Mi casa

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© Héctor Garrido

sábado, 18 de junio de 2016

CENSURA

En una ciudad española cuyo nombre no quiero recordar celebrarán en junio un festival de poesía muy singular. Tienen una sección de poesía en la calle, o grafitis, algo así. Todo muy rompedor y moderno. Me invitan a que les envíe una frase "poética". Se comprometen a escoger algunas  para pintarlas en las paredes de la ciudad. Pienso un par de minutos, escribo una frase y se las envío en un email:    Estoy hasta los cojones de la corrección política.
No sé si será muy poética. Creo que no existen las frases poéticas y las frases antipoéticas. Pero al menos es sincera y contundente. Se lo piensan un poco y me responden que no la aceptan. Me piden otra. Sin cojones, se sobreentiende. Y allá voy yo, muy complaciente y les escribo dos. Pueden escoger la que más les guste:    Viva la incorrección política.
También puede ser:     Abajo la corrección política.
Me contestan un par de días después. Tampoco las aceptan. Quieren algo más educado, más flojo, más tonto, más imbecilizante. Claro, no usan esos calificativos, Me dicen que me ciña a la interculturalidad. Nada. Ni ellos saben qué coño es eso. Me dan dos días.  Les respondo todavía con mucha educación: "Gracias. Ya. Paso de ustedes porque veo que es inútil".
Por la noche un amigo madrileño -grafitero de toda la vida, por cierto- me dice:
-Tú eres medio gamberro. Lo que tienes que hacer es irte a ese pueblo  y por la noche pintas tú mismo todas las frases que quieras. Y ya. Pasa de esa gente.
Estoy en Madrid. Muy cerca del pueblo donde celebran el festival. Creo que es lo mejor.  Tomar la justicia con mis propias manos, y dejarme de quejas.

viernes, 3 de junio de 2016

ATRAPADO POR MAIGRET

Siempre me sucede: leo un poco de aquí y de allá y en algún momento estoy leyendo diez o doce libros. Por ejemplo, ahora mismo, acabo de leer Los restos del día, de Kazuo Ishiguro y tengo muy avanzada la lectura de dos libros de budismo: El Libro Tibetano de la Vida y de la Muerte, de Sogyal Rimpoché, y Develando los misterios del nacimiento y la muerte, de Daisaku Ikeda.  Al mismo tiempo leo fragmentos más o menos extensos de El Libro de quizás y de quién sabe, de Eliseo Diego. El Gatopardo, de Lampedusa. El viaje suicida, de William Styron. El mundo según Garp, de John Irving. El Arte de la Prudencia, de Baltasar Gracián. Infancia, de Nathalie Sarraute. Primer amor, últimos ritos, de Ian McEwan. Además me espera una caja con unos 15 libros del "British Team" de Anagrama, que amablemente me acaban de regalar en la editorial, y creo que sí los voy a leer todos poco a poco.  También anoche empecé a leer El ahorcado de la iglesia, de Georges Simenon. Y ya. Caí en la trampa. Tuve que hacer un esfuerzo para soltarlo y acostarme a dormir a eso de las 12 de la noche. Hoy seguiré en cuanto termine esta nota. Creo que nos sucede a todos. Simenon lo atrapa a uno. Tiene determinados resortes que no te dejan soltar el libro. Simenon era de Acuario, un tipo muy emocional e intenso. Alardeaba de haber tenido sexo con más de 30 mil mujeres...casi todas putas, añadía. Pero otros excesos si son absolutamente comprobables: Escribió 192 libros con su nombre y unos 30 con unos 27 seudónimos. Vendió unos 550 millones de copias en 55 lenguas. Según contó en muchas entrevistas tardaba dos meses en elucubrar una trama y después escribía en una o dos semanas. Cuando se puso mayor le subía mucho la presión arterial en los pocos días que dedicaba a escribir una de sus novelas. Tanto que el médico le obligaba a escribir sólo una novela cada seis meses. Lo cuenta, jocoso, en una excelente entrevista que le hicieron en The Paris Review. Simenon murió con 86 años, en Lausana, en 1989. Yo ahora -para ser sincero- estoy estudiando su técnica de escritura. Porque tenía un sistema, que aplicaba una y otra vez. Para eso se inventan los sistemas. Nadie desarrolla una metodología para después no aprovechar su invento. Lo mismo hicieron Agatha Christie, Patricia Higsmith, y todos los grandes escritores de thrillers. Así que sólo por diversión estoy leyendo con el bisturí en la mano. Haciendo una disección minuciosa de cada página. De cada párrafo. Y voy sacando detalles. Muchos. 

lunes, 30 de mayo de 2016

ALFOMBRAS EN LA LAGUNA

Uno de los más ilustres y aguerridos miembros de la Generación del 98, Miguel de Unamuno, dijo en su momento -1924-  que La Laguna es una calle oscura con un cura al fondo. Muy jocoso. Dicho en aquella época esa frase  le podía costar una buena temporada en la cárcel. De hecho, él padecía un destierro político en Fuerteventura, por ser demasiado irreverente con el dictador Primo de Rivera. Pero el tiempo pasa y generalmente las cosas siempre mejoran. Hoy La Laguna, ciudad montañosa de Tenerife, es Patrimonio de la Humanidad, de la UNESCO. Además, mantiene con fuerza singular las tradiciones católicas más tradicionalistas y recalcitrantes. El Centro Histórico de la ciudad, muy bien restaurado, celebró ayer domingo 29 de mayo la fiesta católica del Corpus Christi. Aquí se celebra de un modo muy curioso  porque la gente, de noche y madrugada, preparan estas alfombras de flores en las calles principales -todas peatonales- para que por la tarde las procesiones caminen sobre ellas. Ya hoy en día utilizan más bien arena y sal coloreada. También semillas, flores, cordones y otros materiales simples y naturales. Todas las religiones montan sus rituales, ceremonias, dramaturgias y escenografías. Esta me parece muy curiosa. Les dejo unas fotos.


martes, 17 de mayo de 2016

POESÍA VISUAL

 Estos poemas visuales son de Chema Madoz, uno de los más notables poetas visuales contemporáneos. Tiene un estilo muy definido. Generalmente construye un objeto, lo fotografía y lo que vemos siempre es la foto. Un trabajo exquisito, minucioso hasta el más mínimo detalle. Chema nació en Madrid en 1958 y recibió en 2000 el Premio Nacional de Fotografía. Ahora tiene una gran exposición, estupenda, en la Fundación Caja Canarias, de Tenerife.
En un video que se pasa en un saloncito, aparece Chema intentando  comentar su trabajo pero lo más significativo es un fragmento de una entrevista a Julio Cortázar en la que dice: "Un poeta es el que no se contenta con ver las cosas de este lado y quiere verlas también desde el otro".
También habla Chema de la notable influencia que tuvo en su trabajo Joan Brossa, el gran poeta visual catalán, nacido en 1919 y fallecido el 30 de diciembre de 1998. Y marco bien esta última fecha porque estuve en Barcelona por primera vez a principios de octubre de 1998, para presentar la Trilogía sucia de La Habana, publicada por Anagrama. Me quedé una semana en la ciudad. Un amigo me consiguió el teléfono de Brossa porque yo lo admiraba desde hacía mucho tiempo y quería saludarlo y decirle que en la lejana Habana tenía un admirador fanático. Pero pudo más la timidez. Siempre me molesta mucho tocar a la puerta de un escritor o de un artista para decirle que soy su fan. Me parece violento. El caso fue que me dejé arrastrar por la estúpida timidez congénita que padezco desde siempre. Al año siguiente, 1999, de nuevo estaba yo en Barcelona, ahora para presentar El Rey de La Habana. Entonces sí  me decidí y le pedí a un amigo que me acompañara, que estaba decidido a llamar a Brossa y si él lo permitía iría a visitarle. No. Ya era tarde. Hacía casi un año que Brossa había fallecido, con 79 años.
Moraleja: Es preferible caer pesao a dejar que la timidez gane terreno.
En notas anteriores en este blog he puesto algunos de mis poemas visuales recientes. Pondré otros en los próximos días. Prometido.                      

martes, 10 de mayo de 2016

YO Y LOS OTROS

Esta foto la tomé hace unos días en el Ten Cent de Obispo, en La Habana Vieja. La escena me recuerda mi primera  infancia, que transcurrió en el bar "El Camagüey", en Pinar del Río. Ahora faltaba la victrola y los boleros, pero había un altavoz metiendo tremendo reguetón. Me tomé un par de cervezas mientras revisaba una nueva edición de un pequeño libro de Eliseo Diego: El libro de quizás y quién sabe, Ediciones Unión, La Habana, 2015. Es una reedición, la primera es de Letras Cubanas, 1989. Compré el librito en una librería cercana. El reguetón no me dejaba concentrarme. Cuando llegué a casa leí con cuidado un pequeño ensayo de Eliseo, titulado Necesidad de la poesía, que escribió en 1983  y fue publicado en la revista Revolución y cultura, en su primer número de 1984. 
A todo escritor le satisface escuchar a los lectores comentar sobre sus libros. Cada uno ha realizado su propia lectura y por tanto ha fijado su atención en algunos puntos específicos. Es decir, cada lector reescribe el libro y de ese modo lo hace suyo. Yo siempre escucho o leo los comentarios que me hacen y me quedo tranquilo. No discuto, no riposto. Tampoco ronroneo de placer con las lisonjas. He llegado a un punto de inmunización y sobre todo de comprensión. Así que pongo mi ego a un lado y acepto y agradezco plácidamente todos los comentarios. Agradezco tener tantos lectores apasionados y comunicativos. 
A propósito de todo esto, extraigo unos pocos párrafos del ensayo de Eliseo Diego: "...llegamos al punto para mí fundamental: el concepto de necesidad. El arte es a un tiempo una necesidad y su respuesta -como el hambre presupone el pan que la satisface, o la sed el agua.
"Ahora bien, ¿necesidad de qué? Pues de comunicarnos -de formar parte por el ser o el saber- del misterio o el enigma de la realidad que nos rodea y cuyo ápice es la psique humana en sus aspectos de conciencia y efectividad. No hay cuento fantástico tan fantástico como el simple hecho de vivir.
"Todo escritor que lo sea de veras escribe porque tiene necesidad de hacerlo. Ha tenido un atisbo, un vislumbre de la realidad que lo rodea, y debe comunicarlo a otro -recibir de ese otro la confirmación que es el consuelo supremo: "sí, es así, tal como lo has visto". Por eso es más que un gusto exquisito. Por eso no hay tema humano, por grotesco o "feo" que nos parezca, que no sea objeto de la poesía. Porque obedece a una misma necesidad de conocimiento. De aquí que un poema -o una novela, o lo que sea- no resulte jamás  un acto solitario, sino un acto de creación, a dos -el que crea y el que re-crea. Importa tanto lo uno como lo otro. De aquí también la necesidad social del arte".

domingo, 1 de mayo de 2016

SEXO EN LA CALLE

Esta foto está tomada de un video que circula hace días en varios sitios de internet dedicados a temas cubanos. Es una pareja templando libremente, a plena luz del día, en el boulevard de San Rafael, en Centro Habana. Lamentablemente no los vi personalmente porque me gusta el porno. No me excita demasiado. No soy pajero. Soy cabillero. Me gusta dar cabilla. Pero el porno es un entretenimiento. Puede ser tan entretenido como coleccionar sellos,  bailar en ruedas de casino o ir a los conciertos de la Sinfónica Nacional. 
Es decir, no le doy mayor importancia. Es sólo un aspecto más de la vida. Es moral para la gente de mente amplia e inmoral para los pueblerinos de mente estrecha y aldeana. Ya sabemos que se puede convertir en vicio y entonces sí daña y trastorna.
He visto decenas de parejas haciendo ésto mismo y más, en locales cerrados en Tijuana, Madrid (en las porno shop de la calle de La Montera), en Viena, en Alemania, en Amsterdam, y un largo etcétera. Menos en Cuba donde el porno está prohibido y es ilegal desde 1959. Sólo que normalmente, en el mundo mundial, estos shows se montan en locales cerrados para poder cobrar la entrada.
Estos muchachos cubanos lo hacen gratuitamente en la calle porque todavía el capitalismo no se les ha metido bien en la sangre. Cuando el bichito diabólico del dinero los penetre yugular adentro ya se acabará el show gratis. ¡A cobrar! Con derecho a masturbación. En  el mismo local te facilitan las servilletas. Ya llegaremos a ese momento, sólo es cuestión de tiempo. 
Es evidente que es una apuesta callejera. ¿Se atreven  o no se atreven? Apostaron y vamos palante. Supongo que los dos protagonistas cobrarían algo. Porque el negrito y la jabá no tienen cara de tontos. Todo lo contrario. Se ve que son dos callejeros despabilaos, que viven en la zona límite de la vida, al borde de la línea oscura. Personalmente me caen bien. Son de los que se arriesgan y viven sin miedo.
Todo esto me recuerda a Gunila 94. En pleno período especial. Febrero de 1994. En el teatro América, en Galiano, se hace un Festival de transformistas, en homenaje a Gunila, uno de ellos, fallecido poco antes víctima del sida. Era un proyecto muy democrático de la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas) para revitalizar aquel teatro con grupos muy diversos. Vivo cerca del teatro y me enteré por casualidad. Aún no había teléfonos móviles en Cuba pero la comunidad gay estaba allí en pleno. Se comunicarían por señales de humo, no sé, pero allí estaban aquella noche desbordando el teatro. El único periodista cubano era yo. Toda la prensa extranjera presente. Para la prensa cubana aquel festival nunca existió. Bueno, creo que para la prensa cubana todo el período especial jamás existió. Violín y más violín durante todos esos años. Y siguen. Cómo les gusta dar violín.
Los transformistas eran maravillosos. Sencillamente extraordinarios. Primero se les veía como hombres y después de una hora de maquillaje en los camerinos salían de nuevo al escenario transformados, cantando y alegres. ¡Era increíble! ¡Tremendos artistas! Al otro día gran discusión con la directora de la revista donde yo trabajaba como periodista. Yo quería hacerles un reportaje. Y ella que no, que era mejor olvidar eso porque el partido provincial, y concretamente su secretario general, estaba berreao por aquel libretazo de la UJC. Estuvimos discutiendo días y días. Yo le recordé el teatro griego, el teatro Noh japonés, el isabelino, Es decir, que hay una larga tradición de hombres disfrazados de mujeres en escena. Nada. Jamás pude publicar una línea. Otra gota de amargura en mi copa. 
No obstante, una pequeña aclaración: Los obstáculos, los enemigos, los conflictos, me fortalecen. Así que al final agradezco todo. No guardo rencores ni amarguras. Al contrario, agradezco, porque todas aquellas broncas de esa época con Caridad, mi adorada directora, me endurecían más y más y eran un entrenamiento para pasar a otra etapa de mi vida. Éramos como un matrimonio mal llevado. A veces hasta nos pasábamos varios días sin hablarnos ni saludarnos. Nos ignorábamos mutuamente. Hasta que ella me llamaba -dulcemente, era hija de Ochún- y me encargaba algún trabajo. Y seguíamos adelante. Era una mujer muy inteligente. Me encargó algunos reportajes complicados sobre el racismo en Cuba, sobre jineteras, sobre el alcoholismo y otros temas escabrosos. Y ahí están, publicados en blanco y negro. Así que siempre he pensado que ella hacía lo que podía. No sé. Creo que en el fondo nos teníamos cariño a pesar de todo.