Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 26 de marzo de 2018

PARÍS ERA MUJER



Aquí estoy en París frente a la mítica librería Shakespeare and Company, de Silvia Beach, con una hermosa historia. En realidad la librería original estaba en la calle Odeón, cerca de esta nueva versión, frente al Sena. Pero bueno, de algún modo es un recordatorio de aquel lugar trascendental. Acabo de leer París era mujer, de Andrea Weiss (Editorial Egales, Barcelona, 2017). Es un libro curioso y muy informativo sobre las mujeres que vivieron, crearon y se apoyaron entre 1900 y 1960 más o menos, en París. Concretamente en la orilla izquierda del Sena. Mujeres anticonvencionales, artistas, creadoras, periodistas, fotógrafas, editoras, casi todas lesbianas, que decidieron alejarse del poder patriarcal y vivir en completa libertad y sin ataduras. Por aquí pasan desde Gertrude Stein y Alice B. Toklas, Djuna Barnes, Silvia Beach y Colette, hasta otras menos conocidas y menos recordadas pero igual de atormentadas e impetuosas. El libro cuenta además con abundancia de fotos y documentos. Conocemos las biografías y la obra de muchas de estas mujeres pero lo interesante es que este libro nos presenta las relaciones íntimas, personales, entre ellas. Los amoríos, decepciones, roturas, infidelidades, los triunfos y derrotas. Todo. O casi todo. Y cómo se apoyaron unas a otras para publicar sus libros y llevar adelante sus proyectos. Unas hipermillonarias como Peggy Gugenheim y otras sin un centavo como Djuna Barnes.
El libro es fruto de una larga y copiosa investigación que realizaron Weiss y Greta Schiller para el documental París era una mujer, en los años '90. Lo cierto es que en las primeras seis o siete décadas del siglo XX no sólo fueron estas mujeres -casi todas norteamericanas- con criterios propios y en busca de su verdadera identidad, quienes se escaparon del férreo control y asfixiante poder patriarcal y protestante (wasp) de sus familias. No sólo ellas. También lo hicieron hombres escritores y creadores como Truman  Capote, Gore Vidal, Hemingway, Paul Bowles, William Burroughts, y muchos más. Unos buscando satisfacer sus gustos homosexuales, otros como Hemingway, Henry Miller, Saul Bellow, etc, buscando espacios culturales más libres, aventuras, expansión, guerras y aire fresco renovador.
Fueron tiempos marcados por la necesidad de romper con atavismos anquilosantes, que de algún modo implicaban censura para estos espíritus rompedores y vigorosos. Aquellas mujeres y hombres inconformes y siempre obstinados y tercos jugaron un papel al abrir nuevos caminos. Ellos sabían que la libertad hay  que buscarla y desplegarla por uno mismo porque censura y obstáculos  hay en demasía en cada época y en cada lugar.
Creo que es lo que siempre hacemos los creadores. Romper, demoler, construir algo nuevo. Las artes evolucionan gracias a la persistencia de los herejes que se atreven a desafiar. El arte se estanca cuando hay demasiados timoratos, mediocres, académicos, vigilando el cumplimiento estricto de las  reglas, los preceptos y la sintaxis.

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