Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 8 de julio de 2019

DESATAR LOS DEMONIOS

Creo que la discusión más apasionante entre escritores se basa en si hay que controlar a los personajes o si es mejor dejarlos que se suelten y campeen a su antojo mientras el escritor los sigue a cierta distancia, sin molestarlos, y escribe lo que ellos hacen. 
Mi experiencia es que la escritura estalla con más potencia  cuando los demonios se desatan, incontrolables, desde la primera página. Esto me sucedió con Trilogía sucia de La Habana y con El Rey de La Habana. Después, en menor medida con Fabián y el caos y con la reciente Estoico y frugal. Y, por supuesto, la poesía siempre es una bestia desmelenada que destroza todo a su alrededor y no cree en las leyes de la gramática ni en el sentido común. Por eso es tan potente y me hace sentir tan libre. Es una descarga total.
El Rey de La Habana fue una agonía. Me arrastró desde la primera línea y descontroló mi vida durante los 57 días que estuve escribiendo en julio-agosto de 1998. Fue una experiencia terrible pero  considero que fue el costo que tuve que pagar y mereció la pena.
En otras novelas no permito que los personajes se desaten demasiado. Pocos escritores experimentan esa locura de ser arrastrados por los personajes. Da un poco de miedo. A mi por lo menos me gusta saber, más o menos,  dónde está el final. A dónde iremos a parar en la última página. Me da seguridad conocer ese detalle.
Marguerite Duras, sin embargo, decía: "¿Para qué escribir un libro si sabemos el final?"
En una biografía de William Faulkner se cuenta una historia muy curiosa. Invitado por la Universidad de Virginia para que hablara con sus estudiantes de literatura norteamericana, le preguntan sobre Hemingway, que, estilísticamente, es todo lo contrario de Faulkner. Entonces él dice: "Hemingway ha construído un estilo perfecto con muy pocos elementos. Ha construído un estilo muy cuidadoso, un estilo de un hombre que tiene miedo. O sea, nunca arriesga más allá de los límites de un sistema de escritura muy controlado, que le permite producir esas pequeñas obras maestras". Para Faulkner esto era cobardía literaria de alguien incapaz de arriesgarse y equivocarse.
Al día siguiente los periódicos tergiversaron  aquello y publicaron que Faulkner había calificado de cobarde a Hemingway. Éste se enfadó y pidió al general Leclerc, que había estado con él en la campaña de liberación de París, que escribiera a Faulkner y le dijera que Hemingway era un hombre valiente.
Faulkner le contestó a Hemingway en una carta aclarando las cosas y explicándole que sólo se refería al estilo cauteloso de escritura y no a su valor personal. Y añadía que ese estilo cauteloso y controlado suele producir un efecto de aceptación general porque no hay ninguna ruptura ni nada puesto en juego. Es decir, garantiza las ventas y satisface lo que el público está esperando. O sea, convierte cada libro de Hemingway en un best seller.
Y yo recuerdo  como en París era una fiesta Hemingway cuenta que Gertrude Stein lo regañó varias veces por escribir algunos cuentos "impublicables". Hemingway no entra en detalles pero parece que al principio de su carrera arriesgaba más. Quizás usaba "malas" palabras o describía escenas de sexo. Y la señorita Stein, dictatorial, le reprochaba su audacia y le repetía: "¿Para qué escribir eso si ningún editor los aceptará?".
Este tema da para escribir cientos de páginas. Por ejemplo, un libro tan rompedor como Ulises le costó mucho a James Joyce. Silvia Beach lo editó en París y durante años lo confiscaban en correos de USA y de otros países por considerarlo pornográfico. 
Y yo, con la edición cubana de Trilogía sucia de La Habana (Ed. Unión, 2019). Ya lo contaré en su momento. Por ahora es mejor esperar un poco.
Hay unos pocos escritores esencialmente lúdicos y arriesgados como Kafka, Cortázar, Faulkner. Y otros esencialmente controladores como Chejov, Cortázar, Carver. Es decir, tanto unos como los otros pueden ser igual de encantadores y efectivos. Son dos modos de enfrentar el acto creativo. Dos modos   válidos. En realidad dejar que los demonios se desaten y no imponer orden es un lujo que se permiten unos pocos.
 

5 comentarios:

  1. Saludos, querido Pedro Juan Gutiérrez.

    Recientemente comenté sobre uno de sus libros (El rey de La Habana) en mi blog literario. Ah, sí, presentándome: me llamo Lucas Stefano, tengo 23 años y soy residente de la ciudad de Bragança, en la región norte de Brasil. Si es posible y no voy a pedir mucho, me gustaría que leyeran el texto que he hecho y si lo desean, él lo comentaría.Hay una herramienta de traducción en el segundo icono de la barra vertical oscura en el lado derecho de la pantalla si desea leer el texto en español.
    La publicación que habla sobre tu libro es la segunda en la página de inicio del blog.

    Gracias por la atención.

    Lucas Stefano ( Historiador y editor del blog "Lee, revisa y aprende")

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  2. En portugués, el blog se llama "Ler, resenhar e aprender". Simplemente juega en Google que siempre aparece entre las primeras opciones, no hay error.

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  3. Buen artículo, siempre es interesante saber que hay tras las obras literarias que mas admiramos.
    Gracias...

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  4. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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