Mi casa

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© Héctor Garrido

martes, 27 de mayo de 2014

DOCTOR LIVINGSTONE, I SUPPOSE

Estoy leyendo de nuevo  Through the Dark Continent, de Henry M. Stanley.  Es la edición príncipe, de Harper & Brothers, New York, 1878. Tengo sólo el tomo II y las hojas se deshacen. La humedad destruye todo en este país. Lo rescaté hace muchos años. No creo que fue un robo. Técnicamente no fue un robo. Estaba en un rincón de un caserón enorme en El Vedado, La Habana. Una casa que servía de alojamiento temporal a periodistas. Estuve alojado allí unos días y presentí que aquellos libros viejos  y polvorientos en cualquier momento terminarían su vida en la basura. Así que obedecí a mi intuición y   lo salvé de la muerte.
Tiene momentos poéticos. Pocos. Los busco lentamente. En medio de largas y tediosas descripciones sobre la organización de las tribus que encuentra, la flora exagerada y la fiereza de los animales depredadores africanos. Los grabados y los mapas ayudan. ¿Por qué no tomaba fotos?  Bueno, lo entiendo. El equipo fotográfico en esa  época era pesado, frágil y complejo. Los grabados en cobre son de una belleza extraordinaria. Stanley era un periodista pragmático. Y miedoso. Temía a los negros: "A traveller in these regions, where the people are so superstitious is leable at any moment to be the object of popular fury".
Un popular periódico londinense lo había enviado a localizar al Dr. David Livingstone (1813- 1873), médico, explorador y misionero. Realizó informes muy exactos de astronomía, zoología, botánica y geología. En la Gran Bretaña victoriana era considerado un héroe nacional. Descubrió las cataratas de Victoria, las fuentes del Nilo, etc. Llegó a Africa del Sur en 1841 como ministro de la Sociedad Misionera de Londres. No se supo nada de él durante años. Al fin, Henry Stanley, tras una larguísima y complicada  expedición logró  encontrarlo en 1871 a orillas del lago Tanganica. Stanley -teatral y pomposo- pronunció entonces su famosa frase mientras le extendía la mano: "Doctor Livingstone, I suppose". Exploraron algo más juntos. En marzo de 1872 se separaron y tomaron caminos diferentes. Livingstone se negó a regresar a Inglaterra. Estaba convencido de que su misión era llevar la palabra de Dios a aquellos "salvajes".  Murió el 1 de mayo 1873 debido a la malaria y la disentería. Su cadáver, bien envuelto en sal, fue trasladado a Inglaterra y enterrado con honores en la Abadía de Westminster. Un toque romántico: Aseguran que los africanos enterraron su corazón bajo un árbol. Decían que su corazón estaba en Africa.
Stanley logró regresar sano y salvo a Londres y se tomó casi seis años para escribir este libro que ahora yo hojeo de vez en cuando y forma parte de mi pequeña colección de  libros antiguos. La joya de la corona es un libro  mexicano de oraciones, del siglo XVII. Delicioso. Ya escribiré algo sobre ese pequeño, al que no sé cómo proteger de la humedad corrosiva.

1 comentario:

  1. Excelente post Pedro Juan, larga vida, nunca dejes de escribir, nos vemos en el infierno. Un Abrazo desde el México sangriento.

    P.D. Pon ese libro en dos bolsas de plástico y reza.

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