Mi casa

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© Héctor Garrido

martes, 19 de abril de 2016

CALVERT CASEY

Calvert Casey nació en Baltimore, USA, el 12 de diciembre de 1923. Su madre era  cubana. Enseguida quedó huérfano de padre y vivió, estudió y trabajó en La Habana hasta su suicidio en Roma, cuando apenas tenía 45 años, el 17 de mayo de 1969.
Quiso ser escritor pero dejó poca obra aunque sus libros son interesantes y han provocado discusiones de todo tipo. Ahora "Sed de belleza", pequeña editorial de la ciudad de Santa Clara, Cuba, reeditó su libro de ensayos Memorias de una isla, de 1964.
Hay allí un ensayo que me llama la atención: "Hacia una comprensión total del XIX". Ese breve y lúcido trabajo, escrito y publicado en 1961, intenta llamar la atención sobre la falta de referencias en la literatura cubana del siglo XIX a las condiciones de vida y contextos de las clases bajas cubanas. Según Casey -y tiene toda la razón- el romanticismo, que campeaba por sus respetos en las letras cubanas de entonces, no permitía al escritor sumergirse en la mierda, entrar en los barracones de los esclavos, describir la moral y la ética de los más pobres, de los negros, las prostitutas, etc. Era de mal gusto darle voz y espacio a "esa gente de los bajos fondos".
Escribe Casey: "...desconocemos prácticamente el lado sórdido de la vida colonial, y más aún el pan nuestro de cada día de los míseros... desconocemos lo que pensaban y hacían los que habitaban la calle de atrás, la gente de segunda o de ninguna categoría, los olvidados de la condesa, los que Heredia no pudo ni mencionar, porque la vocación romántica se lo prohibía...¿Por qué nos aferramos tan tercamente a la visión edénica?...El romanticismo tuvo entre sus defectos hacernos creer en un mundo sin moscas y sin peste; el gran impulso liberador e individualista del héroe romántico le hizo ver el cielo siempre purísimo o envuelto en sombras cárdenas, y la visión que nos quedó del XIX es esencialmente romántica... La toma de conciencia como nación es lenta, se busca sobre todo salir del polvo que emana de los interminables expedientes españoles. De ahí el lento nacimiento de la idea de nación que se produce heroicamente contra el desagüe incesante de la decadencia española en la inmensa alcantarilla de La Habana.
"Comprender el siglo sin el falso brillo al que nos habituaron... reducir la patriotería aristocratizante de muchos...mirar el lento decurso de cien años desde las penas de lo más y restando importancia a los goces de los menos, es casi un reto intelectual del que contempla. Pero el esfuerzo vale la pena si queremos arribar por fin a una visión despojada y nueva".
Cuando termino de leer este pequeño y contundente ensayo de nueve páginas pienso cómo en el siglo XX se mantuvo esa costumbre o hábito burgués de ocultar las miserias, ignorar la suciedad y aparentar que todo es estupendo. Y en lo que va del XXI  esa actitud no ha cambiado. Sólo que ahora cada vez hay más escritores, artistas,cineastas, teatristas, dispuestos a arriesgarse, a caer pesados, y a escribir y mostrar con fuerza y coraje las zonas oscuras y ocultas de la sociedad cubana. Somos los incómodos. Nuestros libros incomodan a los que pretenden ocultar el sol con un dedo, pobres de espíritu que no se atreven al riesgo. Pero se trata de insistir y correr un poquito cada día la frontera del silencio. Sin prisa, sin gritos, humildemente, con paciencia. Todos los días echar un poquito más allá la frontera del silencio. Merece la pena.

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