Mi casa

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© Héctor Garrido
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lunes, 25 de febrero de 2019

AL FIN TRILOGÍA SUCIA EN CUBA

Al fin existe una edición cubana de la Trilogía sucia de La Habana. La presenté el pasado viernes 15 de febrero 2019, en la sala Villena de la UNEAC, en La Habana.
La primera edición de este libro se produjo en octubre de 1998 por Anagrama, en Barcelona. Desde entonces se ha publicado en más de 20 idiomas y existen no sé cuántas ediciones en español. Ahora saldrá en audiolibro en español, por Amazon. En la presentación agradecí a la editorial Unión pero sobre todo a Thelma Jiménez, mi editora allí, por su perseverancia y profesionalidad. Dije: "De acuerdo al tango que cantaba Carlos Gardel, 20 años no es nada. Estoy de acuerdo. Como se pusieron las cosas en enero de 1999, siempre pensé que me llevaría mucho más tiempo nadar en aguas turbulentas para llegar a la orilla. Pero los orishas y los budas se pusieron de acuerdo para reducir mi retribución kármica negativa. Y aquí estamos hoy, felices y contentos".
El libro me ha hecho ganar amigos y admiradores y enemigos y detractores, estos últimos sobre todo en Cuba, pero "Agradezco a los enemigos, que cumplen su corrosiva y diabólica función porque con su actividad incesante nos fortalecen y nos ayudan a ganar musculatura y abandonar las posturas complacientes y adormiladas. Lo que sucede es que el arte y la literatura deben estar marcados por el rompimiento con lo anterior y la creación de nuevas fronteras. Un escritor debe marcar nuevos rumbos, experimentar sin miedo y desarrollar nuevas perspectivas, tanto en el lenguaje que utiliza como en las zonas que explora. Esta es una tarea arriesgada y difícil porque siempre irá acompañada por la incomprensión  y el enfado de los académicos y conservadores que prefieren la molicie cotidiana y esponjosa a la que están acostumbrados. Comprenden que no tienen una gaveta con una etiqueta donde colocar a este  escritor atrevido, y se ponen histéricos". 
Y también: "Yo escribo desde un sentido de pertenencia fuertemente arraigado en mi corazón. No escribo desde afuera. No puedo escribir friamente. No tengo que investigar. Mi sentido de pertenencia me arrastra y me impulsa de un modo indetenible. Si vivimos en un mundo contaminado y caótico, inestable y brutal, esa es la materia que tenemos. Esa es la materia que podemos y debemos usar".
Después de Trilogía sucia... He escrito y publicado más de 20 títulos entre prosa  y poesía. Esta edición cubana de Trilogía tiene sólo 3 mil ejemplares y no habrá reedición. Pero está bien. Es legal. Hasta ahora sólo hay una edición pirata circulando en el país. También dentro de la Feria Internacional del Libro de La Habana, presenté la edición cubana de La línea oscura, poesía escogida, 1994-2016, realizada por Ediciones Loynaz. Antes se había publicado por Verbum, en Madrid. Y además una nueva edición cubana de El Rey de La Habana, por  Ediciones Oriente. Así que buenas noticias para los lectores cubanos.

martes, 19 de abril de 2016

CALVERT CASEY

Calvert Casey nació en Baltimore, USA, el 12 de diciembre de 1923. Su madre era  cubana. Enseguida quedó huérfano de padre y vivió, estudió y trabajó en La Habana hasta su suicidio en Roma, cuando apenas tenía 45 años, el 17 de mayo de 1969.
Quiso ser escritor pero dejó poca obra aunque sus libros son interesantes y han provocado discusiones de todo tipo. Ahora "Sed de belleza", pequeña editorial de la ciudad de Santa Clara, Cuba, reeditó su libro de ensayos Memorias de una isla, de 1964.
Hay allí un ensayo que me llama la atención: "Hacia una comprensión total del XIX". Ese breve y lúcido trabajo, escrito y publicado en 1961, intenta llamar la atención sobre la falta de referencias en la literatura cubana del siglo XIX a las condiciones de vida y contextos de las clases bajas cubanas. Según Casey -y tiene toda la razón- el romanticismo, que campeaba por sus respetos en las letras cubanas de entonces, no permitía al escritor sumergirse en la mierda, entrar en los barracones de los esclavos, describir la moral y la ética de los más pobres, de los negros, las prostitutas, etc. Era de mal gusto darle voz y espacio a "esa gente de los bajos fondos".
Escribe Casey: "...desconocemos prácticamente el lado sórdido de la vida colonial, y más aún el pan nuestro de cada día de los míseros... desconocemos lo que pensaban y hacían los que habitaban la calle de atrás, la gente de segunda o de ninguna categoría, los olvidados de la condesa, los que Heredia no pudo ni mencionar, porque la vocación romántica se lo prohibía...¿Por qué nos aferramos tan tercamente a la visión edénica?...El romanticismo tuvo entre sus defectos hacernos creer en un mundo sin moscas y sin peste; el gran impulso liberador e individualista del héroe romántico le hizo ver el cielo siempre purísimo o envuelto en sombras cárdenas, y la visión que nos quedó del XIX es esencialmente romántica... La toma de conciencia como nación es lenta, se busca sobre todo salir del polvo que emana de los interminables expedientes españoles. De ahí el lento nacimiento de la idea de nación que se produce heroicamente contra el desagüe incesante de la decadencia española en la inmensa alcantarilla de La Habana.
"Comprender el siglo sin el falso brillo al que nos habituaron... reducir la patriotería aristocratizante de muchos...mirar el lento decurso de cien años desde las penas de lo más y restando importancia a los goces de los menos, es casi un reto intelectual del que contempla. Pero el esfuerzo vale la pena si queremos arribar por fin a una visión despojada y nueva".
Cuando termino de leer este pequeño y contundente ensayo de nueve páginas pienso cómo en el siglo XX se mantuvo esa costumbre o hábito burgués de ocultar las miserias, ignorar la suciedad y aparentar que todo es estupendo. Y en lo que va del XXI  esa actitud no ha cambiado. Sólo que ahora cada vez hay más escritores, artistas,cineastas, teatristas, dispuestos a arriesgarse, a caer pesados, y a escribir y mostrar con fuerza y coraje las zonas oscuras y ocultas de la sociedad cubana. Somos los incómodos. Nuestros libros incomodan a los que pretenden ocultar el sol con un dedo, pobres de espíritu que no se atreven al riesgo. Pero se trata de insistir y correr un poquito cada día la frontera del silencio. Sin prisa, sin gritos, humildemente, con paciencia. Todos los días echar un poquito más allá la frontera del silencio. Merece la pena.

jueves, 4 de junio de 2015

50 AÑOS DE PARADISO

Es domingo por la tarde y todo tranquilo, como son siempre los domingos. Voy caminando por la calle Trocadero, en Centro Habana. Atrás dejé el Paseo del Prado y estoy frente al 162, es decir la casa-museo de José Lezama Lima (1910-1976). De pronto se forma un alboroto. Un tipo joven se manda a correr y me pasa por el lado como un cohete. Me quito del medio apenas a tiempo. Atrás de él, a escasos 20 metros, lo persigue otro tipo, bajito, menudo y con cara de presidario furioso y vengativo. Lleva en alto un matavacas grandísimo y bien afilado. Los dos corren como gacelas por el medio de la calle. El más joven enseguida saca ventaja, dobla una esquina, el otro le sigue, muy furioso. Todo el mundo se queda en suspenso. Dos mujeres salen gritando detrás de ellos: "¡No, Pepe, por Dios, déjalo, Pepe, que te vas a desgraciar!" "¡Déjalo que se vaya, Pepe!" Todos nos quedamos a la expectativa. Un par de minutos de espera. De pronto reaparecen por la esquina. Las dos mujeres abrazan fuerte al Pepe, que viene congestionado y con el cuchillo en la mano. Sin sangre. Parece que el jovencito logró escapar. El Pepe no perdonará nunca y grita: "Yo lo cojo. Dondequiera que se meta lo voy a tasajear, hijo puta, singao. Lo voy a picar en pedazos. Tú vas a ver. De mí no se burla nadie. ¡Nadie!". Y se meten en una casa frente a la casa-museo del escritor. Cierran la puerta. La gente se dispersa.
Este es el barrio de Colón. Lo que acabo de contar no es ficción. Es rigurosamente cierto y sucedió unas pocas semanas atrás. Aquí vivía Lezama. Murió hace casi 40 años. En sus tiempos era mucho peor. Yo vivo muy cerca, desde 1986, y entiendo el barrio, entiendo a su gente y después de 30 años aquí me siento centrohabanero total. Este era el barrio de las putas. Un rectángulo de bares, vallús, billares y solares, con pocas familias viviendo en casas independientes. Los límites eran las calles Galiano, Neptuno, Paseo del Prado y San Lázaro.
Pero a Lezama nunca le interesó esta realidad barriobajera tan grosera, violenta y vulgar. Nunca lo consideró material literario. Para él la literatura se nutría de otras fuentes y transitaba por otros caminos. Toda su poesía, sus ensayos y sus novelas Paradiso y Oppiano Licario (incompleta), se nutren de otras sustancias. Él desarrolló una alquimia especial. Se arriesgó. Convirtió su escritura en un experimento continuo al entrar en otras dimensiones del lenguaje y del pensamiento. Él mismo vivía en otra dimensión. Era el escritor total, el que diluye su vida personal en su obra y lo mezcla todo de un modo absoluto e inseparable. Muy pocos escritores ven así su escritura. Muy pocos necesitan  integrar de ese modo su vida y su obra. Sólo unos pocos elegidos. La  mayoría, todo hay que decirlo, sólo quieren robustecer su ego con fama, dinero, aplausos y premios. Y se regodean con esas satisfacciones. Lezama estaba construido con otra madera mucho más perdurable.
Ya había escrito y publicado mucha poesía y ensayos  y ya era una figura literaria importante cuando en 1966 apareció en La Habana la primera edición de Paradiso, por Ediciones Unión. Mal momento para exquisiteces. Eran los años de las UMAP, la represión contra homosexuales y religiosos, la presión sobre los intelectuales que culminó con el "caso Padilla" de 1968 a 1971, y en fin, la entrada, a partir de 1971 en el quinquenio gris o en la década negra. A mi juicio no ha sido quinquenio ni década, ha sido un larguísimo y duro viaje al fin de la noche. Lezama tuvo la suerte de que en medio de aquel caos destructivo Julio Cortázar, que era su amigo desde 1963, leyera su novela, quedara fascinado, y proclamara a los cuatro vientos que Lezama era un escritor excepcional, con una novela fuera de serie, y él mismo se ocupó de facilitar su publicación en muchos países. Así y todo lo mantuvieron lo más ninguneado posible y le negaron los permisos para numerosos viajes a otros países a pesar de que lo invitaban importantes universidades.
Su novela fue reeditada por Letras Cubanas sólo en 1991, con un prólogo notablemente aséptico y cuidadoso de Cintio Vitier. Lezama no se enteró. Había muerto en 1976 a causa de su obesidad, su asma, sus tabacos, su sedentarismo incurable.
Así que ya pronto Paradiso cumplirá 50 años, pero se mantiene lozana  y tan fresca como el primer día. Y estoy seguro que dentro de cien o doscientos años se podrá decir lo mismo. 
Me acabo de releer -lo adivinaron- el famoso capítulo 8. Que es una novelita pornográfica al duro, con un par de tipos de largas, poderosas e incansables vergas que lo mismo le dan por el culo a un mulato jovencito de lujuriosas y perfectas nalgas -que se llama Adolfito, para más morbo- que a todas las criadas, señoras y señores que hay en los alrededores. Me recuerda una novelita porno que leí cuando era adolescente -y con la que me pajeaba, claro- y que se titulaba Aquí todos hacen de todo. Sólo que Lezama usa un lenguaje elegante, cuidadosamente escogido para tomar distancia del vulgo, y absolutamente libresco. Nadie ha hablado así jamás. Pero él escribía así porque le daba la gana. El resto de la novela es la historia maciza y en profundidad de tres familias habaneras de clase media.
Fue una época tremenda en las letras cubanas. Coincidieron escritores de la talla de Alejo Carpentier, Lezama Lima, Eliseo Diego, Virgilio Piñera, Cintio Vitier, Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Guillermo Rosales, Fina García Marruz, Calvert Casey, Edmundo Desnoes, Roberto Fernández Retamar, Nicolás Guillén, Miguel Barnet, Gastón Baquero y unos cuantos más. Unos se fueron y escribieron en el exilio. Otros se quedaron e hicieron todo lo que pudieron para eludir las censuras y prohibiciones. Los que hoy estamos vivos y escribiendo, en Cuba o en el exterior, nos basamos en esa herencia. En ese vigoroso cuerpo literario que había nacido a fines del siglo XIX con José Jacinto Milanés,  Cirilo Villaverde, y otros más.
Cada vez que me preguntan dónde sitúo mi obra o si soy un outsider total dentro de la literatura cubana respondo que no. En absoluto. Mi obra se ubica con toda coherencia, se integra perfectamente, dentro de un cuerpo literario sólido, muy diverso, muy variado, que se llama literatura cubana. No soy un ave rara caída del cielo. Un país se convierte en una Nación en buena medida gracias a su memoria y a su lengua. No la memoria de guerras y testosterona, no la memoria falseada que aparece en los medios, sino la otra memoria, la silenciosa y humilde, de la gente sencilla y sus días rutinarios, la que está en cuentos y novelas, en obras de teatro y películas, en canciones y cuadros y esculturas. La memoria que, sin proponérselo, guardan los artistas día a día.