Mi casa

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© Héctor Garrido

viernes, 11 de julio de 2014

LEJOS DE CASA

Ahora se pone de moda el viaje a Marte. Cada vez hay más planes y proyectos. Abunda la información sobre el tema. Uno de los problemas que  enfrentarán los astronautas que viajen a ese planeta es que perderán de vista a la Tierra. Serán los primeros seres humanos que perderán contacto visual con nuestro planeta. Es decir, se sentirán perdidos, y se desconocen las consecuencias sicológicas de esta situación en un viaje que se extenderá por más de dos años y con un alto nivel de riesgo, sobre todo para regresar a casa. Uno de los proyectos hasta plantea que puede ser un viaje sin regreso. Lo que me parece una barbaridad total. 
El hombre es un animal de hábitos. Nos da seguridad saber que controlamos lo que sucede a nuestro alrededor. Y que si nos despertamos de madrugada podemos ir al baño en medio de la oscuridad sin tropezar con muebles  y paredes porque  conocemos  de memoria el caminito.
En un diario de José Lezama Lima, que se publicó hace unos años en La Habana -muy mutilado porque alguien, seguramente su esposa, recortó todos los fragmentos que podían ser peligrosamente íntimos- él narra lo entusiasmado que está porque la Universidad Central, en Santa Clara, le ofreció un cargo de profesor de literatura. Él lo aceptó y hasta preparó un texto ad hoc para sus clases. El día señalado viajó a Santa Clara, a unos 300 kilómetros al  este de La Habana, y pasó una noche tan terrible de ansiedad, pánico y terror en la habitación del hotel, que sencillamente regresó a  su casita en Centro Habana y se desentendió de aquella universidad.
Por supuesto,  los sicólogos pueden explicar con detalle este miedo a alejarse de casa. Supongo que muchos hemos tenido experiencias desagradables en algunos momentos de tensión. Pánicos y angustias nocturnas al descubrir que "estamos lejos" del hogar. Y por tanto no lo tenemos todo bajo control. El Tao, el budismo, el Zen, y en general, las filosofías orientales, intentan que comprendamos y practiquemos el concepto del vacío. Lleva tiempo y voluntad interiorizar ese concepto. Y quizás todo se quede en la intención. Sentir que todo el universo está en mi interior y que yo soy todo el universo. Sin tiempo ni espacio. El miedo se disuelve. Y  entonces la otra verdad: El infinito.

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