Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 20 de noviembre de 2017

JANE BOWLES

He leído casi todos los libros de  Paul Bowles. Siempre regreso a El cielo protector, supongo que como todo el mundo, y he visto un par de veces la película que en 1990 hizo Bertolucci. He leído crónicas sobre su vida, entrevistas, en fin. De su esposa, Jane Bowles, sólo sabía que le acompañó en sus correrías por todo el mundo, que fue lesbiana, que murió enloquecida en un asilo de monjas en Málaga en 1973. Y su libro Dos damas muy serias, de 1943 pero editado en español por Anagrama en 1989, dormía en mi biblioteca y nunca me decidía. Al fin lo he leído. Es una novela extraña y apasionante. Creo que el tema central son mujeres lesbianas pero muy delicadas y frágiles. No son de la línea dura de verdad. Creo que en esa época todavía no existían las lesbianas duras de verdad. Bueno, alguna habría por qué si no no tiene gracia ser lesbiana.  Por ejemplo la señora Gertrude Stin, a quien tanto admiro, era de la línea dura, dura de verdad, ya muy a principios del siglo XX. En la página 81 del libro de Jane Bowles hay un diálogo revelador. La señora Copperfield le dice a su esposo, hastiada:
-No soy feliz. Me siento desgraciada.
-¿Otra vez? ¿Por qué te sientes desgraciada ahora?
-¡Me siento tan perdida, tan lejos de todo y tan asustada!
-¿Asustada de qué?
-No lo sé. ¡Es todo tan extraño y está tan poco relacionado con nada!
El marido entonces le da una larga respuesta y al final le dice:
-...Siempre me estás aguando la fiesta. No se puede hacer absolutamente nada contigo.
Después de este diálogo ella se va con las mujeres, con quienes se siente bien y disfruta. Está en Panamá y allí se enamora a primera vista  de una joven negra puta y con un corazón de piedra. Pero Jane escribía con mucho cuidado para evitar la censura y el rechazo de los editores y del público. Recordemos que estamos en 1943 y para los mojigatos editores de USA que ven porno hasta en la sopa. Así que Jane no narra ni un sólo momento de intimidad, ni un beso, nada. Sospecho que Paul le obligaba a escribir con una moderación tan excesiva, pero le queda bien.
Truman Capote, autor del prólogo, dice que Jane "es una leyenda moderna" y la recuerda "con sus ropas de muchacho, su figura de colegiala y su leve cojera". Ella, en Tánger, se enamoró perdidamente de una verdulera vulgar, mezquina y miserable del mercado de la ciudad, se la llevó a vivir con ella y esta mujer al parecer trató de envenenarla muchas veces, según contaba Paul a sus amigos. Finalmente Jane fue víctima del alcohol, el miedo y la depresión y murió apenas con 56 años, pero bastante demacrada según se ve en las fotos, en un asilo de Málaga, como ya dije, en 1973. Paul la sobrevivió y murió en Tánger en 1999, con 89 años y al parecer muy tranquilo y lúcido, como cuenta el escritor español Gabi Martínez, quien lo visitó un año antes de su muerte.
Truman Capote, en el prólogo, nos aconseja leer además los relatos, sobre todo Camp Cataract, y enumera algunas razones que lo convierten en un cuento sobresaliente. Y añade: "En realidad, escribir nunca es fácil; y por si alguien no lo sabe, es el trabajo más duro que hay; y para Jane creo que es difícil hasta el punto de ser auténticamente doloroso".

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