Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 27 de octubre de 2014

LA MAL FOLLADA Y NORMAN FOSTER

Los cocktails a veces son aburridos. Otras veces no. depende. Si hay amigos nos refugiamos en un rincón cerca del bar y todo va bien. Estoy en uno de esos cocktails. Alguien se me acerca y me presenta a una señora española, arquitecta, interesada en la arquitectura de Centro Habana. Ella, a su vez, me presenta a una amiga y dice:
-Somos amigas desde muy jóvenes. Y es muy aventurera.
-¿Cómo?
-Una vez en Londres, se atrevía a entrar en los pubs. Muy lanzada.
No puedo creer semejante estupidez. Pienso que se burla de mí. Le pregunto:
-¿No te gustan los pubs?
-Oh, no. Nunca me he atrevido.
Suficiente. O se burla de mí o es imbécil total. ¿Por qué pierdo mi tiempo? No obstante, intento ser amable, no sé por qué:
-¿Has paseado por el barrio? ¿Por Centro Habana?
-No.
-¿No has tenido tiempo?
-Me ha sobrado el tiempo. Pero es un poco...
Largo silencio. Intento reanudar:
-Es una arquitectura muy interesante, de los años 20 y 30 básicamente...
Me corta tajante y bruscamente:
-Sí, ya sé.
Guardo silencio y le sonrío amablemente. Reacciona:
-Oh, soy antipática. Siempre.
Y yo, que me he tomado ya un par de whiskys:
-Y te esfuerzas por ser la mejor, jajajá. Estás mal follada.
Abre los ojos con indignación. Me da la espalda y se aleja. Sí. Di en el clavo. No tiempla. y además es antiorgásmica. La pierdo de vista. Me muevo. Encuentro a Padura y a Lucía. Nos damos un abrazo. La gente cree que nos detestamos. Pero no. Todo lo contrario. Nos queremos. Somos dos machos alfa meando en círculo para marcar cada uno su territorio. Un método antiguo pero eficaz. Siempre hablamos de cuestiones pragmáticas del oficio. Jamás hablamos de literatura.
Olvido a La Mal Follada. Pasan dos o tres días. Una mañana salgo caminando por Perseverancia hacia Neptuno. Voy al Agro a comprar legumbres para hacer mis caldos vegetales (frijolitos chinos, acelga, espinaca, zanahoria, etc)  Y -sorpresa- La Mal Follada me pasa por delante en un jeep con chofer. Toma fotos sin detenerse, por la ventanilla del vehículo. Creo que no me vio o no me reconoció o no sé. Hice un gesto para saludarla, pero siguió, rauda y veloz. Le vendría bien una aventura aquí en el  barrio, con un Black Eyaculator Erectus.  Pero no se atreve. Si los pubs le parecen demasiado. Un espécimen de Black Eyaculator Erectus desnudo delante de ella le puede provocar un vahído. O quizás no. Y descubre su lado africano. Quién sabe.
Por cierto, hablando de la arruinada arquitectura de Centro Habana, se calcula que habrá que tirar el 70% de los edificios. Mientras, cada vez que hay unos días de lluvias se derrumban algunos edificios. El agua penetra por las grietas y los resquebraja. A veces hay víctimas. Hay miles de personas sin recursos que viven en albergues deprimentes (como uno situado en la esquina de las calles San Rafael y San Nicolás) que esperan y esperan. Otros están en albergues situados en antiguas escuelas secundarias en el campo, en las afueras de la ciudad. Estos no son tan visibles. De todos modos, nadie se entera porque los medios de comunicación no se ocupan de estos temas engorrosos y deprimentes.
No obstante siempre hay gente en el otro extremo: supermillonarios frívolos y snobs como el arquitecto Norman Foster. Fascinado por la vieja arquitectura habanera y los carros antiguos que pululan por la ciudad como taxis (almendrones). Este famoso arquitecto acaba de publicar un lujoso libro sobre estos temas.  El glamour de los escombros. El vintage de las ruinas y la miseria. Prefiere no arañar la superficie. ¡Qué elegante Mr. Foster! ¡Oh, el vintage!

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