Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 15 de febrero de 2021

ESCRITORES PELIGROSOS

 

Aquí estoy en los años ´80 entrevistando a Mario Benedetti (1920-2009) para la revista semanal Bohemia. En esos años entrevisté a muchos escritores que visitaron  La Habana. 
Entre ellos Gunter Grass, Ernesto Cardenal, Eduardo Galeano y unos cuantos más.
No era fácil. Por lo general se negaban a la entrevista y yo tenía que insistir mucho para que aceptaran.
Entonces no entendía. Ahora sí. Todos eran escritores ya consagrados internacionalmente, aburridos de ser entrevistados y no necesitaban perder una hora en conceder una entrevista para una simple revista cubana de generalidades.
Algunos eran bromistas. Gunter Grass por ejemplo, se puso muy serio y me dijo: "No le puedo conceder una entrevista, pero si usted me sigue en cada presentación en público yo le contestaré una pregunta en cada ocasión". Y así fue.  Tuve que perseguirlo por toda La Habana. Le hacía mi pregunta, él respondía con rigor y si yo intentaba hacer una segunda pregunta me daba la espalda, indignado, y concedía la palabra a otra persona. Un pacto de caballeros hay que respetarlo. Sólo que los periodistas si son muy caballeros se mueren de hambre.
En los años que trabajé como periodista, de 1972 a 1998, disfruté mucho las entrevistas a personalidades. Bailarinas, cosmonautas, pintores, científicos sobresalientes, escritores. Ahora la editorial Loynaz, de Pinar del Río, Cuba, publicará en breve un libro que reúne algunas de esas entrevistas y una pequeña selección de crónicas. Se titula Escritores peligrosos, lo cual hace referencia precisamente a un momento de la charla con Benedetti, que al final la disfrutamos los dos. El fotógrafo, Humberto Mayol, tomó algunas fotos en diez minutos y se despidió. Fue en la habitación del escritor, en el hotel Capri. Cuando el fotógrafo se fue, Benedetti se relajó. Se quitó los zapatos y las medias, se masajeó los pies, un poco inflamados, se sentó en la cama con los pies en alto. Y así, relajados los dos, hablamos de todo durante más de una hora aunque habíamos pactado sólo 30 minutos.
A quien nunca pude atrapar fue a García Márquez, que pasaba largas temporadas en Cuba. Como se sabe, Fidel y él eran buenos amigos. Conseguí el teléfono de su casa, alejada y protegida en el reparto Siboney. Siempre me salía Mercedes Barcha, su esposa, al teléfono. Y me contestaba: "Oh, no, está en la ducha". Tres o cuatro veces.  A la cuarta o la quinta le dije: "¡Coño, se va a desteñir!". Me colgó. Y se acabó. No llamé más. 

2 comentarios:

  1. Se le ve muy joven a usted en esa foto, Feliz 14 de febrero es usted un escritor maravilloso ,me encantaría conocerle en persona.

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