Mi casa

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© Héctor Garrido

miércoles, 29 de junio de 2016

NERUDA-KAFKA-KUNDERA

Aquí estoy hace unos días frente a la casa natal de Jan Neruda (1834-1891) en "El barrio pequeño", de Praga, es decir Malá Strana. Esto es a unos centenares de metros del Castillo de Praga, un coloso que domina siempre el paisaje de la capital checa.
Desde muy joven leí los Cuentos de Malá Strana y me llamó la atención la agudeza de Neruda para captar los detalles más oscuros e incisivos de sus vecinos de aquel barrio.  Son relatos de un realismo perfecto y visceral porque si para algo sirve el realismo al escritor es para ser incisivo y profundizar a fondo en lo que cuenta. Después logré leer a Kafka (1883-1924) en un segundo intento. Ya había hecho un primer intento cuando apenas 13 años, o 14. Y me aterré con La metamorfosis. Al leer la primera línea solté el libro, asustado. Y sólo fui capaz de leerlo bien cuando ya tenía más de 30 años. Leí todo lo que tenía de Kafka y me convertí en su fan incondicional. Lo cual no es nada original. Le ha sucedido a muchísimos lectores, fascinados como yo por ese juego incesante del absurdo  existencial. Esos laberintos surrealistas que han generado la condición de "kafkiana" a cualquier situación absurda o inexplicable. Y después llegó Milán Kundera (1929-?) que en 1984 publicó La insoportable levedad del ser. Fue su quinta novela, pero se considera que es su obra maestra. Es decir, que si a la obra de estos tres escritores esenciales añadimos el cine de Milos Forman y la música de Dvorak, ya tenemos un curso básico de cultura checa. Yo he tenido mucha suerte porque en 1964 pude ver Pedrito de mala suerte y al año siguiente Los amores de una rubita, las dos primeras películas de Forman. Después, como sabemos, se fue de su país y continuó su carrera en otros países, sobre todo USA. Para cerrar el cursillo básico de cultura checa, la última noche en Praga fuimos mi compañera y yo al hermoso teatro que llaman "La Casa Municipal" y escuchamos la Novena Sinfonía de Dvorak, conocida como La Sinfonía del Nuevo Mundo, por la Orquesta Sinfónica  Bohemia de Praga. Unos días estupendos. Pero no todo es color  rosa en estos tiempos en Europa. Al contrario el Viejo Continente se estremece con los horribles atentados terroristas que siembran el pánico y originan centenares de muertes, la separación de Inglaterra de la UE, los miles y miles de emigrantes procedentes de Africa que llegan cada día a las costas europeas, y la crisis y el desempleo en buena parte de continente. Tiempos complejos. Muy complicados.  

martes, 28 de junio de 2016

SOBRE VENCEDORES Y VENCIDOS

Ahora tengo un gato en casa. Hace media hora cazó un ratón en un rincón de la terraza. Lo mató y se puso a jugar con el cadáver como si fuera una pelota. Supongo que no tiene hambre. Cazó sólo para entrenar su instinto. Me dio mala impresión su juego. Pensé que podría destripar al ratón y regar por el piso todas las vísceras y la sangre. Sería asqueroso. Se lo quité. Lo tiré en la basura y se puso furioso. Lógico. No quería soltar su trofeo. Quién sabe qué ideas retorcidas tenía. Bueno, en la TV pasan un documental de dos cubanos muy viejos que fueron soldados de USA en la Segunda Guerra Mundial y cuentan las atrocidades en las que  participaron de un modo u otro. Lo narran con detalle. Lo que sucedió en cada ciudad francesa desde que desembarcaron en Normandía hasta que llegaron a París. Cómo ametrallaban a los prisioneros porque no podían cargar con esa impedimenta y además no tenían comida ni agua para compartir. Hasta las decenas de niños y mujeres muertos. Los heridos que tenían que dejar atrás. Todo. Lo cuentan todo. Despacio. Con detalles. Se encogen de hombros y dicen "Es la guerra, es así". Y pienso: Suerte la mía no tener esos recuerdos sanguinarios en la mente. Suerte la mía que nunca he matado a nadie. Mientras fui soldado tuve un fusil Mauser de alta precisión, después una metralleta checa, después una AK. Y disparé muchísimas veces. Me gustaba. Me gusta. Tengo buena puntería. Pero nunca he matado a nadie. Al final los dos viejos dicen que la guerra es una mierda, pero no se arrepienten de nada.Y ahí se acaba. El gato ya se relajó y dormita. Creo que me voy a dormir. Está bien por hoy.

sábado, 18 de junio de 2016

VIVIAN MAIER

Nació bajo el signo de acuario el 1 de febrero 1926, en NYC. Sus padres, emigrantes judíos  en busca del American Dream. Ella francesa. Él austriaco. El padre los abandonó cuando Vivian era una niña. 
Dedicó toda su vida a la soledad y a cuidar niños por salarios mínimos. Tenía un hobby obsesivo: tomar fotos y películas en Super 8. Y creo que sufrió de una eterna neurosis de tristeza infinita. Volcaba todo su amor en los niños que cuidaba. Intentaba entender algo. Dejó algunas grabaciones en las que habla sobre la vida y la muerte y que todo es como una rueda que gira incesantemente y hay que dejar paso a los que vienen detrás.
Murió en Chicago el 21 de abril 2009, en la indigencia, hurgando en los cubos de basura, según la recuerdan los vecinos. Algunos niños que cuidó, le pagaban el alquiler de un pequeño piso. Tenía 83 años cuando resbaló en el hielo. Se partió algunos huesos y poco después falleció. Su historia puede parecer triste y extraña. Y sí lo es. Pero al mismo tiempo es una historia típica de cualquier gran ciudad. Las grandes ciudades generan  soledad y desamparo, como todos sabemos.
La segunda parte de esta historia comenzó en  2007 cuando John Maloof, un joven aficionado a la historia, compró un archivo de negativos fotográficos en un mercadillo de Chicago. Pagó apenas 380 dólares. Lo revisó y vio que no era lo que necesitaba para cierto libro que proyectaba sobre la historia de Chicago. Lo puso a un lado y lo abrió nuevamente en 2009.Tenía más de 120 mil negativos y una buena cantidad de películas en Super 8 y de grabaciones de sonido. Imprimió algunas fotos y las vendió en internet. Un crítico reconocido lo alertó y entonces el joven Maloof inició un trabajo más profesional de impresión, digitalización, selección y cuidado del archivo así como de indagación sobre la extraordinaria fotógrafa newyorkina. Además, lo que no podía faltar, ha sido llevado a tribunales por el condado de Cook, Illinois, que reclama los derechos de copyright al morir Maier sin herederos.
Mientras tanto, desde 2010 se han hecho exposiciones en muchas ciudades y se han publicado libros con fotos maravillosas tomadas por esta mujer. Siempre fotos en la calle. Todo tipo de personas, desde indigentes hasta gente de clase alta, niños, policías. Todos están aquí. La comedia humana.
Ahora la Fundación Canal de Isabel II, en Madrid, expone 120 fotos y 9 películas Super 8. Acabo de verlas. Por supuesto, recordé a los grandes fotógrafos americanos a los que admiro: Diane Arbus, Weegee, Helen Levitt, etc.
Vivian Maier: una novela de soledad. Una mujer silenciosa, impávida ante el mundo, que alguna vez dijo: "Soy una especie de espía".  Hay que ver sus fotos y  agradecer su capacidad para convertir su neurosis y desamparo en una infinita interrogación filosófica y visual.

CENSURA

En una ciudad española cuyo nombre no quiero recordar celebrarán en junio un festival de poesía muy singular. Tienen una sección de poesía en la calle, o grafitis, algo así. Todo muy rompedor y moderno. Me invitan a que les envíe una frase "poética". Se comprometen a escoger algunas  para pintarlas en las paredes de la ciudad. Pienso un par de minutos, escribo una frase y se las envío en un email:    Estoy hasta los cojones de la corrección política.
No sé si será muy poética. Creo que no existen las frases poéticas y las frases antipoéticas. Pero al menos es sincera y contundente. Se lo piensan un poco y me responden que no la aceptan. Me piden otra. Sin cojones, se sobreentiende. Y allá voy yo, muy complaciente y les escribo dos. Pueden escoger la que más les guste:    Viva la incorrección política.
También puede ser:     Abajo la corrección política.
Me contestan un par de días después. Tampoco las aceptan. Quieren algo más educado, más flojo, más tonto, más imbecilizante. Claro, no usan esos calificativos, Me dicen que me ciña a la interculturalidad. Nada. Ni ellos saben qué coño es eso. Me dan dos días.  Les respondo todavía con mucha educación: "Gracias. Ya. Paso de ustedes porque veo que es inútil".
Por la noche un amigo madrileño -grafitero de toda la vida, por cierto- me dice:
-Tú eres medio gamberro. Lo que tienes que hacer es irte a ese pueblo  y por la noche pintas tú mismo todas las frases que quieras. Y ya. Pasa de esa gente.
Estoy en Madrid. Muy cerca del pueblo donde celebran el festival. Creo que es lo mejor.  Tomar la justicia con mis propias manos, y dejarme de quejas.

viernes, 3 de junio de 2016

ATRAPADO POR MAIGRET

Siempre me sucede: leo un poco de aquí y de allá y en algún momento estoy leyendo diez o doce libros. Por ejemplo, ahora mismo, acabo de leer Los restos del día, de Kazuo Ishiguro y tengo muy avanzada la lectura de dos libros de budismo: El Libro Tibetano de la Vida y de la Muerte, de Sogyal Rimpoché, y Develando los misterios del nacimiento y la muerte, de Daisaku Ikeda.  Al mismo tiempo leo fragmentos más o menos extensos de El Libro de quizás y de quién sabe, de Eliseo Diego. El Gatopardo, de Lampedusa. El viaje suicida, de William Styron. El mundo según Garp, de John Irving. El Arte de la Prudencia, de Baltasar Gracián. Infancia, de Nathalie Sarraute. Primer amor, últimos ritos, de Ian McEwan. Además me espera una caja con unos 15 libros del "British Team" de Anagrama, que amablemente me acaban de regalar en la editorial, y creo que sí los voy a leer todos poco a poco.  También anoche empecé a leer El ahorcado de la iglesia, de Georges Simenon. Y ya. Caí en la trampa. Tuve que hacer un esfuerzo para soltarlo y acostarme a dormir a eso de las 12 de la noche. Hoy seguiré en cuanto termine esta nota. Creo que nos sucede a todos. Simenon lo atrapa a uno. Tiene determinados resortes que no te dejan soltar el libro. Simenon era de Acuario, un tipo muy emocional e intenso. Alardeaba de haber tenido sexo con más de 30 mil mujeres...casi todas putas, añadía. Pero otros excesos si son absolutamente comprobables: Escribió 192 libros con su nombre y unos 30 con unos 27 seudónimos. Vendió unos 550 millones de copias en 55 lenguas. Según contó en muchas entrevistas tardaba dos meses en elucubrar una trama y después escribía en una o dos semanas. Cuando se puso mayor le subía mucho la presión arterial en los pocos días que dedicaba a escribir una de sus novelas. Tanto que el médico le obligaba a escribir sólo una novela cada seis meses. Lo cuenta, jocoso, en una excelente entrevista que le hicieron en The Paris Review. Simenon murió con 86 años, en Lausana, en 1989. Yo ahora -para ser sincero- estoy estudiando su técnica de escritura. Porque tenía un sistema, que aplicaba una y otra vez. Para eso se inventan los sistemas. Nadie desarrolla una metodología para después no aprovechar su invento. Lo mismo hicieron Agatha Christie, Patricia Higsmith, y todos los grandes escritores de thrillers. Así que sólo por diversión estoy leyendo con el bisturí en la mano. Haciendo una disección minuciosa de cada página. De cada párrafo. Y voy sacando detalles. Muchos.