Mi casa

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© Héctor Garrido

jueves, 18 de agosto de 2022

FOLKLORE EN 2022



Esta foto la tomé hace poco, en 2022, en la calle Neptuno, en Centro  Habana. En la planta baja de un edificio arruinado y abandonado, en un pequeño portal, este hombre monta algunos días su pequeño negocio.

Vende de todo. Algunas plantas medicinales, cocos secos para la brujería, oraciones a santos, libros viejos y destrozados, juguetes y objetos diversos recogidos en la basura, frascos vacíos de perfume. En fin, todo lo que él cree que puede tener interés para otros y por tanto valor de cambio.

¿Está loco? No. En absoluto. Actúa con toda lógica. Una lógica personal, construída por él mismo. Me gusta hablar con él. Le pregunto los precios de los cocos, de algún libro, cualquier cosa para entablar una conversación. Pero no. No le gusta hablar. Además, si me quedo unos minutos parado allí, obstaculizo que los demás vean su mercancía. Siempre intenta despacharme rápido en cuanto ve que no voy a comprar nada y que soy un simple curioso más. "Si no va a comprar, apártese", me dice, sin contemplaciones.

Se considera, inconscientemente, un tipo pragmático y negociante. Vive de eso. Es un solitario más. Un tipo que abunda en todas las grandes ciudades. Usa un bastón, es medio cojo, pero es duro y no se deja vencer ni se tiene lástima. Está luchando por su vida. No espera ayuda de nadie. 

He conocido a muchos así en Centro Habana. Algunos están en mis libros. Y he visto a otros similares a estos, sobre todo en Sao Paulo y Ciudad México, ciudades monstruosas que devoran a la gente como una boa constrictora.  Guardo una extraña y neurótica relación de amor/odio con esas dos ciudades y también con Centro Habana. Pueden ser lugares maravillosos. O terribles. Como cualquier gran ciudad. Una máquina moledora de carne. Hay que estar a la defensiva, desarrollar músculo. Si te descuidas la ciudad te mastica, desapareces, y al día siguiente nadie recuerda nada.

miércoles, 17 de agosto de 2022

WHISKY ON THE ROCK, DOBLE


Al mediodía estoy sentado en una terracita en un pueblo de Andalucía. Hace demasiado calor y me tomo una cerveza bien fría.

No pienso en nada. Tanto calor reseco me agobia. Con los años uno aprende a dejar pasar el tiempo y no pensar en las tonterías cotidianas que no tienen valor alguno. Aunque siempre divagamos un poco, no somos robots. Por suerte, todavía no. 

Una señora muy mayor, quizás llega a los 80 años, se acerca por la acera, en un carrito eléctrico. Se detiene, apaga el motor y, con gran trabajo, agarra dos muletas y, muy despacio se dirige hacia una mesa. Apenas puede caminar. Adelanta unos pocos centímetros cada pie. Veo que tiene las piernas y los  pies un poco retorcidos. Quizás sufrió la polio de niña, pienso.

Se acerca, sonriendo levemente, a una mesa que encima tiene una tarjeta metálica: Reserved. Me mira directamente a los ojos. Y yo también. No puedo reprimir el deseo de hablarle. Sonriendo le digo en un susurro: ¡Qué fuerza de voluntad! 

No me responde. Sigue sonriendo. El camarero se acerca, para recibirla. Buenos días, Alice. Ella le dice: Joe no viene. Y él: Ah, ¿usted sola?  Y ella: Yes.

Sigue avanzando centímetro a centímetro. El camarero no intenta ayudarla. No lo necesita. Sólo le ayuda con la silla. Y le pregunta: ¿Whisky?

Yes, doble, dice ella.

Un minuto después viene él con el vaso de whisky con hielo, unas servilletas y un platito con aceitunas. Yo termino mi cerveza.  Pago y me voy. Después pienso que éste bien podría ser el inicio, un poco forzado, de una novela a lo John Le Carré. Una novelita de intriga y espionaje internacional. Sucedió realmente pero, para mi gusto, no es muy convincente. ¿Esta señora maltrecha bebiendo al mediodía un doble de whisky? No me acaba de convencer, pero es entretenido, que es lo que se necesita para una novelita  de género. Que sea entretenido lo que se escribe. Comienza aquí, hace un flask back y cuenta en 300 o en 400 páginas apretadas las acciones de esta señora, de joven, en la Guerra Fría. En Alemania o en Checoslovaquia.

Todo ésto sucedio realmente. Ayer. Lo cuento porque es un ejemplo perfecto de  lo que digo siempre: A veces la realidad es tan extraña que no es creíble. Todo se puede convertir en literatura. Todo. Se trata más bien de cómo. Cómo se escribe es lo decisivo.