

Aquí estoy en estos días de junio 2019 en Brasilia. Esta es la catedral, diseñada por Oscar Niemeyer. Una iglesia extraña, para decir lo mínimo. En realidad toda la ciudad sigue siendo extraña, aunque ya tiene casi 60 años. Se construyó rápidamente entre 1956 y 1960. Se inauguró en este último año. Era la utopía de crear una ciudad perfecta. Tengo algunos buenos amigos aquí y todos coinciden en que tienen una extraña relación de amor y odio con la ciudad. No es una ciudad para caminar. Casi no hay árboles ni sombra. Alrededor han crecido ciudades satélites y el tráfico de autos es intenso, con sólo una persona a bordo. Yo vine ahora para inaugurar una exposición con 24 de mis pomas visuales, de conjunto con 24 cuadros del reconocido pintor brasileño Gerson Fogaca. Se iba a exhibir en el Museo del Correo, pero algunos de mis poemas y un cuadro de Fogaca fueron censurados por ser demasiado eróticos y a última hora todo se mudó para el Museo Nacional, diseñado por Niemeyer, y mucho mejor. Así que lo que pasa conviene. Después de la inauguración dediqué unos días a recorrer algunas ciudades cercanas. Es una zona hermosa, junto al Mato Grosso. Pasear un poco con buenos amigos, relajadamente. Y dejar que la vida fluya.