Mi casa

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© Héctor Garrido

sábado, 25 de abril de 2015

CERVANTES INDIGNADO

Aquí tenemos a Juan Goytisilo, en Alcalá de Henares, con los Reyes de España, pero vestido con un blazer y una corbata vieja y ajada. Dice que es la única que tiene desde hace 35 años. Se negó a vestirse de chaquet para la ocasión. Recibió el Premio Cervantes el 23 de abril y con sus 81 años demostró que el que tiene vergüenza y dignidad la mantiene hasta la tumba.
Lo habitual en estas ceremonias anuales tan escenográficas y envaradas es que el homenajeado diga palabras complacientes y agradecidas. En muchas ocasiones llegan a la grandilocuencia y la desmesura.  Goytisilo hizo todo lo contrario. En un discurso breve y directo de unos diez minutos soltó todo lo que tenía que decir en su legítima y permanente indignación: "Ser objeto de halagos por la institución literaria me lleva a dudar de mí mismo, ser persona non grata a ojos de ella me reconforta en mi conducta y labor".
Al principio de sus palabras dijo: "Los escritores se dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción. El encasillado en la primera cuida de su promoción y visibilidad mediática, aspira a triunfar. El de las segundas, no".
Goytisilo ha vivido desde los 25 años fuera de España. En Estados Unidos y Francia, ahora en Marruecos. Con una extensa obra en novela, cuento, poesía, ensayo y periodismo, hace algún tiempo aseguró que ya no escribiría más narrativa "porque no tengo nada más que decir". Y se ha dedicado a escribir poesía sobre todo.  En 2008, cuando publicó su última novela: El exiliado de aquí y de allá, en  Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, aseguró a El País algo que constituye una lección esencial para cualquiera que intente ser escritor: "Cada cual debe buscar su camino. Desconfío mucho de las clasificaciones de los profesores, de las generaciones. Cada escritor es una anomalía. Alguna vez me han dicho que era un escritor raro y siempre pienso que Cervantes se definía a sí mismo como raro inventor. La literatura es el dominio de lo raro. Un creador ha de ser  consciente de que hace algo nuevo. Si no, no merece la pena escribir. Aunque te arriesgues a la incomprensión".
Cada vez quedan menos escritores así. En algunas ocasiones he escuchado a jóvenes aspirantes a escritores cuya única preocupación es la fama, el prestigio mediático, agradecen con reverencias que los hayan incluido  en tal o cual grupo o generación o corriente o ismo. Viajan desesperadamente a donde quiera  que los inviten para figurar en la escena y buscar reconocimiento. Alguno más excesivo y con una fuerte dosis de ingenuidad me ha confesado que su propósito esencial es convertirse en millonario. Son los tontos que tienen que andar siempre con el ordenador a cuestas para escribir en hoteles y aeropuertos porque ni se imaginan que escribir es  un acto solitario, sagrado y místico. Si asumen la literatura como un simple negocio no pueden pensar que la escritura es ante todo un rito sagrado e inexplicable. Y yo he pensado: "Estamos muy jodidos", y hasta me he puesto un poco triste porque a veces los imbéciles así llegan en oleadas. No es uno. Son muchos. Por suerte siempre hay algunos, pocos, que se mantienen con la rebeldía y la furia en el corazón, que saben  -como decía Gunter Grass- que un escritor debe ser la conciencia crítica de la sociedad. En fin. Me quito el sombrero ante el Maestro Goytisilo. Menos mal que nos queda alguna reserva  moral en esta época marcada por el jodío espíritu mercantilista.

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