Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 27 de julio de 2015

EL REY DE LA HABANA

La novela EL  REY  DE  LA  HABANA  la escribí en 57 días, medio enloquecido, en el verano de 1998, en mi casa en Centro Habana. Yo había terminado Trilogía sucia de La Habana después de tres años de escritura, entre 1994 y 1997. Y se me quedaron dos personajes dando vueltas. Pero ya Trilogía  tenía 60 relatos, organizados, o desorganizados, dentro de tres libros así que no quería escribir ni una palabra más sobre el tema. Trilogía me había dejado demasiado extenuado. Interiormente quiero decir. Me sentía  agotado. No obstante Reinaldo y Magdalena seguían dando vueltas a mi alrededor. Eran dos personas de carne y hueso a las que veía casi a diario, con quienes hablaba y, además, yo tenía adentro toda la historia. De algún modo dentro de Reinaldo había muchos Reinalditos y dentro de Magdalena muchas Magdalenitas. Quiero decir, eran personajes-símbolo. Representaban o encarnaban a mucha gente parecidos a ellos. Con vidas trágicas, marcadas   por la miseria.
Una mañana, decidí empezar a escribir. Pensé que sería un cuento de 7 páginas. Casi todos mis cuentos  los escribo en 7 hojas de papel. No sé por qué. La mayoría llegan a 7 hojas. Que es mucho para un cuento. Cuando estoy más en forma los dejo en 4 ó 5 páginas y  quedan  mejor. Pero este relato empezó a extenderse. Fue en julio y agosto de 1998. Así que escribía tomando café, té y aspirinas y agua. El calor me resta fuerzas y me aplasta. Pero fui enloqueciendo. Dejé de bañarme, no me cambiaba de ropa, no comía. Sólo bebía ron y fumaba uno o dos tabacos por la tarde. Por la mañana me levantaba temprano, tomaba café solo y me sentaba a escribir a mano, después pasaba a máquina y sobre las dos de la tarde  cogía un tubo de pasta de dientes y me iba al mercado de Cuatro Caminos a sentarme por allí con los viejos vendedores, con las mujeres que venden jabitas de nylon, con las jovencitas putas recién llegadas de la zona oriental. Y allí, conversando con ellos y tratando de vender el tubo de pasta de dientes se me iba la tarde. Al final compraba una botella de ron, casi siempre había algún encuentro furtivo con alguna de aquellas muchachas y, ya medio en nota, regresaba a mi casa. La mujer que era mi pareja entonces no entendía qué me pasaba. Estuve semanas sucio, sin bañarme, casi sin comer, apestoso a rayo, bebiendo como un loco, arisco, no quería hablar con nadie. Me sentía furioso como un demonio y confundido, pero con una energía enorme. Seguía bebiendo hasta terminar la botella y me acostaba a dormir. A veces mi mujer lograba que comiera unos plátanos fritos o unas croquetas,  algo así, muy ligero. Me dormía a medianoche. Pesadillas toda la noche y al día siguiente, temprano tomaba café, revisaba lo que había escrito el día antes, y seguía escribiendo sin parar. 
Así día tras día. Ya les dije, en 57 días escribí la novela. Los últimos cuatro o cinco días estuve escribiendo y llorando porque quería cambiarlo todo. Pero no había remedio. No había forma de cambiar nada. Como en las tragedias griegas. El héroe tiene un destino y no hay modo humano de cambiar ese destino. Cuando puse el punto final hice una sola revisión de todo el material, pasé en limpio a máquina toda la novela y la di por terminada. En unos pocos días recuperé la cordura, me bañé, me puse ropa limpia, y mi cabeza cambió. Anagrama la publicó en octubre de 1999, un año después de haber publicado Trilogía sucia de La Habana, que ya tenía 11 ediciones y se estaba traduciendo en unos cuantos países. En fin. Las novelas siempre me ponen mal. Siempre. Me trastornan. Recuerdo muy bien cómo me sentía cuando escribía cada una de mis novelas. Eso no me sucede con los poemas y los cuentos. Sólo las novelas tienen ese poder destructivo. Pero  ninguna me ha trastornado tanto como El Rey de La Habana.
Ahora el director Agustí Villaronga está terminando una película basada en la novela. La estrenarán en cines de España el  viernes 25 de septiembre. En Cuba el instituto oficial de cine no le permitió rodar ni un plano, así que tuvieron que hacerla en República Dominicana. En Facebook pueden buscar detalles de  la producción y el rodaje:
https://www.facebook.com/elreydelahabana?fref=ts


8 comentarios:

  1. Siempre es un placer leerlo Maestro. Un abrazo desde el Norte de México; desde la ciudad de Saltillo Coahuila.

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  2. Desde que descubrí este blog me he vuelto asiduo lector. Y justo ahora que estoy leyendo "El Rey de la Habana", me doy cuenta que hay una entrada sobre el libro. Es fascinante como una persona tiene que empaparse de la escritura para poder expresar lo que tiene en la cabeza, como tuviste que transformarte casi en la imagen de Rey, para poder contar esa historia. Gracias por estas letras, he tenido el gusto de leer Trilogia sucia, El insaciable hombre araña y ahora el Rey. Los demas son muy dificiles de conseguir aca en México.

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  3. Tus libros están agotados en México desde hace año y medio. Espero se pueda hacer algo al respecto. Saludos.

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  4. Estimado don Pedro

    Quiero agradecerle profundamente por esta novela tan cruda y sexual. Este tipo de narrativa pujante es lo que se necesita en estas épocas. La construcción de los personajes durante "el periodo especial" escenifican la dura crisis que tuvieron que vivir.
    Esta novela es un tractor desenfrenado, un bulldozer bien aceitado. ¡Magnífica obra!

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  5. Me alegro que te haya gustado la novela, para mi es de mis preferidas por esa ambientación que te da y que te hace participe de cada diálogo, una obra maestra
    http://www.desatrancodetuberias.es/servicios/desatrancos.html

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  6. Este año he tenido la suerte de poder visitar La Habana, de conocer a mi familia cubana, pero parecía que no era la primera vez que paseaba por esa ciudad. Sus aromas, sus calores, sus sudores, su musicalidad, su sensualidad... me eran familiares y todo se lo debo a sus libros, a su personajes, esos habaneros auténticos, luchadores, batalladores y sensuales.
    Muchas gracias por haberme transmitido esas pasión por La Habana, por Cuba.

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