Mi casa

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© Héctor Garrido

martes, 26 de agosto de 2014

100 AÑOS DE CORTÁZAR



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Aquí tenemos a Julio Florencio Cortázar sentado en el Malecón de La Habana. La  foto es mala pero es poco conocida. Si nos esforzamos vemos una ola rompiendo detrás de él exactamente. Este martes 26 de 
agosto Julio cumple 100 años de nacido, en Bruselas, aunque posteriormente se crío y educó en Argentina.
Si me obligan a escoger sólo dos escritores desde los orígenes del planeta hasta hoy, me quedo con Kafka y con Cortázar. Si aprietan a uno sólo es Julio. Sin la más mínima duda. Amo su obra porque era un tipo juguetón, en un sentido profundo. Él lo explicó muchas veces: La literatura es un juego serio.
Si algo me jode en la literatura actual es el terreno que se pierde para la libertad total de expresión. La "corrección política" cada vez hace más daño. Es censura. Cuando un escritor se ve censurado por su editor pues ya él mismo se autocensura en el próximo libro. Es un círculo vicioso. Estamos muy jodidos. Tan jodidos como los robots.
Estoy convencido de que si Cortázar ahora mismo fuera un joven desconocido intentando colocar sus libros no encontraría editorial. Ni aunque estuviera ofreciendo Rayuela. Le dirían que es muy complicada y experimental, que no se vendería y que la simplificara y la hiciera entrar por el cauce tradicional de la narración de una novela. Nada de antinovelas. Cada día menos editoriales están dispuestas a correr riesgos y a publicar autores que rompan las estructuras y que echen a un lado la moral, las buenas costumbres  y las reglas al uso. Están a punto de extinguirse esos editores. Queda si acaso un par de especímenes en el inmenso bosque. Y están acosados por depredadores eficaces y mortales. 
Recuerdo que hace muchos años, en los '90, asistí a un cursillo de verano de tres días en Casa de Las Américas, en La Habana, sobre la obra de Cortázar. Lo impartía un reputado profesor norteamericano especialista en Cortázar. Muy documentado, pero lo único que recuerdo fue una anécdota. En la universidad donde trabajaba este señor organizan un congreso sobre la obra de Julio. Van decenas de investigadores y Cortázar también. Pero él nunca entró a las sesiones y dedicó aquellos tres días a pasear por los alrededores y a tomar el sol. Sólo entró un rato a la sesión final y pronunció unas palabras de agradecimiento. Aquel profesor no salía de su asombro y repetía que era muy extraña aquella actitud. "En vez de estar allí escuchando todo lo que se decía sobre su obra".
Aquel profesor era un fama. Y Cortázar un cronopio. Los famas nunca entienden a los cronopios. Opinan que siempre están equivocados. Los cronopios entienden perfectamente a los famas, pero les dejan hacer. Total. Da igual. Los famas creen que la vida funciona como un reloj. Y no entienden nada. Los famas seguirán mirando ansiosos sus relojes de pulsera, que -como sabemos- cuando se los quitan  dejan cuatro gotitas de sangre en la muñeca. El reloj entonces recoge sus colmillitos hasta que el fama de nuevo se lo ata en la muñeca a la mañana siguiente.
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En 1969 Julio se hizo una autoentrevista y se la envió a su editor en Barcelona para promocionar la edición española de Último round. Fue publicada en 2009 por Alfaguara en el libro Papeles inesperados, recopilación hecha por su primera esposa Aurora Bernárdez y por un editor, a partir de una buena cantidad de originales inéditos  que Aurora (que ahora tiene 93 lúcidos años) encontró en un armario en su casa. A continuación reproduzco un fragmento:
(Contestación a: ¿Vos creés, entonces, que las intenciones de tu libro no serán entendidas por la crítica magistral?)
-En todo caso ya verás que este libro será agredido por la Seriedad y la Profundidad y la Responsabilidad, todas esas gordas que se te tiran a los ojos con las agujas de tejer. Qué querés,eso viene de nuestro pecado original: la falta de humor de los españoles, sumada a la de los indios de nuestras tierras (Dios los crió y ellos se juntaron), nos fastidiará todavía un tiempo, pero salta a la vista que los lectores realmente alertas de estos años se han dado cuenta de que el espíritu sopla donde quiere, y que casi siempre es en algún libro que no está firmado por los serios de la literatura; la prueba, García Márquez. Con lo cual vamos muy bien, y ya verás que en pocos años acabaremos con las etiquetas y los úkases.



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