Mi casa

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© Héctor Garrido

miércoles, 2 de noviembre de 2022

CONSEJOS DE UN HOMBRE SERIO



  Con frecuencia me preguntan qué puedo aconsejar a los jóvenes que quieren ser escritores. Siempre doy la misma respuesta: Si pueden dedicar su vida a otra cosa es mejor que se olviden de la escritura. Un escritor con cierto éxito aparentemente vive en una encantadora zona de glamour. Gana buen dinero, es famoso, viaja continuamente y las muchachas (jóvenes y maduras), lo acosan para irse con él a la cama, le envían fotos desnudas, le preguntan si prefiere el pubis depilado o al natural, otra se hace un tatuaje en una nalga con una frase extraída de la Trilogía sucia de La Habana (antes hizo que el autor escribiera la frase en un papel “y ahora es como si tú hubieras escrito en mi piel”). Todas le confiesan sus pecados, son infieles a sus maridos con tal de probar al escritor erótico. Por supuesto, todas esas aventuras jamás las escribiré. Un caballero olvida. Es lo más adecuado. Es decir, todo muy bien.  Pero también es cierto el lado oscuro del asunto. Lo que escribía antes en términos de aritmética, se traduce en que una buena parte del tiempo uno vive encerrado en una habitación silenciosa y solitaria, conviviendo, dialogando, discutiendo, con gente nada recomendable: asesinos en serie, viejos locos, mujeres infieles y atormentadas, gente que vive en situación límite, desasosegados, agresivos, borrachos, cínicos, viejos deprimidos porque se han quedado solos al final de su vida. Esos son los personajes que generan situaciones dramáticas. La gente tranquila, buena, sosegada, que hace sus oraciones por la noche, que duerme nueve horas y no se desvelan y no tienen remordimientos ni se arrepienten de nada, no sirven para los libros. La gente equilibrada que no bebe, no fuma, y son vegetarianos y hacen yoga, no son útiles. Hay que buscar gente en el infierno. Le damos empleo a la gente mala y odiosa, a los perdedores, a los suicidas, a los que están al límite de sus fuerzas. Entonces se entiende que el escritor de vez en cuando quiera dejar atrás esa habitación habitada por demonios. Ese es el lado oscuro del oficio. Lo que se oculta. No hay que ir por ahí charlando sobre ese aspecto tremebundo del asunto. Lo más que uno hace es mirar muy serio a la cámara porque la sonrisa no aflora fácilmente. A veces uno está en Coyoacán, logra aclararse lo suficiente y después de presentar un libro se dedica a firmar mientras sonríe un poquito a esa señora elegante y enjoyada que ignora la cola de lectores y se  acerca  y aprieta las tetas, grandes y cálidas, a mi brazo disimuladamente mientras hace un selfi a mi lado y me pregunta, susurrando en mi oído, si todo lo que escribo es verdad. No espera por mi respuesta y me dice: “Quédate una semana más, de vacaciones en mi casa, no regreses tan apresurado a La Habana”. La miro bien, y sí es hermosa y elegante, me encanta. Me dice todo eso con un suave rumor y casi siento su lengua en mi oreja. Emite un aroma delicioso a Chanel 5 mezclado con endorfinas hipnóticas y un deseo irrefrenable. Como buenos mamíferos, la hembra emite sus olores cautivantes  y yo los capto en un segundo, como un toro salvaje. Sólo sonrío, la miro a los ojos y le digo: “Mi corazón rebosa de amor, qué pechos más tibios, y qué hermosos. Espérame a que termine de firmar  y hablamos”. Y ella: “Te espero y platicamos. Tengo todo el tiempo del mundo”. Y así ocultamos el lado oscuro. Y los pájaros que están en mi cabeza chillan. Pero nadie los escucha. Chillan y chillan.

Nota: La foto la tomó el fotógrafo italiano Giacomo Bruno hace unos días en el bar Casa Paco, en La Latina, Madrid.  Y el texto es un breve adelanto de un Diario que escribí durante algunos meses de la reciente pandemia de Covid 19.

6 comentarios:

  1. Hola Pedrito , siempre leo tu blog es un deleite seguirte , quería preguntarte si no estás escribiendo algún nuevo libro o si piensas sacar algo en el tiempo venidero . Saludos cordiales

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  2. Soy seguidor tuyo espero que siga con esta buena historia mas constante.

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  3. Cada persona tiene sus experiencias. Unos escriben y otros no. La mayoría no.

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  4. Estimado Pedro Juan, mi nombre es Germán Villanueva, soy escritor argentino. Cuando leí a Bukowski supe que el camino de la escritura era algo a lo que me quería dedicar o morir en el intento. A través de éste mundo de realismo sucio llegué a vos y me encanta tu trabajo. Por eso quisiera intercambiar unas palabras contigo (si no es mucha molestia) Me gustaría que pudiéramos charlar sobre el mundo de la literatura, siempre abierto a escuchar algún consejo, claro. Te dejo mi email por si te interesa tener una charla con un colega, un admirador y un joven escritor que todavía sueña con poder vivir de ello. Gracias.
    Mi email: ger_man0@hotmail.com

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