Todos los años me pasa lo mismo en el verano: la fiebre por la poesía visual. Creo que es cuestión de biorritmo. Trabajo tan intensamente todo el año que al llegar el calor me relajo automáticamente: gimnasio, playa, cervecita, ron con cola, lecturas lentas, y poesía visual. Estos a la izquierda los acabo de hacer. Son collages con un texto muy breve. Les llamo poemas visuales. En realidad son pequeñas historias. Cada poema cuenta un pequeño relato. No lo cuento yo, tiene que inventarlo el que mira el poema. Yo sólo le doy algunos elementos, como un rompecabezas.

Yo me limito al juego de deconstrucción y rearme de la realidad. Creo que es lo que me gusta. Utilizar todas las revistas, periódicos, invitaciones, catálogos, todo lo que cae en mis manos. Igual que los niños cuando rompen los juguetes para ver que hay adentro. Si intentan rearmarlo sale otra cosa, pero nunca será de nuevo el juguete seriado que salió de la fábrica. Creo que es lo mismo que hago en mis libros y en la vida: romper cosas, desarmarlas y con esos elementos fabricar algo nuevo. Siempre algo nuevo.
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