Mi casa

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© Héctor Garrido

miércoles, 4 de enero de 2017

LA SOLEDAD PERFECTA

Tengo una imagen triste y extraña en mi memoria: José Saramago, con su traje negro y una corbata roja, sentado ante una mesita en una pequeña caseta. Solo, absolutamente solo.
Tenía cara de tristeza y desamparo. Estaba en El Retiro, en la  Feria del Libro de Madrid. Hace diez o doce años quizás. Eran los años finales de su vida. Alfaguara había publicado uno de sus libros pero los lectores -más bien los clientes- no aparecían para pedirle un autógrafo.
El pobre hombre, cumplidor y disciplinado, aceptó ir a promocionar pero la editorial evidentemente no hizo bien la publicidad. Nadie se enteró. Yo pasé casualmente por allí y lo vi tan compungido que sentí vergüenza ajena.
Me dio pena, pero a mí también me ha pasado tres o cuatro veces. Trabajo mal hecho de los organizadores. La última fue en México DF en octubre de 2015, el Hay Festival. Fueron unas 200 personas a la presentación de mi novela FABIÁN Y EL CAOS, pero la distribuidora mexicana de Anagrama se olvidó de situar los libros en aquel centro cultural. De tal modo nadie pudo comprar la novela. Puro Cantinflas. Ridículo mayor imposible.
Algo más simpático me pasó hace años en esa misma feria de Madrid. Fui a presentar la edición española de MELANCOLÍA DE LOS LEONES, realizada por Odisea, una editorial gay, de Chueca. Anagrama nunca ha querido publicar este librito "limpio" porque desentona con mi "sucia" sinfonía realista. La editorial Odisea compartía caseta con una editorial de lesbianas. Mis editores no hicieron publicidad. No se lo dijeron a nadie. No vendí ni un libro ni firmé nada, pero las lesbianas tenían a mano ron y coca cola. Terminamos achispados y amigos y nos divertimos. Saramago estuvo solo todo el tiempo. No tenía lesbianas alegres cerca, que le hicieran olvidar su soledad.
Claro, es sólo una imagen. Un recurso para ir más allá y hablar de la soledad del escritor. Mucho se ha escrito sobre el tema. Grandes escritores han sido solitarios perfectos y casi siempre un poco neuróticos. Recuerdo fácilmente, sin esfuerzo: J.D.Salinger; Thomas Bernhard; W.G.Sebald: Elfriede Jelinek: Grace Paley; David Foster Wallace.
Todos se pasaron la vida huyendo de las candilejas. La Jelinek fue un premio Nobel singular. Fue a Estocolmo, se vistió de largo, recogió su premio y su dinerito, dijo unas breves palabras y desapareció. Se supone que a los Nobel les hacen la vida imposible durante un año y que ellos deben aceptar todas las invitaciones. Pero la Jelinek se convirtió en un fantasma. Y creo que hizo bien. Jorge Amado, el brasileño, para poder escribir con tranquilidad tenía que huir de su casa. Una agencia de turismo de Salvador de Bahía incluyó la casa del escritor en su itinerario de autobuses diarios. Varias veces al día paraban los autobuses frente a la casa para que los turistas tomaran fotos e intentaran ver al escritor.
Con frecuencia recibo cartas saturadas de cariño de lectores apasionados que quieren venir a La Habana y propiciar un encuentro conmigo. Habitualmente no contesto y cuando lo hago les aconsejo que no conozcan a los escritores. No merece la pena. Es mejor quedarnos con los libros solamente. A veces me pregunto: ¿Qué más quieren saber de mí? En mis libros me entrego en strip tease. ¿Quieren más? Pues no. Lo siento pero no puede ser.
Yo conozco a muy pocos escritores, y me parece demasiado. Cuando nos encontramos hablamos poco y de cualquier cosa menos de libros y literatura.
Hoy en día la tentación generalizada de los escritores con cierto éxito es convertirse en personajes mediáticos como si fueran payasos o cantantes de rock. Y corren de feria en feria.
A veces me escriben lectores que sólo quieren saber si escribo algo y cuándo sale mi próximo libro. Les contesto: Por ahora no escribo nada. Por las tardes me siento en mi terraza a beber ron y a escuchar boleros. Y nada más. Soy un perezoso. Y un cantante de boleros frustrado.

7 comentarios:

  1. Hola Pedro Juan, yo fui a esa presentación en México, se mamó la distribuidora, yo aguanté hasta que llegarán unos ejemplares, estaba cara la novela de Fabian y el caos pero valio cada peso gastado. Cuando llegó un ejemplar al centr cultural ya te habias ido a desayunar al restaurante de enfrente, decidí no conocerte como bien lo dice tu texto, me gusta más tu voz en las novelas. Un abrazo!!

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  2. Acabo de estar en La Habana por primera vez. Publiqué mi primer libro en Lima, el 2012, cuando cumplía 50 años. Lo primero que leí de ti es un cuento "Tranquilo, Tigre, nada nuevo" y de hecho la calidad de la lectura me llevó a tus escritos en la "isliada" y este Rafael Grillo a tu blog. Y, sabes? Me hubiera gustado conocerte incluso sin haber leído todavía tu imprescindible trilogía. No te niego que me muero de ganas, pero me conecto más a ti por tu pasión de vida. Me conecto como un click a eso que dices que es camino de exploración incierta pero profunda y especialmenteatenta a los contraluces...así que lanzo mi botella al mar caribe desde las montañas rocosas con una nostalgia infinita por el mar detrás de la neblina limeña y habiendo cosechado yo mismo en pleno corazón contaminado de Denver unos dos kilos de quinta y diez de papas...

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  3. Quise decir dos kilos de quinua. Es la punta de un iceberg. Los ríos profundos de Arguedas en el subtexto de mi tristeza...

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  4. Afuera una alegreta inmensa, de conectarme con los que trabajan la tierra y se ensucian las manos.

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  5. Alegría inmensa.
    Muchos errores de tipeo que me alejan del teclado (prefiero escribir en cuadernos)

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