Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 1 de diciembre de 2014

ESPACIOS DE LIBERTAD

¿Qué se puede esperar de un encuentro internacional de escritores? No es una feria de libros ni una reunión académica, sino un pequeño encuentro, cálido y amistoso, al que se invita a escritores  e investigadores para dialogar en breves conciliábulos de una hora o poco más. Acabo de participar en uno, organizado estupendamente por la Casa de Cultura de Monterrey, México, dirigida por María Belmonte y un pequeño equipo de trabajo.
En estos encuentros siempre hay personajes divertidos: alegres señoras libertinas que buscan diversión, otras muy serias y profesoras, intelectuales neuróticos y escurridizos, argentinos petulantes, jóvenes escritores desconocidos que quieren escuchar a sus ídolos y hacer un selfie con el autor para colgarlo enseguida en Facebook, jovencitas atrevidas, ingénuas y húmedas, que vehemente intentan acostarse con algún escritor erótico, para nada, sólo para aumentar su colección.
Y así. La fauna es variada, y el bosque inmenso. Se repite. No importa si el encuentro se produce en México o en Finlandia. Pero, más allá del folklore, los tequilas, las señoras calenturientas, y las fotos en Facebook, ¿qué queda? Creo que cada quien saca su propio beneficio. Por ejemplo puede ser útil para escritores jóvenes escuchar a escritores con oficio, que intentan en una charla breve traspasar algo de sus experiencias, acumuladas a lo largo de 30 o de 40 años de oficio. Entonces se pueden enterar de que aprender a escribir una novela medianamente buena puede llevarles 30 años de sus vidas. Y que los mejores y más caros cursos de escritura creativa no pueden hacer nada por ellos, porque el oficio de escritor se aprende pero no se puede enseñar. También pueden escuchar por primera vez  que si quieren ser escritores por la fama y el dinero tienen 99,9999999% de probabilidades de fracaso total, porque la literatura -o la escritura- es un arte misterioso e inexplicable y no un negocio como quien pone un carrito para vender hot dogs en la esquina. Así no funciona.
Estos pequeños encuentros proliferan alrededor del mundo. Es mucho más fácil y sencillo organizar una reunión de escritores e investigadores con una agenda abierta que un festival de cine o de música o una bienal de artes visuales. Nunca antes en la historia de la humanidad se había escrito, publicado y leído tanto como ahora. A pesar de los equipos digitales, internet, la TV global, y todo lo que ya sabemos que va en contra de la lectura de libros. Vivimos en un mundo marcado por el incremento continuo de la educación, la cultura y la espiritualidad. Aunque a veces los medios de comunicación nos confunden y nos hacen creer que vivimos en un mundo lleno de desastres y al borde de la quiebra, no es así. Es todo lo contrario. Hay mucho más de positivo que de negativo. 
Así que es lógico que una buena parte de la humanidad siga apostando por preservar e incrementar sus espacios para el ocio, la cultura, la lectura y la escritura. Es decir, para el pensamiento humanista. No todos dedicamos nuestras neuronas a la cibernética. En estos encuentros se comprueba que no es algo masivo como el fútbol, pero está muy bien que personas como María Belmonte y su equipo se esfuercen cada año en organizar y propiciar estos encuentros para la difusión de las ideas humanistas. En un ambiente de libertad total, de respeto al prójimo, sin imposiciones ni censuras ni coacciones. Humanismo es sinónimo de libertad de ideas y de pensamiento. Menos mal. Hay que agradecer.

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