Por la mañana llamé a
un primo que vive en el pueblo de mi familia. Hablé con su esposa y me alertó:
“Por las tardes está borracho. Bebe mucho. No lo llames por las tardes. Me
tiene preocupada porque se sienta en un sillón y habla solo. Bebe y habla solo.
Después se acuesta y no come. No sé qué hacer”. Yo pensé: Cualquier día el
hígado se revienta y se acabó. Pero hay que ser más positivo. Le dije: “Pues no
sé qué decirte. Llamo sólo para saber cómo están, pero ya veo…” Hablamos un
poco más. Después por la tarde salí y me tomé una cerveza. Mucho calor y
humedad, en pleno diciembre. Me agota.
En el bar había un tipo alardeando,
sentado en una mesa. Joven, con cadenas de oro, fuerte y musculoso pero con una
barriga cervecera. Y una puta bellísima encima de él. Sabía escoger. Una puta
cinco estrellas. El tipo mantenía una charla interminable, más bien un
monólogo, con el camarero, que le escuchaba con atención por las propinas y
porque no había más clientes. El tipo habla del dinero que gana y lo bien que
le va en Miami. Y lo fácil que es quedar fuera de todo y que te
aparten como a un perro. Un tipo espontáneo. Habla muy alto, y se pavonea.
Tiene mucha necesidad de ser escuchado. Yo, en otra mesa, alejado, le oía
perfectamente. Hizo toda la historia de cómo se fue de aquí y lo duro que fue
al principio hasta que se encaminó. “Sin blandenguería, dice, si te pones
blandito te machacan y te hacen picadillo. Aquello es pa gente dura. Tienes que
machacar tú antes que te machaquen”.
Pedí una segunda cerveza, para seguir
escuchando. Era un espectáculo gratuito. The
Show of The Winner! Todo una performance. En un rincón hay un televisor
grande, transmite una reunión internacional de políticos que hablan y prometen
sin parar, se regodean en sus embustes y mentiras. Pero el volumen está en
cero. El barman cogió el control remoto y puso un canal de música latina.
Baladas tropicales de amor. Culos , tetas, playas, bocas seductoras, todo
espléndido y prometedor bajo los cocoteros.
Entonces el mulato se calló y
empezó a besarse con la puta. Llamó al bartender, le dio una propina de diez
dólares y empezó de nuevo a hablar en voz muy alta, por encima de la música.
Sobre el negocio de autos usados y de grúas de carretera. “Yo manejo una grúa. Gano
mucho dinero pero son 24 horas, 7 días a la semana. No descanso. En la cabina
de mi grúa tengo un letrero que dice: Time
is money. ¿Sabes lo que significa eso?”, le pregunta a la mulata. Ella le
dice que no. Él se ríe a carcajadas y le contesta, muy alto, rabioso: “Que
pasan los días y no puedo hacer el amor con mi esposa. Está muy bien. Una
mulata muy rica. Se parece a ti. Tenemos dos hijos pero sigue igual que cuando
tenía 20 añitos. Llego muerto de cansancio. Me ducho y me duermo. Y eso es
duro. Siempre me despiertan de madrugada. Siempre. De madrugada cobro el doble.
Es así”. Y la puta le dice: “Bueno, papi, pero ahora estás descansado. Ya no
tomes más. Vamos”. Pero él sigue hablando. Y bebiendo ron. Queda muy poco en el
fondo de la botella y le pide al barman que le traiga otra: “Añejo, 10 años,
reserva especial. ¡Esto es hasta mañana! ¡Aquí hoy no cerramos! ¡No cerramos
nunca! Twenty four hours seven days at week!".
---Este texto forma parte de un libro que escribo ahora y que se titula La línea oscura.
Hola Pedro Juan:
ResponderEliminarConocí tu literatura a través de Vincent Delbrouck y siempre me gustó. Hace unos días estuve en La Habana y me parece ahora que, tantos tus textos, como las fotos de Vincent, las puedo entender mejor.
Me gusta muchísimo la manera que tienen tus personajes de ver la vida, muchas de tus reflexiones en los cuentos me sirven también para hacer imágenes (soy fotógrafa también) Y me gusta también eso de llevar al límite la literatura, que es lo que justo estoy tratando de hacer con mi fotografía.
Y ya, te agradezco por eso. Y te sigo leyendo.
Saludo grande desde Veracruz, México
Lola