Mi casa

Mi casa
© Héctor Garrido

lunes, 27 de octubre de 2014

LEZAMA LIMA INCESANTE

Vivo en Centro Habana muy cerca de Trocadero 162, la casa de José Lezama Lima. No lo conocí. Murió en 1976. Yo tenía 26 años y no entendía sus libros. En esa época leía a Carpentier con un diccionario al lado. Hoy sí entiendo a Lezama pero no siempre lo comprendo. Creo que él se esmeraba en escribir y hablar de tal modo que nadie lo  comprendiera. Era una estrategia bien pensada.
Ahora Colección Sur editores, de La Habana, acaba de editar un libro de casi 200 páginas con una larga entrevista que mi colega y amigo Félix Guerra hizo a Lezama durante 10 años. Se  titula Para leer debajo de un sicomoro. Félix me contó que durante esos años trabajó en una oficina situada en Prado y Trocadero. Muy cerca de la casa de Lezama. Al mediodía, en el tiempo del almuerzo, se iba a conversar con él y anotaba o grababa las respuestas del maestro. Insistió hasta que Lezama murió asediado por el asma y por una obesidad incesante y malsana. Félix hace años publicó algunos fragmentos en la revista Bohemia, con unos maravillosos dibujos de El Gallego Posada. después, en 1998, en forma de libro. Y ahora esta edición corregida y ampliada.
Lezama, como siempre, se burlaba de sus entrevistadores y jamás contestaba una pregunta. Era un experto en disuasiones. Aquí hay algunas preguntas simples y directas: ¿A qué edad comenzó a leer?, ¿Qué libros prefiere leer?, ¿Una lista de títulos preferidos?, ¿Algún libro mayor?, ¿Es realmente bueno leer libros?
Nada. Inútil cualquier intento de traer a Lezama al mundo real.  Vivía con la cabeza en las nubes. Ofrece respuestas barrocas, laberínticas, absurdas, oscuras, abstractas, en otra  dimensión.
Sólo al hablar de comidas parece encontrarse a sí mismo: ¿Su inventario de frutas predilectas? Comienza con la piña, sigue con la calabaza y continúa sin parar. Crea un paisaje de flores y campiñas abigarradas donde mete todo un jardín botánico.
Y así con cada tema. Literatura infantil, pintura, poesía, novela, Paradiso. Uno lee sin prisas como quien pasea sin rumbo por esta Habana caliente, mojada, pegajosa, en pleno octubre. Leo al  azar: ´´...la novela (Paradiso) es el  novelista y su parafernalia de imágenes trepando por los acantilados. El novelista en resumen es, con anticipaciones y baño intercalado, un insecto pretérito con proyectos demenciales´´ ¿Elude, juega, trampea? No sé. Creo que está del lado de allá del espejo. Y nos obliga a jugar con él, sin mayores pretensiones. Me parece, y que me perdonen los Señores Serios, un niño que jugaba con las palabras y se divertía porque no tenía otra cosa que hacer.

LA MAL FOLLADA Y NORMAN FOSTER

Los cocktails a veces son aburridos. Otras veces no. depende. Si hay amigos nos refugiamos en un rincón cerca del bar y todo va bien. Estoy en uno de esos cocktails. Alguien se me acerca y me presenta a una señora española, arquitecta, interesada en la arquitectura de Centro Habana. Ella, a su vez, me presenta a una amiga y dice:
-Somos amigas desde muy jóvenes. Y es muy aventurera.
-¿Cómo?
-Una vez en Londres, se atrevía a entrar en los pubs. Muy lanzada.
No puedo creer semejante estupidez. Pienso que se burla de mí. Le pregunto:
-¿No te gustan los pubs?
-Oh, no. Nunca me he atrevido.
Suficiente. O se burla de mí o es imbécil total. ¿Por qué pierdo mi tiempo? No obstante, intento ser amable, no sé por qué:
-¿Has paseado por el barrio? ¿Por Centro Habana?
-No.
-¿No has tenido tiempo?
-Me ha sobrado el tiempo. Pero es un poco...
Largo silencio. Intento reanudar:
-Es una arquitectura muy interesante, de los años 20 y 30 básicamente...
Me corta tajante y bruscamente:
-Sí, ya sé.
Guardo silencio y le sonrío amablemente. Reacciona:
-Oh, soy antipática. Siempre.
Y yo, que me he tomado ya un par de whiskys:
-Y te esfuerzas por ser la mejor, jajajá. Estás mal follada.
Abre los ojos con indignación. Me da la espalda y se aleja. Sí. Di en el clavo. No tiempla. y además es antiorgásmica. La pierdo de vista. Me muevo. Encuentro a Padura y a Lucía. Nos damos un abrazo. La gente cree que nos detestamos. Pero no. Todo lo contrario. Nos queremos. Somos dos machos alfa meando en círculo para marcar cada uno su territorio. Un método antiguo pero eficaz. Siempre hablamos de cuestiones pragmáticas del oficio. Jamás hablamos de literatura.
Olvido a La Mal Follada. Pasan dos o tres días. Una mañana salgo caminando por Perseverancia hacia Neptuno. Voy al Agro a comprar legumbres para hacer mis caldos vegetales (frijolitos chinos, acelga, espinaca, zanahoria, etc)  Y -sorpresa- La Mal Follada me pasa por delante en un jeep con chofer. Toma fotos sin detenerse, por la ventanilla del vehículo. Creo que no me vio o no me reconoció o no sé. Hice un gesto para saludarla, pero siguió, rauda y veloz. Le vendría bien una aventura aquí en el  barrio, con un Black Eyaculator Erectus.  Pero no se atreve. Si los pubs le parecen demasiado. Un espécimen de Black Eyaculator Erectus desnudo delante de ella le puede provocar un vahído. O quizás no. Y descubre su lado africano. Quién sabe.
Por cierto, hablando de la arruinada arquitectura de Centro Habana, se calcula que habrá que tirar el 70% de los edificios. Mientras, cada vez que hay unos días de lluvias se derrumban algunos edificios. El agua penetra por las grietas y los resquebraja. A veces hay víctimas. Hay miles de personas sin recursos que viven en albergues deprimentes (como uno situado en la esquina de las calles San Rafael y San Nicolás) que esperan y esperan. Otros están en albergues situados en antiguas escuelas secundarias en el campo, en las afueras de la ciudad. Estos no son tan visibles. De todos modos, nadie se entera porque los medios de comunicación no se ocupan de estos temas engorrosos y deprimentes.
No obstante siempre hay gente en el otro extremo: supermillonarios frívolos y snobs como el arquitecto Norman Foster. Fascinado por la vieja arquitectura habanera y los carros antiguos que pululan por la ciudad como taxis (almendrones). Este famoso arquitecto acaba de publicar un lujoso libro sobre estos temas.  El glamour de los escombros. El vintage de las ruinas y la miseria. Prefiere no arañar la superficie. ¡Qué elegante Mr. Foster! ¡Oh, el vintage!

sábado, 4 de octubre de 2014

AMOR A LAS BIBLIOTECAS

Esta foto a primera vista parece un apunte para un cuadro de Hopper. Pero no. Es una señora elegante -digo yo, uno nunca sabe ya quién es elegante y quién no- típica de Park Avenue. Estamos en el pre-lobby de la Morgan Library, en Madison Avenue, New York. Precisamente a dos pasos de Park Avenue, aquella atmósfera donde Truman Capote se sentía a sus anchas, como un patico en el agua. Atmósfera -recordemos- de la que le echaron a patadas cuando intentó (al modo de Proust) escribir a fondo sobre ellos. Y él pronunció aquella frase: "¿Qué creían, que tenían un payaso entre ellos? pues no, era un escritor". Genial. Siempre estoy de acuerdo con Truman.
La foto la tomé a principios de septiembre. Aún se sentía el calor en NYC. Después entramos a la mítica biblioteca. Es maravillosa. Con escaso público. Al parecer la visitan sólo un determinado tipo de turistas. La masividad está en otros lugares. Esta biblioteca y el museo adjunto disponen de mucho dinero y por tanto tienen un programa intenso de conciertos de ópera  y mucho más, incluida una estupenda exposición de cuadros de Cy Twombly. Quiero decir, no es una biblioteca más. Sino una excepción. Amo a las bibliotecas. Si no existieran yo no sería escritor. Gracias a la existencia de dos maravillosas bibliotecas en Matanzas, mi ciudad natal, me convertí en un lector apasionado y voraz. Es decir, abrí las puertas para después pasar a la escritura y despertar mi vocación.
En mi familia no había antecedentes de lectura. ¡Ni digamos de escritores o de artistas! A eso de los diez o doce años me aficioné a ir largas horas a las bibliotecas públicas. Las dos cerca de mi casa: La Gener y del Monte y la Antonio Guiteras Holmes. Ya no había comics. Dejaron de importarlos desde México por la inesperada bronca con los yanquis. Los comics pasaron a ser "desviación ideológica". Yo me había habituado a leer continuamente, así que en estas bibliotecas salté brúscamente del Pato Donald y Supermán a John Dos Passos, Faulkner, Capote, Anderson, Caldwell, Herman Hesse y etc, etc. Así de un día para otro. Se me formó un embrollo terrible en la mente, sobre todo con Kafka. No tenía a quien preguntar sobre lecturas. Pero poco a poco logré encaminarme. No me pregunten cómo. Logré encaminarme.
Menos en Pinar del Río, en todas las capitales de provincia cubanas existían grandes y maravillosas bibliotecas. Algunas fundadas desde el siglo XIX. Recuerdo con especial agradecimiento la de Camagüey.
Esta descarga viene a cuento porque la Feria del Libro de Frankfurt (8-12 de octubre) está dedicada este año a Finlandia, país de lectores, y a las bibliotecas de ese país nórdico. Algo muy extraño pero alentador. Esa feria es básicamente comercial. Allí van sobre todo editores y agentes a ponerse de acuerdo frente a frente sobre contratos y negocios. A veces invitan a algún escritor super star para que se pasee un poco por allí, pero lo decisivo son los negocios. Con el trauma ahora de que hace años bajan las ventas continuamente y encima con esa espinita clavada en el corazón que es el E-book, en alza indetenible y desconcertante.
Así que enhorabuena que se acordaron de las bibliotecas y de su maravillosa función social. Por cierto, aprovecho para un comercial: en breve (no hemos acordado la fecha) tendré un conversatorio con lectores de la Biblioteca Nacional José Martí, en La Habana. Los organizadores (empleados jóvenes de esa biblioteca maravillosa) están encantados. Yo más.



viernes, 3 de octubre de 2014

LAS NOVELAS DE BRUEGHEL Y DE TWOMBLY


Si tuviera que elegir un solo pintor entre todos me quedaría con Pieter Brueghel El Viejo (1525-1569). La mayor colección de sus cuadros está en el Kunshistorishes  Museum, de Viena. Murió con 44 años así que no pudo pintar mucho. En ese museo hay 12 cuadros de gran formato. Estuve en esa ciudad un par de semanas en 1998 o en el 2000, por ahí. Trabajando con Marianne, una amiga fotógrafa supermoderna, veloz y aerodinámica. Al frente (o a un costado creo) está la enorme Casa de Cultura de Viena donde montaban en ese momento una retrospectiva de Andy Wharol. Ya el último día se me ocurre preguntar a Marianne, señalando al Museo:
-¿Y eso qué es?
-Eso es un almacén de pintores viejos y obsoletos. No tiene importancia.
No tomé en cuenta su desprecio y me fui al museo. Una colección fabulosa, y de golpe desemboqué en la sala de Brueghel El Viejo. Su Torre de Babel, La Caída de  Ícaro. Y todo lo demás. Sólo conocía El triunfo de la muerte (1562) que está en el Prado.
Unos años después fui por segunda vez, ya avisado. Me gusta detenerme ante esos cuadros a mirar cada detalle. Cuentan una historia. Hay tanta gente diferente y tanto paisaje y tanta profundidad visual que me parece adivinar lo que hablan, lo que se cuentan, lo que van a hacer después. Es inexplicable. Me sucede con otros pocos pintores. Cezanne y Hopper, por ejemplo. Detrás de cada escena de ellos hay una historia más larga. Algún relato curioso y original que esos personajes me susurran. 
Nunca sabemos cómo funciona ese mecanismo que echan a andar los artistas para cautivarnos y meternos en su mundo. Ellos tampoco lo saben. Y si son buenos se mueren sin saber nada.
En la foto que está arriba estoy junto a un cuadro de Cy Twombly (1928-2011),en el MOMA de NYC. Sólo son garabatos escritos con un simple lápiz encima de la superficie. Eso es todo. Cy Twombly borró todo lo que había pasado en el arte. Hacía sus garabatos infantiles y tenía la desfachatez de salir a escena y decirnos, con una sonrisa porque era un tipo plácido: "Esto es un resumen de todo lo que hay dentro de mí. Si les gusta bien y si no me da igual". Es decir, el anti-Brueghel, el anti-Cezanne, el anti-Hopper, el anti-Todo. Pero me emociona su ingenuidad, su audacia minimalista, su descaro y su locura porque hay que estar medio loco para atreverse a tanto. Para ser tan juguetón y no tomarse en serio. Para ir por la vida sin equipaje. Creo que es lo adecuado para esta época donde nos hemos inventado tantas cosas que todos vamos cargados siempre con exceso de equipaje. Por dentro. No se ve. Pero nos pesa en el alma.