Era la gran poeta romántica de Cuba.
Me desordeno, amor, me desordeno. Fue uno de sus versos que nos acompañó durante toda la vida.
Para mí, en lo personal, más que una poeta maravillosa fue mi profesora de inglés en la secundaria, entre 1963 y 1966. Era tan amable y sonriente que no parecía una profesora como las demás. Siempre sonreía, con una paciencia infinita. Durante algunos años la tuvieron apartada como poeta porque había escrito algo fuera de tono con las corrientes políticas de aquel momento. Fueron unos cuantos años difíciles para ella. Después el tiempo limó las asperezas y las aguas tomaron su nivel. Yo la visitaba con frecuencia en su caserón colonial de Tirry 81, en el barrio de Pueblo Nuevo. Y nos divertíamos porque siempre me hacía cuentos e historias de todo tipo. Disfrutaba tanto la vida, con un sentido poético permanente que me contagiaba. Yo siempre salia alegre y feliz de su casa. Después, en 1975, me fui de Matanzas, y lógico, nos veíamos muy poco.
Tengo algunos de sus libros. No todos. De vez en cuando cojo algunos y los releo. Siempre encuentro buen humor, generosidad y amor. Hasta sus poemas más eróticos rezuman cierto aire de infinitud, de sonrisa, de tomarlo todo como viene y transformarlo en amor y pasión.
Ahora podría aquí escribir algunas de sus anécdotas más jugosas, aquellas que me contaba, sentados, tranquilos,en mecedoras, en la saleta de su hermosa casa colonial. Pero ya en algún momento las escribiré, son muy divertidas.
Tengo ganas de leer a ella por la manera que hay hablado de du estilo. Un abrazo desde Brasil. Paulo.
ResponderEliminar