Me gusta creer que todo lo que escribo es autobiográfico. Incluso cuando escribo en tercera persona sobre gente muy diferente a mí siento que también estoy revelando fragmentos de mi vida porque siempre son personajes creados a partir de personas de mi entorno. Ningún escritor es inocente. No se inventa nada a partir de cero. No es nada extraño. Le sucede a todos los escritores. Es el gran problema de los escritores. Acabo de leer una entrevista que The Paris Review hizo a Raymond Carver hace algunos años. Dice Carver: "La narrativa que más me interesa posee rasgos que la refieren al mundo real...siempre hay algo, algún elemento, algo que me han contado o que he presenciado que acaba constituyendo el punto de arranque". Y más adelante: "Por supuesto, uno ha de saber bien lo que está haciendo cuando convierte en ficción las cosas de su vida. Ha de ser inmensamente osado, muy hábil e imaginativo, y estar deseoso de contarlo todo sobre sí mismo".
Claro, contar historias que han sucedido realmente, implica involucrar a otras personas. Es decir, hay que contar algo que sabemos de las vidas ajenas. Si creemos que merece la pena hay que arriesgarse y hacerlo. O quedarnos callados para no molestar. Hace unos días le pregunté por email a una prima que vive en Miami que me contara algo de unos tíos nuestros ya fallecidos hace años. Ellos se fueron de Cuba en los años ´60 y los perdí de vista. Jamás supe nada. No tengo intenciones de escribir sobre ellos. Al menos no lo he pensado conscientemente. Sólo quería saber algo de un modo sano y familiar. Mi prima me contestó largamente. Me dio muchos detalles y al final del email me escribe, socarrona y jocosa: "Recuerdo mucho más. Pero si quieres escribir un libro ahí tienes para empezar, porque con los escritores nunca se sabe".
Y sí. Ella tiene razón. Un escritor funciona con su memoria. Es lo esencial. Y se convierte en un vicio averiguar datos, situaciones, anécdotas de gente que uno conoce porque todo puede convertirse en literatura. Hay que archivar en la memoria. Yo a diario escribo apuntes de situaciones, de recuerdos, de comentarios que acabo de escuchar. Siempre tengo libretas y bolígrafos a mano. Me siento más tranquilo cuando escribo esos apuntes y no los confío sólo a la memoria. Me parece que en una libreta están a salvo por si algún día los necesito. Pero en realidad lo que hago al escribirlos es guardarlos en mi subconsciente. Es un archivo estupendo. Ahí se quedan en alguna gaveta. Y saltan cuando uno los necesita. Por asociación de ideas. Es un método infalible. Un almacén enorme que tengo siempre a mano. Con el paso de los años he descubierto que escribir poesía también es un modo de guardar apuntes de mi vida y de los alrededores. Lo comprendí cuando hace un par de años me puse a seleccionar poemas de nueve cuadernos que he publicado para preparar una selección. Finalmente ha sido publicada por la editorial Verbum, de Madrid, en 2015. Se titula La línea oscura, poesía seleccionada 1994-2014. Y para mí funciona casi como una autobiografía. En fin. La escritura surge allí donde hay antagonismo y conflicto. Y a partir de ese principio se escribe, como un proceso continuo de reflexión y de pensamiento. Tomar fotos también es un modo de hacer apuntes. La foto que encabeza esta nota es el teatro Campoamor, a un costado del Capitolio de La Habana. Así está hoy en día, 2016. Ese edificio y su historia puede ser un punto de partida de una novela. Regalo la idea al que le interese.
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ResponderEliminarSoy estudiante de arquitectura en España. Estoy realizando el proyecto final de carrera sobre Cuba. ¿ Podría ponerme en contacto con usted y facilitarme su correo electrónico ?
Eliminarel mio es: alicanteproyectoarquitectura@gmail.com
PJ, también las cicatrices en el cuerpo son apuntes. Así como las grietas de un edificio, o el dolor de algún órgano. Saludos maestro.
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