Después de un año sin escribir ni una letra en este blog (me he tomado un cómodo Año Sabático) creo que está muy bien recomenzar la tarea con una nota de agradecimiento a este señor: John Le Carré, que murió el pasado sábado 12 de diciembre 2020, en su residencia en Cornualles, al suroeste de Inglaterra.
Agradecido sobre todo por su novela El espía que surgió del frío (1963) que he releído unas cuantas veces, se le considera un clásico del género de espionaje, y me recuerda siempre el método de Graham Greene. Una novela bien escrita, con un buen argumento y una buena trama muy bien desarrollada, personajes definidos, creíbles y convincentes. Esto es muy difícil, como bien sabemos los que escribimos. La literatura tiene que ser creíble o no funciona. En otras de sus novelas no lo logra. En La casa Rusia, por ejemplo, algunos de los personajes esenciales están encartonados y son casi una caricatura. No convence.
Los periodistas ahora hablan de sus siete mejores novelas o de sus diez mejores novelas. Algunos llegan a decir que renovó el arte de la escritura de espionaje. Tenemos que recordar ante todo que no fue un buen escritor. Fue un artesano muy eficiente y disciplinado que conocía a fondo el material con el que trabajaba y fabricaba buenos argumentos para entretener y vender. Hasta ahí. Algunos de sus libros le salieron bien y otros muy mal. Entre los recomendables, además de El espía que surgió del frío, yo voto por El topo, su autobiografía Volar en círculos, y El hombre más buscado. Pero no soy un lector apasionado de novelas de espionaje así que seguramente se me escapa alguna que no he leído.
Muchas de las películas basadas en sus novelas son magníficas, como El jardinero fiel, El espía que surgió del frío, El topo, La casa Rusia y El hombre más buscado. Es que casi siempre enredaba demasiado las tramas y se lo ponía difícil al lector, que se despistaba y tenía que volver atrás a leer de nuevo. En las películas, claro, el guionista está obligado a simplificar y reducir.
Nunca aceptó premios ni distinciones y cada vez que le preguntaban por qué, respondía: "No creo que en literatura se pueda definir si este escritor es mejor o peor que el otro y desde el principio tuve claro que no quería entrar en ese juego. Si te dan el Nobel ya estás en el Olimpo. No lo creo".
No tuvo una infancia feliz. Su padre era un estafador y jugador compulsivo y su madre le abandonó a él y a su hermana cuando él tenía cinco años. Se crió y educó en instituciones, dijo una y otra vez a los periodistas. Estudió alemán y enseñó en el exclusivo colegio de Eton. En 1956 ingresó en el MI5, es decir la contrainteligencia británica. Cuatro años después pasó a la inteligencia, el MI6. Aunque nunca hizo trabajo de campo, de acción sobre el terreno, sino sólo fue oficinista que redactaba informes. Reconoció en varias entrevistas que sus superiores le llamaban la atención porque redactaba muy mal y le obligaban a corregir todas las chapuzas. Abandonó el MI6 en 1964 para dedicarse sólo a las novelas de espionaje ya que El espía que surgió del frío vendió 20 mil ejemplares en pocos días y el editor le aconsejó que siguiera escribiendo. Por supuesto, se pasó la vida diciendo a todos los periodistas que sus novelas no tenían nada que ver con la realidad y que todo era ficción. Así y todo sus exjefes lo detestaban. Al parecer durante su tiempo en el MI6 le impusieron algunas tareas un poco sucias y se arrepintió siempre. Era un hombre decente, con buen humor y simpático, según cuentan algunos periodistas que le entrevistaron. Y su gran obsesión era la ética de los espías. La moral, en un campo donde no existen esas categorías. En casi todas sus novelas se ventila este asunto de un modo u otro.
No tuvo el talento, por ejemplo de Graham Greene que escribía novelas y "divertimentos". Estos últimos eran simples novelitas comerciales para ganar dinero. G. G. lo tenía muy claro, y lo reconocía abiertamente con su espléndido pragmatismo británico.
Hace poco más de un año Le Carré confesó a un periodista español de la revista XL Semanal que padecía de cáncer "...pero he tenido una vida maravillosa y sólo quiero tener una buena muerte. Es lo que queremos todos, ¿no?" No se conocen los detalles de su funeral, que ha sido en privado. Ojalá sí haya tenido una buena muerte. Es lo que todos merecemos.
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