Cada día me gusta más leer libros escritos por mujeres. ¿Por qué? No sé explicarlo. Un teórico, un investigador, seguro encontraría fácilmente las claves y me daría una clase racional y bien documentada. O todo un curso universitario de un semestre. Yo, pobre de mí, admiro a ese tipo de personas. Por lo regular no pueden escribir pero pueden explicar.
Sólo que son sus explicaciones. Generalmente alejadas de las ideas al respecto que tiene el propio autor. Pero está bien. Hacen lo que pueden. Y creo que ayudan a comprender.
Natalia nació en Palermo en 1916 y murió en Roma en 1991. Es decir, casi todo el siglo XX, Mussolini y Segunda Guerra Mundial incluídos. Y el auge del socialismo y el comunismo. Un siglo estridente, para decir lo mínimo.
Sin embargo, Natalia construye su relato con simples detalles familiares. Cómo hablaba el padre, los chistes repetidos, las comidas frugales en los tiempos de escasez y las abundantes en otros momentos, las criadas, cocineras y sirvientas, los amigos cercanos y lejanos, los parientes que se van y ya se pierden para siempre.
En fin, es un arte extraño. Natalia utiliza sólo lo más simple. Aquello que más bien serviría como información de apoyo. Para ambientar un relato más sólido.
Ahí está, creo, el toque femenino, la visión femenina del relato. Encontrar la importancia de que cenemos esta noche sólo con una natilla es todo un lujo porque en medio de la guerra era difícil encontrar huevos, leche y azúcar. Y ya. Lo dice apenas en dos o tres líneas y sigue adelante. Un escritor hombre no le daría importancia a la natilla. Seguro que buscaría algo más contundente.
Y el libro se sostiene. Tienes que leer hasta el final.
En alguna entrevista dijo que evitaba escribir sobre cosas desgradables. Claro. Su vida fue muy fuerte, muy intensa y dolorosa. Así que inventó un modo de escribir en que el lector va añadiendo lo que está oculto ahí, entre líneas. Parece una novela inocente, pero en realidad es una bomba de tiempo. Cuando pasan los días sientes que tú estabas allí y que eras un primo o un hermano o un amigo muy cercano de la familia. Casi nada. Ya quisiera yo.
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