Mi casa

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© Héctor Garrido

miércoles, 17 de febrero de 2016

LA ABUELA NEGOCIANTE

Yo trabajaba como periodista en una revista semanal de La Habana. Me enviaron a Guantánamo a cubrir un acto nacional por el 26 de Julio, una fecha patriótica. Todos los periodistas -éramos muchos- nos hospedamos en una "villa  de prensa". Era un edificio con las comodidades básicas que podían ofrecernos los anfitriones en aquella ciudad. Era en 1993 más o menos. Quizás 1994 ó 1995. No recuerdo bien. Era la década más intensa del mal llamado "Período especial", en realidad la crisis más prolongada y grave que ha sufrido Cuba en toda su historia, con connotaciones económicas, políticas, sociales, éticas, etc.
Estaríamos allí cinco o seis días. Bebíamos ron, hacíamos amistades, yo preparé un reportaje con una familia de descendientes de haitianos, que vivía cerca de la villa. Todo un caso aquellos haitianos. Eran como una pequeña república independiente y cerrada a toda contaminación. Increíble. La mayor parte de mi investigación era demasiado caliente y no salió en el reportaje. Todo eso lo usé posteriormente en mi novela El nido de la serpiente. Así que no me aburría. Ron, mujeres y lujuria haitiana, brujería de vudú intensa y a fondo, amistades, madrugadas, borrachera, sexo, todo mezclado, no apto para menores ni para personas delicadas y finas.
En el comedor de la villa de prensa trabajaba Florencia, una negra gorda, ya mayor, como de 70 años supongo. Muy risueña y simpática. Tuvimos buena química. Cada mañana me hacía repetir el frugal desayuno (café y un pedacito de pan solo). En realidad preparaba el terreno para ponerme en bandeja de plata un negocio. Al tercer día me soltó:
-Oye, Pedrito, ve esta noche por mi casa para que conozcas a mi nieta, y la invitas a salir.
Me tomó por sorpresa:
-¿Ehh?!!!!!
-Lo que oíste. Mi nieta Yusnavi es una belleza. Si la ves te vuelves loco.
-Florencia, yo soy casado.
-Eso no importa. Yusnavi tiene 14 años pero parece que tiene 20. Es una india bellísima, y cariñosa. Con un pelo por la cintura. Y un culo y unas tetas. Muchacho, te vuelves loco, te vuelves loco!!!!!
Yo me reí y lo eché a broma. A la hora de la comida me sonrió con picardía y me guiñó un ojo en complicidad. No estaba dispuesta a darse por vencida fácilmente. Yo tenía apenas 43 años. Era un niño como quien dice. Demasiada testosterona en el cerebro, en la próstata en los huevos, hasta en la punta de los dedos y en la punta de la lengua. La testosterona me obnubilaba la vista y la capacidad de razonar. Así que no quería, no podía y no debía ver a Yusnavi porque iba a pecar seguro. Y a picar.
La testosterona -entonces no lo sabía, ahora lo sé muy bien- es lo que jode al macho. Las mujeres tienen menos testosterona, muy poquita tengo entendido. Por eso son más eficientes y racionales y astutas.
La abuela se obsesionó conmigo. Tenía que ser yo. Yo me tenía que llevar a Yusnavi para La Habana. Me acosaba:
-No lo pienses más, Pedrito. Vamos a la casa pa que la veas. Te la llevas pa La Habana sin pensarlo y hacen una familia porque nosotras somos paridoras y quedamos preñás na más que de ver el calzoncillo.
Resistí como pude. Y al fin llegó el quinto día. Me las arreglé para regresar a La Habana en un autobús que salió muy de madrugada en el sexto día. Eran las cinco de la mañana y todavía no había desayuno listo. Así que no me despedí de Florencia. De la que me salvé. Ya a estas alturas, 20 años después, Yusnavi habría traído a toda su familia para La Habana, es decir, para mi casa. Y lo más probable es que yo estuviera en la calle, de mendigo, convertido en un viejo cagalitroso. Si Yusnavi es como la abuela tiene una piedra allí donde usualmente debe latir el corazón.

martes, 9 de febrero de 2016

LA NOVELA - RÍO

Al parecer la novela - río la puede escribir un autor cuando ya ha escrito unos cuantos libros y ha adquirido suficiente experiencia. Pero esto no es un axioma porque la literatura (o mejor, la escritura) es inexplicable. Aunque a muchos les gusta intentar continuas explicaciones. Paradiso y Rayuela son dos grandes y hermosas novelas - río. La antinovela, diría Cortázar. Textos que fluyen desesperadamente con decenas de personajes, situaciones, humor y dramas, tropiezos y obstáculos, collages, notas de la prensa diaria, cambios repentinos del nivel de lenguaje, imprecisiones, cabos sueltos, maremagnum, tsunamis, terremotos, erotismo y lujuria, en fin, el copón divino diría mi abuela. Porque al parecer todo cabe en la novela-río. Quizás el ingrediente más importante es la locura del autor. No es tarea para pusilánimes ni para artesanos que ven la literatura como un medio para ganarse la vida y los aplausos. No. Es tarea de locos que se lanzan y no miden las consecuencias. Esa tarea sólo la emprenden los locos cuando ya no pueden soportar más la enorme carga que tienen dentro. Pero al mismo tiempo exige  un extraordinario dominio sobre las herramientas e instrumentos de la escritura. Y lo esencial: sólo un artista total carga en su corazón una tormenta tan brutal que necesite de esa catarsis en forma de catarata. Se corre un riesgo enorme al escribir así.
Truman Capote, por ejemplo, cuando al fin supo que no basta con escribir bien, cuando descubrió "el arte de escribir y supe que Dios te da ese talento junto con un látigo para que te flageles" intentó hacer lo mismo que Marcel Proust. Truman quiso escribir una novela - río titulada Plegarias atendidas sobre los ricos y famosos de NYC. Pero publicó los primeros tres capítulos en la revista Esquire y, como es lógico, los retratados le viraron los cañones. Le dieron la espalda, lo denigraron y le negaron el saludo. Esa guerra, más las secuelas mentales y espirituales por escribir A sangre fría, lo llevaron finalmente al naufragio y a una muerte dolorosa y prematura, marcada por el alcohol y las drogas. Mi querido Truman esa una loca de carroza y no podía vivir discretamente. Tenía que ser el centro, el neurótico estrella.
Un caso singular fue Henry Miller que publicó en París en 1934, él tenía 44 años, su  primera novela: Trópico de cáncer.  Había nacido en Brooklyn en 1890. Tuvo diferentes trabajos en oficinas, camiones, telégrafos hasta que se fue a París para poder escribir. Allí vivió como pudo. Vivía de la caridad de los amigos y de putas que lo mantenían como a un chulo vulgar. En la novela varias veces cuenta lo bien dotado que está y cómo le gustaba exhibirse desnudo siempre que podía. Eso está muy bien. Si tienes una hermosa pinga puedes vivir de ella cada vez que estés en aprietos. No todos pueden darse ese lujo.
En fin, que Henry Miller  tenía una carga interior tan pesada que su primera novela es una novela-río en París. Sólo dos veces se mueve fuera de la ciudad, a Le Havre y a Dijon. Es un texto que arrastra al lector y le exige plena atención porque no lo pone fácil.
Yo tuve una experiencia similar en La Habana cuando una noche, a principios de septiembre de 1994, un poco borracho, me senté a escribir el primer cuento de lo que después sería la Trilogía sucia de La Habana. En ese momento me lancé a un río tormentoso y revuelto, y estuve tres años atrapado, sin poder salir de aquella locura. Sin un proyecto intelectual. Yo era la crisis y el aire a mi alrededor también era crisis. Una trampa. No había escape. Escribía todo lo que sucedía. Todo. Puse a un lado cualquier consideración ética o moral. Nada de condiciones. Libertad total. Y seguí adelante escribiendo igual porque los cinco libros que conforman el Ciclo de Centro Habana (Trilogía sucia de La Habana, El Rey de La Habana, Animal tropical, Carne de perro, El insaciable hombre araña) son un solo libro. Los veo así. Un solo libro escrito en cinco tomos.
En fin, la novela-río es un hueco sin fondo que lo traga todo. Un agujero negro de antimateria que exige superlectores. No se escribe una novela-río para que guste agradablemente a todo el mundo y se convierta en un best seller. No. Es un producto para gourmets. En la literatura cubana creo que hay unas pocas novelas-río: Tres tristes tigres; Paradiso; Antes de que anochezca; Trilogía sucia de La Habana. No recuerdo otra. No sé. Piensen un poco y ya me dirán.