Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 28 de enero de 2019

W.G.SEBALD

A veces, cuando quiero o necesito, eludir la realidad quemante que me rodea  en La Habana, me refugio en algún libro de Sebald. Ahora estoy releyendo Austerlitz. Sebald nació en Wertach, Alemania en 1944 y murió en un accidente de tránsito el 16 de diciembre de 2001. Vivió en Suiza y fue profesor en Norwich, Inglaterra desde 1970. Casi todos sus libros están traducidos al español, la mayoría en Anagrama.  Austerlitz es la historia minuciosa, poética, oscura y al mismo tiempo luminosamente profunda, de un hombre que de niño, en la Segunda Guerra Mundial, se queda sin casa, sin patria, sin nombre, sin familia, sin idioma. Y por consiguiente es un solitario enajenado que se mueve entre la lucidez paranoica y la lucidez racional extrema. Un extenso monólogo de casi 300 páginas, escrito magistralmente y que exige, claro, un lector cómplice. Supongo que no muchos pueden leer a Sebald. Mezcla una visión poética del mundo con una aguda y contínua observación filosófica: "...y quién sabe, dijo Austerlitz, quizás sueñan también las polillas o la lechuga del huerto cuando mira de noche la luna". En un texto así todo cabe. Desde disertaciones sobre arquitectura de castillos  medievales hasta Wittgenstein, "tan encerrado en la claridad de sus reflexiones lógicas como en la confusión de sus sentimientos".
Descripciones detalladas de paisajes, sentimientos, casas abandonadas, viajes en tren, largos y solitarias excursiones por extraños lugares de Europa. Todo descrito como nadie lo había hecho antes. Con una escritura lenta, microscópica, Sebald nos arrastra y nos lleva de la mano por un mundo laberíntico y neurótico que me recuerda  a Sábato. Sólo que el argentino (¡tan europeo!) es, quizás, más rudo, más directo y golpeante. Sebald interpreta a su modo algunos momentos de la historia europea metiéndose siempre en  lo profundo de una familia, de un personje, con un dominio extenso de los más diversos campos del conocimiento. Se detiene en detalles y expone puntos de vista que siempre revelan algo nuevo. Creo que es imprescindible para comprender el espíritu europeo contemporáneo. Él no se lo propone. Sólo escribe. No pretende estremecernos. Sólo nos habla en voz baja, quedamente. Lo siento como si me susurrara sus frases en mi oído. Con toda seriedad, sin sentido del humor. Jamás sonríe, con un toque fuerte y permanente de neurosis aguda. Y ya es suficiente. Nos marca para siempre. Y nos sumerge en una atmósfera oscura, asfixiante muchas veces, formada por el silencio y cierto aire absurdo o abstracto quizás. Supongo que gusta a pocos lectores. Yo sólo puedo leerlo en pequeñas dosis. Porque una sobredosis de Sebald puede ser mortal. Hace un rato interrumpí la lectura en la página 160. Austerlitz está en Praga y busca sus orígenes. Ha encontrado una pista porque"como consecuencia de una serie de acontecimientos significativos", llegó a formular la conjetura de que a la edad de cuatro años y medio había dejado la ciudad de Praga en 1939, al inicio de la guerra. Y en efecto, encuentra datos concretos sobre la familia Austerlitz en un archivo estatal en esa ciudad. Y de ese modo localiza a una anciana que era vecina de su casa y a quien le unían lazos estrechos...Pero en ese momento mi vecino pone un disco de Gente de Zona a todo volumen. Reguetón a tope. Cierro el libro. El trópico. El trópico. El trópico.

lunes, 14 de enero de 2019

BUSCADORES DE ORO

En esta época invernal proliferan los buscadores de oro, en la playa de Guanabo, al este de La
Habana. Esa foto que se ve a la derecha la tomé hace un par de días. Se acercaba una tormenta desde el norte. Ahora en invierno la playa cambia su aspecto porque las sucesivas tormentas provocadas por los frentes fríos hacen que la playa quede erosionada y salen a la superficie las piedras y el fango en casi toda la extensión del litoral.
Los buscadores son hombres y mujeres que dedican horas y horas cada día a revolver la arena y las piedras en la orilla.  Supuestamente hay personas que pierden cadenas, anillos y otras joyas  mientras se bañan. Las corrientes marinas arrastrarían esas joyas hacia las zonas pedregosas de la playa y allí están ellos buscando. 
Sólo actúan en invierno, de noviembre a marzo aproximadamente, cuando buena parte de la playa se convierte en una fea y deprimente extensión de piedras, basura, algas y medusas. Si uno les pregunta si encuentran algo siempre responden con optimismo: ¡Sí, como no! No dan su brazo a torcer por nada del mundo. Supongo que cada cierto tiempo alguno encuentra un pedacito de oro y eso les anima a seguir adelante. Creo que es un vicio, como jugar a la ruleta o comprar billetes de la lotería. Y ya sabemos que todo vicio envuelve la mente en una nebulosa. 
El sabio taoísta Lie Tse (siglo IV a.C.) en su libro Una guía taoísta sobre el arte de vivir, escribe: "Había un hombre que estaba obsesionado con hacerse rico. Un día entró en el banco e intentó salir con varios sacos de oro. Los guardas lo apresaron inmediatamente. Alguien que pasaba por allí dijo: "Sólo un loco pensaría en robar un banco en presencia de guardias armados".
"El hombre respondió: "Mi mente estaba tan obsesionada por el oro que no vi a los guardas".
"Con frecuencia se ve  a personas que tropiezan con muros o se caen en agujeros porque están tan ocupados en sus propios pensamientos que no ven lo que  está frente a nosotros, y las cosas que son obvias y claras para los que nos rodean son confusas para nosotros. Esto es muy peligroso".