Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 19 de junio de 2017

MILENA JESENSKÁ

Hay miles de libros escritos sobre la Segunda Guerra Mundial. Algunos muy buenos. Uno de los mejores que he leído en los últimos años es Una mujer en Berlín, de autora anónima, publicado por Anagrama en 2006. También hay una película alemana del mismo título, que salió en 2008. Y ahora acabo de leer otro muy importante y bien escrito: Milena, de Margarete Buber-Neumann, Tusquets, 2017. 
Milena Jesenská, nació en Praga el 10 de agosto 1896 y tuvo una vida apasionante y siempre a contracorriente. Quedó huérfana de madre cuando era muy joven y su padre se portó  de un modo demasiado ácido con ella, al extremo de internarla en un hospicio para dementes donde estuvo a punto de perder el juicio. Feminista con un toque de lesbianismo, Milena siempre iba alegremente a la contra. Fue novia más bien epistolar de Kafka cuando ya la tuberculosis acababa con la vida del gran escritor. Vivió fuera de su país, en Viena, donde limpió casas, acarreó maletas y  otros trabajos similares para mantener a un marido dandy y chulito que se consideraba superior a ella. Cuando los nazis invadieron Checoslovaquia en octubre de 1938, Milena participó activamente en la Resistencia ayudando a sacar del país a judíos y a otras muchas personas. Ya hacía años que sobresalía por su trabajo como periodista en diversas revistas. Siguió escribiendo artículos de análisis, con valor y astucia hasta que fue apresada e ingresada en el campo de concentración de Ravensbrück, Alemania. Allí conoció a Margarete Buber-Neumann y al parecer fue amor a primera vista. En el libro Margarete no da detalles pero es evidente que tuvieron una apasionada y hermosa relación amorosa en medio de las condiciones más difíciles que uno se pueda imaginar.  Ravensbrück era en los primeros años de la guerra un campo de trabajo  pero hacia 1943 construyeron una cámara de gas y ya se transformó en un campo de exterminio. Había presas políticas, rusas, gitanas, polacas y hasta Testigos de Jehová, entre otros grupos. Margarete va contando poco a poco la vida de Milena desde sus intensos años juveniles en Praga y Viena hasta ser apresada por la Gestapo, su entrada al campo y las sucesivas etapas de enfermedad y debilidad originadas por el hambre y las enfermedades.  La muerte de Milena se produce en el campo el 17 de mayo 1944. Margarete soportó todo. Antes había sido prisionera de Stalin en un campo de concentración en la URSS durante cuatro o cinco años y de allí la pasaron directamente al campo de Hitler. Sin dudas fue una mujer de una excepcional fuerza espiritual y física. Finalmente fue liberada en mayo de 1945, logró escapar de los rusos y vivió en Alemania occidental hasta su muerte en Francfort en 1989. Le tomó tiempo decidirse a escribir el libro de memorias sobre Milena pero lo hizo y lo publicó en alemán en 1977. Creo que es una obra imprescindible para comprender cómo funcionaban interiormente los campos de concentración nazis y cómo lograban seguir  adelante algunas de las personas que sufrieron en esos lugares. Este libro se complementa con otros  de Margarete Buber-Neumann pero sobre todo con su  Prisionera de Stalin y Hitler, Círculo/Galaxia Gutenberg, 2005.

jueves, 8 de junio de 2017

EN FLORENCIA

Aquí estoy, hace unos días, ante El nacimiento de Venus, de Botticelli, en la Galería de los Ufizzi, en Florencia. 
En mi adolescencia y juventud mi pintor favorito fue durante muchos años Sandro Botticelli (1445-1510). Yo tenía un amigo, tan joven como yo, que estudiaba con pasión y sistemáticamente la historia del arte. Es el protagonista de mi novela Fabián y el caos. Cuando teníamos 15 años más o menos él me regaló la Historia Social de la Literatura y el Arte,  de Arnold Hauser. Lo estudié detalladamente durante años y años. Todavía lo conservo con agradecimiento y sigo consultándolo. En esos libros vi algunas reproducciones de  cuadros de Botticelli y ahí empezó la fiebre. Busqué y estudié todo lo que pude sobre él. Después supongo que lo agoté o él me agotó a mí, como sucede en esos romances intensos, vertiginosos y juveniles.  Entonces me empezó la fiebre Brueghel El Viejo (1525-1569), que dura todavía.  Uno de los momentos más inolvidables y emocionantes en mi vida -y son unos cuantos- sucedió al entrar en la sala Brueghel del Kunsthistorische  Museum, de Viena, donde hay unos 12 cuadros de este pintor. Caminaba un rato por  el museo para controlar mi emoción, pero siempre regresaba, una y otra vez, a la misma sala.
En realidad me siento muy cerca de Brueghel El Viejo. Veo pequeñas historias en cada uno de sus cuadros. Lo que también hacía Botticelli, pero Brueghel es mucho más intenso y complicado. Mucho más metido entre la gente humilde de las clases bajas. Lo siento tan cercano como si hubiéramos sido amigos en aquellos tiempos. Me sucede algo parecido con Bach y su música, que está muy cerca de mí. Y con algunos cineastas y escritores que me han marcado definitivamente.
Ahora, en Florencia, vi también el David, de Miguel Angel (1475-1564), en la Galería de la Academia. Es indescriptible. Hay que verlo personalmente y si es posible sentarse en unos pequeños bancos adosados a la pared. Y así quedar extasiado con comodidad. Si se es hábil y rápido uno consigue sentarse  un buen rato en uno de esos bancos. Ante estas obras tan absolutamente excepcionales sobran las palabras. No hay que hablar. No hay que escribir nada. Sólo agradecer.

jueves, 1 de junio de 2017

GRAFITIS EN FLORENCIA

Aquí les dejo una pequeña selección de grafitis que fotografié en estos días en el Centro Histórico de Florencia, una ciudad que es  ante todo un gran recipiente de arte sacro. Un artista que firma como Blub refresca un poco a los turistas que miran no sólo hacia los grandes monumentos y gigantescos edificios, sino también  hacia los rincones de los callejones oscuros y medievales.