Esta foto la tomé en Centro Habana, cerca de mi casa, hace unos días. Un instante de la vida diaria. Un momento fugaz. Es todo lo que puedo hacer. Mirar, escuchar, sentir, reflexionar sobre el pálpito continuo de la vida. Es lo que hace cualquier escritor. Es simple. Vivir con intensidad, reflexionar, y escribir. Es sólo un intento para comprender un poco más lo que está pasando dentro de mí y a mi alrededor. Sin pretensiones. Comprender. Y nada más. Un proceso interminable hasta que la vida misma es escritura. Y viceversa.
La editorial independiente Stirner, de Madrid, publicó en 2019 un libro poco conocido de Henry Miller. Se titula La sabiduría del corazón. Originalmente lo editó New Directions en New York, en 1941. Contiene unos 17 ensayos y artículos de Miller sobre la escritura y sus alrededores. Lo leo poco a poco. En uno, titulado Reflexiones sobre el arte de escribir, Miller afirma: "Incluso hoy en día no me tengo por escritor en el sentido ordinario de la palabra. Soy un hombre que cuenta la historia de su vida, un proceso que se me aparece cada vez más y más inagotable conforme avanzo. Como la evolución del mundo, no tiene final... Casi desde el mismo comienzo, ya era profundamente consciente de que no existe meta última alguna. Nunca he esperado poder abarcar la totalidad, sino sólo dar en cada fragmento aislado, en cada obra, la sensación del todo".
Más adelante reflexiona sobre el azar y la intuición como elementos esenciales de la escritura. "El artista que llega a ser absolutamente consciente, cesa en consecuencia de ser un artista". Hay que liberar los demonios. Dejarlos que corran delante de uno y descubran nuevos caminos para seguir adelante. Eso lo saben todos los grandes escritores y los grandes artistas. Muchas veces uno escribe y no sabe a dónde va a parar todo eso que está ya escrito. Dice Miller: "La gran obra debe ser inevitablemente oscura excepto para unos pocos, aquellos que, como el autor, están iniciados en los misterios. La comunicación, por tanto, es secundaria; es la perpetuación lo que importa. Para ello sólo se necesita un único buen lector... Cada línea y cada palabra está vitalmente conectada con mi vida, con mi vida únicamente."
Vivir y escribir así implica el riesgo. Para evitarlo muchos escritores sólo se dedican a novelas históricas. Y evitan el riesgo de escribir sobre sus contemporáneos. O no les interesa mucho el tiempo que les ha tocado. Miller dice: "Si debe haber algún progreso en la vida, procede no de la adaptación sino del riesgo, de obedecer el impulso ciego. ´La ausencia de riesgo es mortal´, decía René Crevel, una frase que no olvidaré nunca".
Tatear com tiros no escuro. Saludos do Brasil, Pedro Juan!
ResponderEliminarPero aunque solo sea con ese lector, hay un intento de comunicación. De otro modo, el escritor podría limitarse a escribir un diario y no mostrárselo a nadie...Eso sí que es riesgo cero...
ResponderEliminarCreo que te equivocas, el riesgo a la hora de escribir, no tiene que ver demasiado con mostrarse ante la gente, sino de exponerte a ti mismo a un paisaje personal, a un territorio emocional que es lo que implica ese "riesgo". Puedes escribir durante años por terrenos peligrosos y no compartirlo con nadie. Al final escribir es un medio de exploración, o desde luego puede serlo. Para Miller en realidad "llegar a ser escritor" era algo muy importante. Creo que eso deja de por si la "busqueda" de la verdad en un segundo plano de importancia.
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