Hay libros y películas que uno ve cuando es joven y marcan. Son obras que tienen algo diferente a lo visto hasta ese momento, algo nuevo. En 1969, yo tenía 19 años, vi Todo para vender, de Andrzej Wajda, y quedé marcado. Como todos sabemos, fue una etapa crucial del cine europeo. En Cuba no se veía cine americano desde 1960, por razones obvias y hostilidades conocidas. Así que en los cines se veía todo lo mejor del cine europeo. Me marcaron también en esos años Cuchillo en el agua, la primera película de Roman Polansky, los dos primeros largos de Milos Forman, realizados en Checoslovaquia, además de todo lo importante del cine francés, italiano, alemán, sueco, inglés, japonés y hasta algunas cosas de los soviéticos que son recordables. Ese cine, esa estética, ese modo de ver, marcó a toda mi generación. La programación era tan copiosa y de tan buena calidad que yo iba al cine tres o cuatro veces por semana.
El caso Wajda es especial. Ante todo porque nunca se fue de Polonia. Tengo que recordar que Polonia y Checoslovaquia fueron casos singulares dentro del mundo socialista europeo. Países con una sólida cultura, con muchos artistas firmes que mantuvieron una estética, una ética y un estilo de vida lo más independiente posible de la aplanadora estupidizante soviética. Aplanadora que lo único que intentaba era acallar, silenciar a todo el que intentara apartarse y tomar un camino independiente. Ya fueran cineastas, escritores, dramaturgos, etc. Bueno, eso lo sabemos de sobra, pero siempre es bueno recordarlo.
Recuerdo, por supuesto, Cenizas y diamantes, de 1958, además Los abedules, Paisaje después de la batalla, y muchas otras. En Cuba le hicieron una cruz a Wajda cuando hizo El hombre de mármol (1976) y El hombre de hierro (1981). Ambas sobre Lech Walesa y el sindicato Solidaridad. En Polonia la productora de Wajda fue cerrada y declarada ilegal por el gobierno y en Cuba esas películas ya no se exhibieron y se corrió un manto de silencio sobre el cineasta. Dejó de existir. Él siguió adelante como pudo y al morir el pasado 9 de octubre 2016, en Varsovia, con 90 años, tenía una filmografía de alrededor de 50 obras entre largos, cortos y documentales. En 2000 recibió un Oscar honorífico por el conjunto de su obra. Así que le rindo este pequeño homenaje, agradecido no sólo por su talento y su obra magistral sino también por su valor y rectitud moral.
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