchar a escritores con oficio, que intentan en una charla breve traspasar algo de sus experiencias, acumuladas a lo largo de 30 o de 40 años de oficio. Entonces se pueden enterar de que aprender a escribir una novela medianamente buena puede llevarles 30 años de sus vidas. Y que los mejores y más caros cursos de escritura creativa no pueden hacer nada por ellos, porque el oficio de escritor se aprende pero no se puede enseñar. También pueden escuchar por primera vez  que si quieren ser escritores por la fama y el dinero tienen 99,9999999% de probabilidades de fracaso total, porque la literatura -o la escritura- es un arte misterioso e inexplicable y no un negocio como quien pone un carrito para vender hot dogs en la esquina. Así no funciona.
Estos pequeños encuentros proliferan alrededor del mundo. Es mucho más fácil y sencillo organizar una reunión de escritores e investigadores con una agenda abierta que un festival de cine o de música o una bienal de artes visuales. Nunca antes en la historia de la humanidad se había escrito, publicado y leído tanto como ahora. A pesar de los equipos digitales, internet, la TV global, y todo lo que ya sabemos que va en contra de la lectura de libros. Vivimos en un mundo marcado por el incremento continuo de la educación, la cultura y la espiritualidad. Aunque a veces los medios de comunicación nos confunden y nos hacen creer que vivimos en un mundo lleno de desastres y al borde de la quiebra, no es así. Es todo lo contrario. Hay mucho más de positivo que de negativo. 
Así que es lógico que una buena parte de la humanidad siga apostando por preservar e incrementar sus espacios para el ocio, la cultura, la lectura y la escritura. Es decir, para el pensamiento humanista. No todos dedicamos nuestras neuronas a la cibernética. En estos encuentros se comprueba que no es algo masivo como el fútbol, pero está muy bien que personas como María Belmonte y su equipo se esfuercen cada año en organizar y propiciar estos encuentros para la difusión de las ideas humanistas. En un ambiente de libertad total, de respeto al prójimo, sin imposiciones ni censuras ni coacciones. Humanismo es sinónimo de libertad de ideas y de pensamiento. Menos mal. Hay que agradecer.