Leí hace muchos años En brazos de la mujer madura, un best seller del húngaro Stephen Vizinczey. Y me pareció un librito flojo, intrascendente, y olvidable. Ahora lo he releído en pleno mes de agosto, de vacaciones en una playa y sin aspirar a mucho. Y lo cierto es que he disfrutado. No es una novela, como los editores -por razones comerciales- se esfuerzan en reiterar. Es sólo una colección de capítulos, como pequeños cuentos cortos, en los que el autor relata algunas de sus aventuras juveniles, y su fascinación, con mujeres mayores. Él participó como combatiente en las calles de Budapest durante la revuelta de 1956 contra la dictadura comunista. Pero es obvio que no quiere escribir sobre política y revueltas así que apenas se refiere al hecho en unos pocos párrafos y relata cómo logra escapar a Roma y después se va a Canadá. Creo que es un libro doloroso más por lo que oculta que por lo que dice. Ese fenómeno nos pasa a veces a los escritores. Queremos esconder algo que es amargo y sólo el lector inteligente y agudo entiende que hemos tendido una cortina de humo sobre algo fuerte o demasiado enrevesado. Por ejemplo, cuando hacia el final del libro Vizinczey dice que ahora quiere irse de Canadá a USA, escribe: "Será que algunas personas, una vez que han abandonado el escenario de su infancia, no pueden quedarse definitivamente en un sitio; o será que, por mucho tiempo que pase en este continente, nunca podré sentirme como en mi casa y por eso he de ir de un lado a otro".
Ya. Suficiente. Es el lector el que tiene que poner el resto y comprender la enorme tristeza y desamparo que invade a este hombre que en 1965, con 32 años, escribe y publica por su cuenta este libro en el que confiesa su amor enorme por su madre y su preferencia decidida por las mujeres mayores. "...al cabo de todos estos años todavía no me he ajustado al Nuevo Mundo...". Como buen poeta sabe que es mejor decir mucho con poco. No explicar demasiado como hacen los malos escritores que escriben novelones inleíbles de 600 páginas que se nos caen de las manos. Después de En brazos... escribió otros libros y enunció una lista de consejos: Los Diez Mandamientos del Escritor. que no están mal pero tampoco son un primor. Por ejemplo, el primero: "No beberás, no fumarás ni te drogarás" es una tontería mayúscula de burgués petulante y otros son espléndidos como el noveno: "Escribirás para tu propio placer".
Ahora Vizinczey tiene 84 años y nos deja algunos libros que están muy bien. No tan fuertes y concentrados como los de Milan Kundera, por ejemplo, su contemporáneo que también fue marcado a fuego en Praga por la dictadura comunista y escribió con dureza y se empleó a fondo. Pero, en fin, hay de todo en la viña del señor y eso es bueno.
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