Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 15 de julio de 2019

SOMOS DEMASIADOS

La población del planeta en este momento, mediados de 2019, alcanza los 7 mil 700 millones, según anunció la ONU en su documento Perspectivas de la población mundial, 2019. La previsión es que seremos 9,700 millones en 2050 y 11 mil millones en 2100. Otros cálculos estiman 11,400 millones en 2050 y 15,300 millones en 2100.
En 2017 más de 50 científicos laureados con el Nobel, encuestados por The Times, dijeron que la superpoblación humana y la degradación ambiental son las dos mayores amenazas que enfrenta la humanidad. En noviembre de ese año más de 15 mil científicos de 184 países indicaron que el rápido crecimiento humano es el motor principal de muchas amenazas que pesan hoy sobre nosotros. En sentido general, la comunidad científica está de acuerdo con estos criterios, pero lo cierto es que no se habla en voz alta sobre el tema. Abundan los libros e investigaciones pero en este momento casi ningún país tiene políticas de control.
Cada día somos más y necesitamos más alimento, más agua, más viviendas, más empleos, más transporte. Más de todo. Y por tanto nos autodestruímos al agotar todo lo que nos rodea. Lo comparo con un matrimonio que vive en un apartamento pequeño. Con uno o dos hijos las cosas pueden ir bien, pero si se descuidan y tienen siete u ocho hijos la vida se les convierte en un infierno: Discuten por todo, pelean y surgen todo tipo de reclamaciones y ofensas. Así es como vivimos en este planeta.
Pero los gobiernos tienen un enfoque economicista y tecnocrático sobre el asunto. Los gobiernos de los países europeos que enfrentan despoblación pagan subsidios a los matrimonios que tienen más hijos. Así vemos a una alemana o una noruega con cuatro ó cinco hijos y uno más en el vientre. Por lo regular son personas con bajo nivel cultural y económico. Viven de los subsidios. Las mujeres africanas, en cambio, tienen 5,4 hijos como promedio. Y es todo lo contrario. Una buena parte de esos niños pasan hambre y miserias de todo tipo. Muchos de ellos, ya jóvenes, intentan llegar como sea a Europa. Creen que allí vivirán mejor.
Es un problema muy complejo y con muchas aristas. ¿Por qué son precisamente los más pobres los que tienen más hijos? Pues ante todo por falta de información y de educación. Son mujeres sin acceso a estudios ni a trabajos, que se dedican a ser madres y esposas sobre todo. Pero influye además la religión, las tradiciones, la ausencia de anticonceptivos y de recursos médicos accesibles. 
Si los gobiernos y los expertos se reunieran para hablar con seriedad y amplitud sobre el tema surgirían soluciones efectivas, más humanistas y solidarias. Es un problema global. No podemos resolverlo a nivel de cada país. Hay que buscar e implementar soluciones mancomunadas. Y existen esas soluciones. Sólo hay que ponerse de acuerdo para implementarlas. El planeta Tierra no es infinito. Tiene determinada capacidad. No podemos seguir por este camino absurdo. Hay que frenar y generar vías de diálogo humanista, no tecnocrático ni economicista.  Es hora de hablar en voz alta.

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