Mi casa

Mi casa
© Héctor Garrido

martes, 11 de mayo de 2021

ESCRIBIR DESPACIO

Graham Greene tenía un método infalible para escribir controladamente, sin excesos ni defectos: Escribía 500 palabras cada día, unas 50 líneas, lo cual significaba poco más de una hora de trabajo. Ni mucho ni poco. Así le quedaba tiempo para vivir. Y él era un buen vividor, en el sentido más amplio del término. Cuando se hizo mayor redujo a 300 palabras al día. Escribía de lunes a viernes, siempre a ese ritmo. De ese modo hizo 30 novelas, cinco libros de cuentos, además de biografías, ensayos, teatro y hasta libros para niños. Además de viajar mucho y ser un bon vivant.
Alejo Carpentier aconsejaba algo parecido: él decía que si cada día escribes una cuartilla de 30 líneas (unas 300 - 320 palabras) en un año tendrás 350 cuartillas.
Creo que estas medidas están vinculadas al temperamento del escritor. Si eres más joven te comportarás con más ímpetu, desespero y energía, no sólo para escribir sino en todos los aspectos de la vida. Los jóvenes lo quieren todo ahora mismo.
Después, con los años, ya no hay tanto ímpetu. Todo va más despacio. Ya no hay necesidad de apresurarse. Recuerdo que Julio Cortázar contaba en una entrevista con Elena Poniatowska  que escribió Rayuela en un estado de desespero tal que casi no podía levantarse de la silla ni para comer. Después, con más de 60 años, ya iba mucho más lento. Y le costaba decidirse a empezar.
Lo importante es mantener un nexo con el texto que escribimos. Si lo dejamos mucho tiempo perdemos ese contacto y será muy difícil, o imposible, continuar la escritura. Hay que obligarse a la disciplina diaria. Al menos de lunes a viernes y una hora por lo menos. 
Yo no cuento palabras. Lo hacía siempre en el periodismo porque tenía que escribir de acuerdo al espacio disponible. Pero ya eso pasó, por suerte, hace mucho. Lo que sí respeto, cuando escribo una novela, que requiere continuidad, es una disciplina de escribir de dos a cuatro horas cada día. Y releer, corregir, ampliar, modificar y volver 500 veces sobre lo escrito. Ya sin prisas. El Rey de La Habana lo escribí desesperado en 57 días de julio y agosto de 1998. Fue algo enfermizo y casi sobrenatural. No entro en detalles. Hoy sería incapaz de semejante proeza. Hoy soy mucho más lento. Y me cuido  de no caer en excesos de locura como en aquellos tiempos atroces.
Y lo otro esencial en este proceso es la desconexión, el descanso. Es decir, si escribí tres horas y ya estoy cansado, cierro y a otra cosa, sobre todo caminar, nadar, hacer algo físico y olvidarme del texto. Olvidarlo y no preocuparme. Está fluyendo y va a seguir fluyendo en su momento. Seguro. No hay la más mínima duda. Hay que descansar y olvidar hasta mañana. Esencial es escribir descansado, por eso la mañana es preferible. Y también la soledad y el silencio. Nada de distracciones. Esto último a veces es imposible. Chejov escribió siempre en una esquina de la mesa del comedor, en una casa llena de niños, mujeres, y hasta cuñados siempre medio borrachos, entre discusiones, gritos y conversaciones.
Claro, a veces uno despierta a las 3 de la mañana, va al baño a orinar, y sin saber cómo, la mente está pensando en lo que le ha sucedido al personaje principal. Entonces tengo que coger una libreta que siempre está a mano, para escibir un boceto de esa idea. Y de nuevo a la cama, tranquilo, a dormir unas horas más. 
Es así. No creo que Graham Green, por muy british que fuera, pudiera desconectar totalmente de sus personajes.  Cuando están vivos al lado de uno se ponen pesaditos y quieren que uno siempre esté hablando con ellos. Son egoístas. No quieren quedarse encerrados en casa y en silencio. No. Quieren hablarnos todo el tiempo y decirnos cosas de su vida. Aprovechan que uno les presta atención para hablar y hablar y hablar. No paran de hablar.



 

sábado, 24 de abril de 2021

DIÁLOGO CON MI SOMBRA

 

Hace algunos años se me ocurrió que debía poner un poco de orden en mis ideas sobre el oficio de escritor. Bueno, eso parece  pedante, pero al menos sí podía indagar dentro de mí y poner a la vista algunos de los mecanismos que utilizo para escribir.
Ingenuamente pensé que podría sistematizar mi experiencia y  exponerla de un modo claro y definitivo.
Puse manos a la obra. Enseguida comprendí que era imposible.  Un escritor no es un ingeniero. No puede sistematizar nada.  Yo funciono básicamente por la intuición. Improviso sobre la marcha. Escribir es un juego. Un laberinto. Una agonía y una fiesta. Un vicio. Un vicio interminable.
Lo que sí podía hacer era dialogar con alguien y profundizar en algunas zonas en las que vivo en perfecta armonía (o al menos coherencia) con mis personajes.
Me senté y en un papel escribí varios temas que podían servirme como brújula y GPS en la conversación.
Son: Los inicios/ Realidad y ficción/ El juego de la escritura/ Centro Habana/ Sexo/ Antihéroes/ El Caribe/ Oralidad/ Irreverencia y obscenidad.
Es decir, nueve temas, nueve áreas, nueve parcelas.
En seguida comprendí que el diálogo sería inevitablemente con el maquiavélico Pedro Juan, mi insoportable alter ego, que apareció junto a mí, como una sombra, desde septiembre de 1994 cuando empecé a escribir unos relatos que después integrarían la Trilogía sucia de La Habana.
Entonces todo fluyó a buen ritmo. Me senté a escribir y descubrí que era una tarea grata porque todo estaba dentro de mí. Todo brotaba incesantemente y yo sólo tenía que disciplinarme para no trabajar en exceso y limitar mi jornada a cinco o seis horas diarias, que es suficiente.
Este libro -Diálogo con mi sombra, sobre el oficio de escritor- lo publicará Anagrama en junio próximo (junio 2021). Antes se ha publicado en Grecia, Italia y Cuba.  Esta edición la he corregido y mejorado un poco más.
Pablo Milanés, cuando lo leyó, me escribió: "No solamente un ensayo sobre literatura, sino un tratado magistral sobre la creación artística". 
Que lo disfruten.

jueves, 25 de marzo de 2021

DIARIOS DE KAFKA


Franz Kafka empezó a escribir diarios a los 27 años, en 1910, y continuó hasta 1923, un año antes de morir. 
Falleció en el sanatorio de Kierling, cerca de Viena, el 3 de junio de 1924, debido a la tuberculosis, que lo atormentó desde 1917.
Existen varias ediciones en español de sus diarios. La colección DeBolsillo tiene una excelente edición de casi 900 páginas, con todos sus diarios y otros cuatro que escribió mientras viajaba. Estos diarios se los debemos a su amigo y albacea Max Brod, que como sabemos, desobedeció las instrucciones de Kafka y no destruyó nada. Todo lo contrario, publicó todo. O casi todo. Por ejemplo, no creo que en el último año de su vida no escribiera  un diario. Estos cuadernos eran el refugio íntimo de Kafka. Hay que leerlos para comprender más a fondo su escritura. Su proceso de creación, que no era un proceso racional y lógico sino todo lo contrario. Se sospecha que, como sucede casi siempre con los diarios de escritores, Brod cortó por aquí y por allá apuntes demasiado íntimos.
En su última nota de 23 de junio, 1923, escribe: "...paseos, noches, días, incapaz de nada, excepto de dolores", Y una línea después: "Cada vez más angustiado cuando escribo".
Ese es el tono constante. Es agobiante. La expresión íntima de una vida agobiada al extremo de la paranoia. La familia, el padre, el matrimonio, Felice Bauer, los amigos, la circuncisión, las hermanas, la vida sexual (o la no vida sexual) en el matrimonio, las pesadillas, el miedo, la indecisión, las dudas. La sensación de fracaso en todo sus escritos.  Todo. Absolutamente todo pasado por el tamiz negro y gris de su día a día.
Había nacido en 1883 en Praga y murió con 41 años. Creo que no tuvo suficiente tiempo. Entre sus apuntes en los diarios  continuamente aparecen  diminutos relatos, diálogos, descripciones, escritos con la idea de utilizarlos depués en algún texto. Una imaginación desbordada, incesante y sobre todo angustiada. No comprende nada, dudas y más dudas, preguntas y más preguntas.
El único objetivo de su vida era escribir. En una carta a Felice Bauer, su novia durante algún tiempo: "Mi manera de vivir está organizada únicamente en función de escribir, y si sufre modificaciones, estas no tienen otro objeto que una mejor adecuación, en lo posible, a mi actividad literaria". Varias veces en el diario alude a las interrupciones que un posible matrimonio con Felice traería a su escritura. En el diario aparece una cuidadosa lista de todos los inconvenientes que podría acarrear el matrimonio en su vida. Es evidente que el amor no cuenta. No existe. La atracción sexual muchísimo menos. Nada. Sólo cerebro y cálculos implacables.
Estos diarios son un complemento extraordinario para apreciar mejor la obra (en el fondo creo que no hay nada que comprender) de este hombre que tuvo una vida breve, mediocre, gris y vulgar, pero que en sus escritos expresó como nadie el espíritu del siglo XX. Y ésto último sólo lo reafirmo porque lo escribio Elías Canetti.

viernes, 26 de febrero de 2021

MITOS Y LEYENDAS

 

En la breve historia de la literatura cubana (a mi modo de ver comienza en la segunda mitad del siglo XIX), hay unos cuantos escritores míticos que existieron para convertirse en leyendas, con vidas misteriosas, difíciles,  hiperbólicas.
Sin esfuerzo alguno  recuerdo a Carlos Montenegro, Reinaldo Arenas, Cabrera Infante, Severo Sarduy, Guillermo Rosales, Gastón Baquero, Virgilio Piñera. Y por supuesto, Alejo Carpentier y José Lezama Lima.
Todas son vidas con amplias lagunas secretas. Todos tenían algo que ocultar, o al contrario, algo que exhibir con escándalo y desparpajo.
Pero no hay biografías. Entre los anglosajones hay toda una "industria" y una tradición de la biografía. Actores relevantes, músicos, escritores, artistas visuales, científicos, deportistas, políticos. Todos escriben autobiografías o alguien escribe sus biografías. A veces son libros escandalosos y superventas (el Matrimonio Obama acaba de recibir más de 60 millones de dólares por sus dos libritos de confesiones, por ejemplo). Otras veces pasan sin pena ni gloria, pero ahí están. Supongo que es más un fenómeno comercial que intelectual. A mí me gustan. Tengo un buen pedazo de mi biblioteca ocupado por biografías, desde Diane Arbus y Jack Kerouac hasta San Francisco de Asís, Marlon Brando, Buda y el doctor Samuel Johnson.
Pero entre los latinos es todo lo contrario. En Italia, Francia, España, América Latina, son escasas las biografías. Algunos escritores que hacia el final de sus vidas escriben sus memorias o una autobiografía. Pocos se atreven.
Tampoco abundan entre nosotros las recopilaciones de cartas o los diarios. Pienso que la carencia de estos libros lastra y disminuye nuestra memoria. Y me refiero concretamente a la literatura en español, que, como sabemos, es extraordinariamente diversa, rica y extensa.
Tengo en las  manos y leo poco a poco un libro estupendo de la editorial Verbum, de Madrid: Cartas a Eloísa y otra correspondencia (1939-1976), de José Lezama Lima. Eloísa, hermana de Lezama, preparó el libro, en Miami,  y José Triana, en París, hizo la edición y escribió una magnífica Introducción. Eloísa también escribió un texto muy valioso que acompaña a esta selección. El libro vio la luz por primera vez en la editorial Orígenes, de Madrid, en 1978, dos años después de la muerte de Lezama en agosto de 1976.
Posteriormente Pío Serrano, director y editor principal en Verbum, preparó la edición ampliada y corregida de 1998. Yo tengo la segunda edición, de 2013. En esta Pio Serrano amplió con más cartas, fotos y notas. Y, según me ha contado, tuvo varios encuentros con Eloísa para mejorar el libro todo lo posible. Esta editorial también tiene en catálogo un tomo con algunos de los Diarios de Lezama. 
En los últimos años, en La Habana se ha publicado además las Cartas a Totouche, que es la correspondencia de Carpentier con su madre. Él en París y ella en La Habana. Y también un pequeño Diario que él escribió  antes de partir a Francia en los años 30.
Así que algo va apareciendo por aquí y por allá. Del lobo un pelo.

lunes, 22 de febrero de 2021

EPIGRAFES

 

Los epígrafes, también llamados exergos, en mis libros funcionan como una inyección puesta por una enfermera bonita y sexy. Es decir, sentimos un pinchazo pero no sabemos exactamente si nos ayudará realmente a comprender lo que viene después. Y la intención es esa precisamente. El epígrafe debe ser como una señal, un guiño al lector, un pinchazo indicativo.
He reflexionado sobre esto porque Alejo Vivacqua, editor de la revista argentina Bache, me ha pedido una nota sobre los epígrafes que utilicé en Nada que hacer, segundo libro de la Trilogía sucia de La Habana. Son dos citas extraídas de un texto del místico hindú del siglo XIX Sri Ramakrishna y de Las ciudades invisibles, de Italo Calvino. 
Tengo el hábito, como muchos escritores, de situar un epígrafe adecuado, que sirva como señal al lector, en la primera página de mis libros. Y también escribir la fecha y el lugar de escritura, en la última página. 
Esto último no sé por qué, este afán de marcar espacio y tiempo. Pero con los epígrafes sí lo tengo claro: Me paso años y años pensando en un libro, sobre todo  las novelas, y muchas cosas que pasan en ese tiempo las relaciono con el texto que voy a escribir. A veces sucede en medio de una lectura. De repente encuentro una frase y veo que conecta muy bien con lo que estoy pensando. Entonces la apunto en una libreta que ya he destinado sólo para los apuntes del libro.
Dedicar una libreta sólo para el libro es  la primera señal de que me estoy acercando lentamente al hueco negro de la escritura. La segunda señal es encontrar, sin buscar, un epígrafe adecuado. Y la tercera es encontrar un título. Un título fuerte. El título me cuesta mucho porque es importantísimo y decisivo. Es la clave de todo lo que viene en el texto.
A veces cuando termino el libro tengo tres o cuatro títulos posibles. Y tengo que decidir. Yo solo. En secreto. Sin preguntar a nadie. Escribo en secreto. Ni mi mujer puede leer lo que estoy escribiendo porque se jode todo. No se habla de lo que uno escribe porque se evapora. Si me preguntan qué estoy escribiendo, siempre respondo: "Nada. Estoy tomando apuntes. No sé".
La primera persona que lee el libro es mi agente. Y ahí mismo una voluminosa puerta de hierro cae pesadamente entre el libro y yo. No quiero verlo más delante de mí. Que se aleje, que se pierda, para empezar a olvidar. Escribo para olvidar y dejar todo atrás. Será que como todo lo que escribo son pedazos de mi propia vida. Pedazos envenenados, pues me hace daño seguir y seguir con lo mismo. Es veneno que he dejado atrás y el olvido me salva.
Nunca entiendo a esos escritores que hablan de su "carrera" como escritores, como si fueran médicos o abogados. Escriben con la punta de los dedos y el corazón no se entera.  Pero esa es otra historia.

lunes, 15 de febrero de 2021

ESCRITORES PELIGROSOS

 

Aquí estoy en los años ´80 entrevistando a Mario Benedetti (1920-2009) para la revista semanal Bohemia. En esos años entrevisté a muchos escritores que visitaron  La Habana. 
Entre ellos Gunter Grass, Ernesto Cardenal, Eduardo Galeano y unos cuantos más.
No era fácil. Por lo general se negaban a la entrevista y yo tenía que insistir mucho para que aceptaran.
Entonces no entendía. Ahora sí. Todos eran escritores ya consagrados internacionalmente, aburridos de ser entrevistados y no necesitaban perder una hora en conceder una entrevista para una simple revista cubana de generalidades.
Algunos eran bromistas. Gunter Grass por ejemplo, se puso muy serio y me dijo: "No le puedo conceder una entrevista, pero si usted me sigue en cada presentación en público yo le contestaré una pregunta en cada ocasión". Y así fue.  Tuve que perseguirlo por toda La Habana. Le hacía mi pregunta, él respondía con rigor y si yo intentaba hacer una segunda pregunta me daba la espalda, indignado, y concedía la palabra a otra persona. Un pacto de caballeros hay que respetarlo. Sólo que los periodistas si son muy caballeros se mueren de hambre.
En los años que trabajé como periodista, de 1972 a 1998, disfruté mucho las entrevistas a personalidades. Bailarinas, cosmonautas, pintores, científicos sobresalientes, escritores. Ahora la editorial Loynaz, de Pinar del Río, Cuba, publicará en breve un libro que reúne algunas de esas entrevistas y una pequeña selección de crónicas. Se titula Escritores peligrosos, lo cual hace referencia precisamente a un momento de la charla con Benedetti, que al final la disfrutamos los dos. El fotógrafo, Humberto Mayol, tomó algunas fotos en diez minutos y se despidió. Fue en la habitación del escritor, en el hotel Capri. Cuando el fotógrafo se fue, Benedetti se relajó. Se quitó los zapatos y las medias, se masajeó los pies, un poco inflamados, se sentó en la cama con los pies en alto. Y así, relajados los dos, hablamos de todo durante más de una hora aunque habíamos pactado sólo 30 minutos.
A quien nunca pude atrapar fue a García Márquez, que pasaba largas temporadas en Cuba. Como se sabe, Fidel y él eran buenos amigos. Conseguí el teléfono de su casa, alejada y protegida en el reparto Siboney. Siempre me salía Mercedes Barcha, su esposa, al teléfono. Y me contestaba: "Oh, no, está en la ducha". Tres o cuatro veces.  A la cuarta o la quinta le dije: "¡Coño, se va a desteñir!". Me colgó. Y se acabó. No llamé más. 

sábado, 13 de febrero de 2021

CARNE DE PERRO

 


  • Al cabo de 20 años he leído de nuevo los textos de Carne de perro, publicado en el otoño de 2003 por Anagrama. Con ese libro cerré el Ciclo de Centro Habana, que había comenzado en 1998 cuando esa editorial publicó la Trilogía sucia de La Habana. El ciclo continuó con El Rey de La Habana, Animal tropical, El insaciable hombre araña  y Carne de perro.
  • Me cuesta mucho escribir un libro, por eso cuando veo el primer ejemplar impreso me alegra el espíritu, pero lo pongo a un lado y no me atrevo a leerlo. Intento olvidar y dejar atrás todo eso.
  • Quizás es que mis libros son demasiado autobiográficos. No en exactitudes, pero sí en espíritu y atmósfera. Y cuando logro rebasar una etapa de vida lo mejor y más sano es seguir adelante y no mirar atrás.
  • Carne de perro, me doy cuenta ahora, es más una novela que un libro de cuentos. Todos los textos están concatenados y funcionan, creo, como un universo cerrado y personajes muy ligados unos a otros. Pasó lo mismo con la Trilogía sucia de La Habana, al extremo que la edición norteamericana, de Farrar Straus and Giroux, en portada puso a modo de subtítulo: a novel in short stories. Por supuesto, no puedo explicar coherentemente por qué, pero sí puedo decir que si estoy muy metido en una realidad que transcurre en mi vida real al mismo tiempo que escribo, pues es inevitable este fenómeno. 
  • Creo que le pasa a muchos escritores. Por ejemplo, acabo de leer La pesca de la trucha en América, un libro de Richard Brautigan, publicado en 1967. En español en 1996. Es un libro tan extraño como su autor. Pueden ser cuentos, pero al mismo tiempo es una novela bastante loca Y lo mismo le sucede a Winnesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, autor, por cierto, que fue uno de mis guías, junto con Truman Capote y Hemingway y Carson Mc Cullers desde que yo tenía 20 ó 21 años y decidí que quería ser escritor.
  • Ahora sale una nueva edición de Carne de perro, por Stirner, una editorial de Madrid. Leyendo las pruebas de esta nueva edición del libro compruebo una vez más que he tenido mucha suerte con mis editores en español porque nunca me han cambiado ni una palabra. Ya sabemos como John Martin (Black Sparrow Press) corrigió en exceso muchos libros de Bukowski. Raymond Carver también soportó cambios enormes de su editor, lo cual traía discusiones y peleas. Les ha pasado a muchos. 
  • De las traducciones no puedo hablar. No las puedo revisar así que no garantizo nada. A veces cambian hasta los títulos. Por ejemplo, en Finlandia publicaron Animal tropical como La bestia del sur. Fue fatal. No se vendió y ya no publiqué nada más en ese país. En Alemania también cambiaron el título a Carne de perro y también fue fatal. Me trae mala suerte que me cambien los títulos. En realidad no soporto que los editores cambien nada. Que los dejen tal y como se los entrego. Pero los editores tienen que justificar su existencia. Es una pelea eterna escritor versus editor. Cortázar también escribió sobre el tema y sus broncas con los editores. Después de todo he tenido suerte. 





sábado, 23 de enero de 2021

EL ARTE DE ESCRIBIR

 

Esta foto la tomé en Centro Habana, cerca de mi casa, hace unos días. Un instante de la vida diaria. Un momento fugaz. Es todo lo que puedo hacer. Mirar, escuchar, sentir, reflexionar sobre el pálpito continuo de la vida. Es lo que hace cualquier escritor. Es simple. Vivir con intensidad, reflexionar, y escribir. Es sólo un intento para comprender un poco más lo que está pasando dentro de mí y a mi alrededor. Sin  pretensiones. Comprender. Y nada más. Un proceso interminable hasta que la vida misma es escritura. Y viceversa.
La editorial independiente Stirner, de Madrid, publicó en 2019 un libro poco conocido de Henry Miller. Se titula La sabiduría del corazón. Originalmente lo editó New Directions en New York, en 1941. Contiene unos 17 ensayos y artículos de Miller sobre la escritura y sus alrededores. Lo leo poco a poco. En uno, titulado Reflexiones sobre el arte de escribir, Miller afirma: "Incluso hoy en día no me tengo por escritor en el sentido ordinario de la palabra. Soy un hombre que cuenta la historia de su vida, un proceso que se me aparece cada vez más y más inagotable conforme avanzo. Como la evolución del mundo, no tiene final... Casi desde el mismo comienzo, ya era profundamente consciente de que no existe meta última alguna. Nunca he esperado poder abarcar la totalidad, sino sólo dar en cada fragmento aislado, en cada obra, la sensación del todo".
Más adelante reflexiona sobre el azar y la intuición como elementos esenciales de la escritura. "El artista que llega a ser absolutamente consciente, cesa en consecuencia de ser un artista".  Hay que liberar los demonios. Dejarlos que corran delante de uno y descubran nuevos caminos para seguir adelante. Eso lo saben todos los grandes escritores y los grandes artistas. Muchas veces uno escribe y no sabe a dónde va a parar todo eso que está ya  escrito. Dice Miller: "La gran obra debe ser inevitablemente oscura excepto para unos pocos, aquellos que, como el autor, están iniciados en los misterios. La comunicación, por tanto, es secundaria; es la perpetuación lo que importa. Para ello sólo se necesita un único buen lector... Cada línea y cada palabra está vitalmente conectada con mi vida, con mi vida únicamente."
Vivir y escribir así implica el riesgo. Para evitarlo muchos  escritores sólo se dedican a novelas históricas. Y evitan el riesgo de escribir sobre sus contemporáneos. O no les interesa mucho el tiempo que les ha tocado. Miller dice: "Si debe haber algún progreso en la vida, procede no de la adaptación sino del riesgo, de obedecer el impulso ciego. ´La ausencia de riesgo es mortal´, decía René Crevel, una frase que no olvidaré nunca".


miércoles, 13 de enero de 2021

HASTA LUEGO, ENRIQUE


 Ayer, martes 12 de enero 2021, falleció en La Habana, Enrique Pineda Barnet. Tenía 87 años. Muy debilitado físicamente pero con el coraje, la alegría y el desenfado de siempre. Debo añadir que también con la humildad y el buen humor.
Nos conocimos hace muchísimos años. Él dirigía el rodaje de una de sus películas,  Aquella larga noche, basada en las vidas de Lidia y Clodomira Giralt, mártires de la revolución.  Las locaciones se habían situado en Soroa (montes muy parecidos a la Sierra Maestra), pero a escasos 70 kilómetros de La Habana,  Y era 1979, según veo ahora en la ficha de la película, Así que hace más de 40 años. Le hice una larga entrevista. Más adelante colaboré con él en un guión para un largometraje sobre una jueza de un tribunal habanero. Un personaje real. Demasiado real. Tan real y fuerte que nunca se filmó la película. Igual mala suerte corrió otro guión más. Y pasaban los años y Enriquito no filmaba nada. Lo cual es muy frustrante porque trabajar trabajaba, pero sus guiones no eran aprobados en el ICAIC. Entonces preparó el guión de La bella del Alhambra. que ganó el Premio Goya 1990 a la mejor película, protagonizada genialmente por Beatriz Valdés. Como era un musical y encima situado en  los años 20 o en los 30, pues sí se filmó y tuvo una gran repercusión. Personalmente, creo, será recordado sobre todo por esta película, de la que siempre estuvo muy orgulloso.
Enrique fue siempre tan generoso y cultivó tantos buenos amigos que desde ayer muchos estamos orando y agradeciendo que existiera y que fuera nuestro amigo y que nos enseñara con su ejemplo a vivir con sosiego, a fluir cada día, a sonreir siempre a los buenos y a los malos tiempos. En fin, a agradecer  y disfrutar cada día de vida que tenemos. Hasta luego, Enriquito. Seguimos.

lunes, 11 de enero de 2021

NADIE ES PROFETA...

 

Acabo de releer La chica de los ojos verdes, de la escritora irlandesa Edna O´Brien. Es una novela muy autobiográfica y muy bien escrita, es decir, muy convincente. La leí por primera vez hace cinco o seis años, y no me gustó. Así somos los lectores. Ahora me ha parecido estupenda. Todo en nosotros cambia con el tiempo, no sólo las células. Ella publicó su trilogía: Las chicas del campo, La chica de los ojos verdes y Chicas felizmente casadas, en los años 60. El primer libro fue un escándalo en Irlanda porque describe con máxima crudeza la sociedad represiva, machista y ultraconservadora-católica sobre todo de la Irlanda rural.
El rechazo llegó a tal extremo que el párroco de su pueblo quemó tres ejemplares del primer libro en la plaza pública. "El catolicismo lo impregnaba todo y censuraba todo. Todo era pecado y había una vigilancia constante", dijo Edna en una entrevista con un periódico español. Por cierto, en castellano  se publicó sólo en 2013, 2014, 2015, cuando la editorial independiente errata naturae, de Madrid, la tradujo gracias a la ayuda económica del Ireland Literature Exchange, de Dublin.
Así que Edna O´Brien  no fue profeta en su tierra, pero tampoco en Londres, adonde se fue a vivir desde joven. No le fue fácil abrirse paso.
Ella nació el 15 de diciembre de 1930, en un pequeño pueblo irlandés. Con un padre alcohólico y una madre ultrarreligiosa católica, quien consideraba la escritura como "un camino de perdición".
Edna huyó a Dublín. En 1950 se diplomó en Farmacia y trabajó como boticaria. En 1960 publicó su primera novela. Y ya siguió, Kate y Baba son las dos protagonistas de su trilogía. Asegura que "Kate es la protagonista, pero  Baba es como mi yo secreto".
Ha escrito novelas, relatos cortos, poesía, y guiones de cine. Sobre el oficio de escritor dice: "Es un trabajo masoquista, pero cuando uno consigue un párrafo, una simple frase perfecta, entonces, ¡qué felicidad!".
Ha escrito siempre a mano y aseguró a ABC cultural, en 2019: "Los libros no, pero la literatura es un animal que está muriendo. Eso tiene que ver con el anhelo de muchos escritores por la fama, la ambición, la notoriedad y la falta de disciplina". Y: "Me gusta rezar. Cuando rezas hay sinceridad y no estás ofendiendo a nadie".
Ahora, con 90 años: "Soy consciente de  mi edad, de los achaques propios de mi edad. Por eso una tiene que rezar para tener fuerza y más fuerza y todavía más fuerza".

Post Scriptum: Como sucede siempre, la realidad supera a la ficción. Edna O´Brien se quedó corta. El martes 12 de enero 2021 se reveló una investigación de seis años realizada en centros de acogida irlandeses para madres solteras y sus hijos. Entre 1922 y 1998, más de 9 mil niños murieron en esos centros, regidos por la Iglesia Católica, por malnutrición, malos tratos, abuso emocional y otros motivos.  El escándalo provocó que el primer ministro de ese país pidiera disculpas públicamente y dijo que "es un capítulo vergonzoso, arduo y oscuro de la historia irlandesa reciente. Una cultura profundamente misógina". La investigación se centró en 18 instituciones que acogieron a unas 56 mil madres solteras y unos 57 mil hijos "ilegítimos".
Una testigo aseguró "Sufrí la tiranía de las monjas, que nos dijeron día tras día que éramos unas desvergonzadas".
En la mayoría de los casos los padres echaban de la casa a las hijas que, solteras, quedaban embarazadas, y no tenían otra opción que ingresar en los infernales centros de acogida, llamadas ahora por la prensa irlandesa como "Casas del horror".