Mi casa

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© Héctor Garrido

viernes, 2 de septiembre de 2022

LA NINFA INCONSTANTE

 

Acabo de leer una novela de Guillermo Cabrera Infante (1929-2005). La ninfa inconstante. Es uno de los tres libros de él publicados post mortem, todos en Galaxia Gutenberg, por su viuda, Miriam Gómez. Éste en 2008. En 2010 Cuerpos divinos. Y en 2013 Mapa dibujado por un espía. Miriam, además, ayudó a preparar los ocho tomos de sus obras completas. Se han publicado los tres primeros. Siempre en Galaxia Gutenberg.
      Es una novela de 230 páginas y el argumento es muy sencillo. Un Don Juan habanero, en el verano de 1957, se encuentra con una muchacha anodina y vulgar en la calle, pero le gusta, la persigue, insiste, ella no se hace rogar aunque es menor de edad. Pierde la virginidad con él. No hay amor ni hay nada y ella, repito, es bastante vulgar. Tienen una relación breve y pésima desde el punto de vista emocional. Y ya. Se disuelve. Muchos años después, ya ella ha fallecido fuera de Cuba, él lo cuenta todo,  en primera persona y se deduce, como en todos sus libros, que él es protagonista y narrador de un hecho real. Autoficción le llaman ahora.
      Lo importante es que al terminar de leer uno tiene la sensación de que realmente ha conocido a Estela, al narrador pedante que juega sin cesar con las palabras y hace malabares con el doble sentido, y que además he estado con ellos en esos recovecos de La Habana que aparecen bien descritos en el texto. Es decir, que una vez más GCI me ha convencido magistralmente y letra por letra de su historia.
      Y eso es lo que vale. Lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. Ahí está la clave del asunto. Un escritor mediocre habría hecho una novelita estúpida con el asesinato de la madrastra de Estelita, un poco de terror para hacer desaparecer al cadáver, el comisario fulano detrás de ellos, en fin, una imbecilidad más, y encima en 500 ó 600 páginas pesadas como un plomo. Pero GCI era un artista, un creador, imprevisible, original, diferente, arriesgado, medio loco.
      Pudimos  conocernos en 1998 y los años siguientes. Teníamos la misma agente, radicada en Madrid, y GCI visitaba esa ciudad casi todos los años. Ella quería presentarnos (decía que teníamos muchas cosas en común) pero siempre me negué. GCI era absolutamente intolerante (como todos los de su generación) con los cubanos que vivían en la Isla y ya había montado un show con Jesús Díaz poco antes, en aquella misma oficina, aunque Jesús se había ido de Cuba hacía tiempo y ya dirigía la revista Encuentro de la cultura cubana. Pero para GCI era "un comunista y yo no estoy en la misma habitación donde hay un comunista".
      Yo no estaba para más líos y pesadeces en mi vida. En octubre de 1998 habìa publicado Trilogía sucia de La Habana. El libro tenía mucho éxito pero a mí me atacaban tirios y troyanos. Y yo, en tierra de nadie,  necesitaba un poco de paz y sosiego, no más numeritos de política. Me aburre la política, para decirlo educadamente.
      Los libros de GCI los voy comprando y leyendo poco a poco. Hay que leerlo despacio para evitar una indigestión. Suave. Una lástima que los lectores cubanos no conozcan su obra. Vamos a ver hasta cuándo.

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