Los escritores están enfadados. Y los editores asustados. Los
tiempos cambian. De golpe. Repentinamente. Por un lado la crisis
económica hace que la gente compre menos libros, como es lógico. Y ya
llevamos unos cuantos años así. Las cifras caen vertiginosamente de año
en año. Y por otro lado el libro electrónico se extiende y aumenta sus
ventas cada año. Y por si fuera poco, hay un tercer factor: la
piratería. Ahora en España aprueban una ley contra la piratería en
internet. Ya sabemos que es una tontería. Muy loable. Se agradece. Pero
hay miles de formas de encubrirse en internet para piratear y que nadie
te agarre. Los jóvenes quiero decir, saben cómo hacerlo. Las personas
mayores somos en general -no todos- un poquito más torpes. Y nos
quedamos un poco confundidos ante este lío.
Así que esa es la
situación, un triángulo: menos dinero circulando, ebooks, piratería.
Javier Marías, por ejemplo, en su columna del pasado 27 de abril en El
País Semanal, se quejaba amargamente y con enfado evidente: "No es sólo
que los autores anden preocupados y deprimidos, al ver como sus nuevas
novelas se venden infinitamente menos que las anteriores... Tengo la
sensación de que nos vamos adentrando en una de esas épocas en las que
se tiende a juzgar superfluo cuanto no trae provecho inmediato y
tangible. Una época de elementalidad, en la que toda complejidad, toda
indagación y toda agudeza del espíritu les parecen, a los políticos, de
sobra o aún que estorban... Son tiempos en que todo lo artístico y
especulativo se considera prescindible".
Sí, querido Javier, te
has demorado un poquito en comprender que el espíritu de la época es
mercantil. Asquerosamente mercantil. Hace ya unos añitos que quedó
atrás aquella etapa de experimentación, búsqueda, indagación,
atrevimiento, que creo comenzó en los años 60 y 70. Escritores
arriesgados, editores impetuosos y con cojones, lectores ávidos por leer
algo diferente, críticos atrevidos. Era un ambiente general muy
creativo. Ahora prolifera la censura. Desde hace unos años la censura
no la ejercen solo los dictadores (donde hay dictadores, que todavía
quedan unos cuantos) sino las editoriales. La
censura la ejercen los grandes grupos editoriales y hasta las medianas,
las que fueron refugio de los escritores más transgresores. Los que se
meten sin miedo en las zonas más oscuras y corrosivas ¡No! Hay que ser
correcto políticamente. Es sencillo: no publican cualquier libro que
huela un poquito a sexo, a machismo, a lenguaje incorrecto, a gente
loca. Se dedican a buscar y publicar entretenimiento. Algo fácil y
simple. Todo lo que se pueda vender aunque ayude a estupidizar más a
los lectores. Pero que se venda.
Dudo mucho que por ejemplo si
Cortázar fuera ahora un joven con "Rayuela" bajo el brazo, encontrara
una editorial. No. Estoy seguro que ni le contestarían. No es que le
aconsejarían quitarle unas cuantas páginas a su novela y
"simplificarla". No. Es que la tirarían directamente a la papelera.
Sólo hay que dar un vistazo a los principales suplementos culturales
semanales españoles: ¡No saben qué publicar! Están aburridísimos porque
no se publican buenos libros o, mejor dicho, se publican muy pocos. Así
que los redactores tienen poco que hacer. Creo que no hay que ser muy
imaginativo para comprender que con unos cuantos años así los lectores
cada vez tendrán menos libros que leer. Quiero decir los lectores de
verdad. Que integran una masa enorme. No crean que son cuatro gatos.
Siempre
existirán los borregos perfectos: fútbol, política, revistas del
corazón, y si leen algo se limitan a los novelones folletinescos. Pero
esa enorme masa de lectores de verdad, con criterios propios, con ideas,
con deseos de comprender a fondo y desprejuiciadamente lo que sucede a
su alrededor, irá descendiendo poco a poco. Y habrá más robots.
Perdonen por terminar con una nota pesimista, pero ya estoy enfadado yo
también