Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 7 de julio de 2014

SIN PRETENSIONES

Esto es el teatro Sauto, de Matanzas. Un grabado del siglo XIX, pero hoy se mantiene igual.  Es una joya. Yo viví toda mi infancia y juventud a una cuadra, por atrás de ese edificio. Un lugar privilegiado ahora que lo pienso porque a dos pasos está la bahía y las desembocaduras de los ríos Yumurí y San Juan. También a dos pasos La Marina, que era el barrio de las putas. En aquella época, después prohibieron las putas y cerraron los bares.Un barrio muy especial. Emigrantes, pequeños negocios, ruido, dinero, putas, marineros, uff, había de todo. Cuento algo en El nido de la serpiente y en algún otro libro.
Detrás de ese edificio existía un pequeño museo sin pretensiones. El museo de Matanzas. Lo más llamativo que tenía era unas pulgas vestidas por indios guatemaltecos. Yo entraba casi todas las tardes, cuando regresaba del colegio, a mirar las pulgas a través de una lupa. Las vi detenidamente cientos de veces. Para mí era un misterio, y lo sigue siendo, adivinar cómo habían vestido a esos animalitos asquerosos.  Una era un hombrecito con sombrero y guayabera y creo recordar que hasta un tabaco en la boca. Y la otra una mujer con un vestido de satén y de algún color brillante. Además, había unos mantones de manila, unas peinetas y algunas otras  cosas sencillas e intrascendentes. Las vedettes eran las pulgas. Así que el museo no tenía importancia ni aspiraciones.
Pero la vida está hecha de imprevistos, situaciones inesperadas, sorpresas, como dice la canción: "Sorpresas te da la vida, sorpresas...". Y así fue. Hacia 1963 más o menos se preparó un gran dragado que harían en la bahía. Esas limpiezas del  fondo hay que hacerlas cada una cantidad de años en los puertos comerciales, para mantener el calado  necesario para los buques. 
Entonces algunos señores del Banco Nacional se acordaron de algo fabuloso que había sucedido  en aquella bahía: el 10 de junio de 1628 el holandés Piet Hein (corsario según los españoles, Almirante y héroe para los holandeses) atacó y capturó la llamada Flota de las Indias. También conocida por Flota de Plata. Dieciseis barcos cargados de oro, plata, esmeraldas y otras piedras preciosas, además de cochinilla, especias y otros productos  muy valiosos.  Salían de Cartagena de Indias y de Veracruz ya cargados con los tesoros. Se reunían en el puerto de La Habana donde cargaban agua, carnes saladas y provisiones y partían fuertemente custodiadas a cruzar el Atlántico hasta llegar a La Torre del Oro, a orillas del Guadalquivir, en Sevilla.
Piet Hein los asedió y capturó la Flota a la entrada de la bahía de Matanzas. Se sabe que hundió algunos barcos y que saqueó otros. Así que era lógico suponer que cuando empezara a fluir un enorme chorro de lodo del fondo de la bahía y a depositarse en la orilla, en una zona cercana al puerto, sólo habría que cernir el fango y buscar un poco. Los lingotes de oro y plata aparecerían ahí para engrosar  las empobrecidas arcas del Tesoro Nacional. Recordemos que los cubanos pasamos una época apretada en esa década del '60. Lo cual se ha olvidado. Ahora se recuerda la más reciente crisis de los '90, pero en los '60 también hubo un hambre de cuatro pares. No se me olvida. He sido testigo in situ de una y otra. Y he  logrado reponerme de la anemia en ambas ocasiones.
Empezó el dragado y recuerdo que el Banco Nacional tenía allí una mesita con unos funcionarios listos para recoger los lingotes en cuanto brillaran maravillosamente entre el lodo. Había una gran cantidad de gente avispada, yo entre ellos, que ya tenía 13 años y había que buscarse la vida, revolviendo el fango. No apareció ni un lingote. En cambio comenzaron a aparecer otras cosas imprevistas: cucharas, tenedores, medallas militares, botones metálicos de uniformes, trozos de vajillas, pipas holandesas de cerámica, monedas, hebillas de cinturones,  etc.  El humilde museo matancero reaccionó con una dinámica digna de elogio. Pusieron  otra mesita con unas cajas de cartón vacías para recoger todo aquello.  Pagaban unos pesitos por cada pieza. Muy poco, pero como el oro no aparecía...Y el dragado duró meses y meses. Así que por esas fechas el museo tuvo que  ampliarse. Se mudó a un local mucho más amplio donde podían colocar aquellas piezas además de una sala dedicada a la batalla de Playa Girón, de abril 1961. Y así, sin pretensiones, aprovechando las sorpresas que da la vida, se convirtió en un gran museo.

1 comentario:

  1. Estas seguro que el oro y la plata no apareció, si es cierto lo del corsario tiene que haber estado alli, a que cuenta fue a parar es loque me pregunto, lo s del banco nacional con su mesita puede haber sido como dicen en Norteamerica una distraccion.

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