Aquí tenemos a Hemingway tomando notas o escribiendo sobre la marcha, como el buen periodista que siempre fue. Estoy releyendo en estos días una selección de 77 artículos y crónicas publicados por Hemingway entre 1920 y 1956. Escribió cientos. En diarios y revistas. De todos los temas y desde muchas partes del mundo. Este libro se titula Enviado especial y fue publicado por Planeta, Barcelona, en 1967, pocos años después de su muerte en 1961. Uno de los más extensos es El Gran Río Azul, publicado en "Holiday" en julio 1949. Es una larga crónica donde explica por qué le gusta vivir en Cuba. No lo dice todo. Sólo algo. Era cuidadoso y no revelaba detalles de su compleja y enrevesada vida privada. Después de dar vueltas para situar al lector, entra a hablar de la pesca de la aguja en la Corriente del Golfo, que le apasionaba. Hasta da detalles técnicos sobre el tipo de aparejos, señuelos y carnadas que utiliza en cada época del año en relación con los peces que quería capturar.
Escribía siempre desde un punto de vista personal, casi protagónico, en primera persona, y muy metido en el ambiente, de tal modo que no "describe" desde fuera sino que narra desde adentro, de un modo convincente. Acumula detalles, datos, situaciones, diálogos, todo muy bien imbricado de tal modo que el texto siempre parece, y es, un relato narrativo único. No atormenta al lector con disquisiciones y opiniones personales sino que le aporta elementos para que el lector reconstruya la crónica a medida que lee. El lector está obligado a participar.
Desde adolescente he leído mucho a Hemingway por eso me causó tanta gracia lo que Tom Wolfe escribió en 1973 en el prólogo de su libro El nuevo periodismo. Decía que el periodismo literario acababa de irrumpir en el mundo y que los novelistas ya habían quedado atrás de un modo definitivo y mortal. Era una promoción comercial y nada seria. Wolfe siempre ha sido un buhonero vulgar y nada más. Antes de los periodistas que Wolfe incluía en su antología brillaban ya en el relato periodístico Daniel Defoe, el Dr. Samuel Johnson, Henry Stanley, y otros muchos, Hemingway entre ellos, por supuesto.
Dicho lo anterior quiero terminar con una cita tomada de La tumba inquieta (1944 - 1945) de Cyril Connolly: "Cuantos más libros leemos, antes nos damos cuenta de que la verdadera misión de un escritor es crear una obra maestra, y que ninguna otra tarea tiene la menor importancia...Todas las incursiones en el periodismo, la radio, la propaganda o los guiones cinematográficos, por grandiosas que sean, sólo pueden resultar decepcionantes. Poner lo mejor de nosotros en esas formas de expresión es otro desvarío, ya que así condenamos tanto buenas como malas ideas al olvido eterno".
Connolly no fue básicamente un escritor de ficciones o de poesía. Era un brillante ensayista, editor y crítico literario ante todo, escribió una sola novela ya felizmente olvidada, así que no tenía por qué saber cómo funcionan los escritores de ficción. Lo cierto es que uno a veces está agotado de tratar con personajes retorcidos, furiosos, agresivos o lo que sea. Gente mala y que viven in extremis, quiero decir. Generalmente los personajes de un cuento o de una novela son gente al borde del abismo. Y nos saturan, nos sobrepasan, de tal modo, mi querido Cyril, a veces tenemos que poner cierta distancia entre ellos y nosotros, olvidarlos en aras de nuestra propia salud mental. Y escribir unos poemas o estas pequeñas crónicas para publicarlas en alguna revista o en este blog, así de simple, camarada.
Hola, Pedro Juan. Mi nombre es Rubén Darío y soy periodista. Viajo a La Habana en septiembre y quisiera encontrarme contigo ya que quiero escribir un perfil tuyo para la revista El Malpensante de Colombia. Te dejo mi correo por si acaso, para que podamos comunicarnos mejor. (pulsacionliteraria@gmail.com). Te agradezco mucho.
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