Mi casa

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© Héctor Garrido

martes, 9 de diciembre de 2014

LA NOVELA IMPOSIBLE

Estoy releyendo El nuevo periodismo, el libro que Tom Wolfe preparó en 1973. Con las ínfulas y el ego superinflado que padece desde que era un bebé recién nacido. Escribió un ensayo de 70 páginas, escogió algunas buenas crónicas publicadas en los ´60 en la prensa de USA y con todo eso armó un libro. Con su afilado sentido comercial afirmó que estos textos periodísticos están dirigidos  "a provocar pánico, a destronar a la novela como número uno de los géneros literarios". Y seguía su provocación ampliando el escándalo (sabe que si no hay escándalo no hay ventas, él es un producto típico de Manhattan). Así que afirmó que Saul Bellow, John Updike, "incluso el mejor del lote, Philip Roth" están sudando, deprimidos y sin saber que hacer ahora.
Tom Wolfe siempre ha sido un descarado -al igual que su colega Gay Talese- como también lo fue Truman Capote en sus tiempos. A la hora de promocionarse y del autobombo no tienen límites. El dinero les nubla la vista. Y lo simpático es que siempre hay millones que les creen y corren a comprar sus libros con la tinta aún fresca de la imprenta. Ellos montan el show, en pocas semanas venden unos cuantos millones de copias en 10 ó 15 idiomas y hábilmente hacen mutis. Bajan del escenario arrastrando dos o tres maletas rebosantes de dólares. Y vuelven a aparecer unos años después, para montar otra parafernalia con otro tema que tenga buen gancho.  Y se cuidan como gallos finos. Tanto Tom como Gay, así que aunque muy viejitos, van  a durar unos años más. Me caen bien, son unos jodedores y se divierten a cuenta de los incautos.
Compré este libro en una mesa de libros usados, en medio de la calle, en Tijuana, en el verano de 1990. Me costó unos centavos. Editado por Anagrama en 1976. Yo vivía unas cuantas semanas, alucinado en Tijuana y en Mexicali-Calexico. Todos los días me iba a la frontera, a hablar con la gente que cruzaba por las noches. Al atardecer se formaban grupos espontáneos a lo largo de la cerca, que tenía muchos hoyos y era sólo un símbolo de border. Cuando caía la noche los grupos se disparaban a correr por el desierto. Varios kilómetros. En la oscuridad, para intentar llegar a San Diego, cuyas luces se veían a lo lejos. Había que correr 15 ó 20 kilómetros. No sé bien. Creo que nadie sabía. La policía de emigración de USA, la "Migra" capturaba a unos cuantos y los devolvían a México donde eran víctimas de la policía mexicana que, a golpes, les quitaba dinero y todo lo que tuvieran. La mayoría lograba pasar. Era un teatro. en realidad USA necesita a esa gente para tener mano de obra barata, muy barata, en sus campos de fresas y tomates. Con salarios ínfimos y condiciones de vida infrahumanas como esclavos del siglo XIX. Son unos hipócritas.
Esto fue en 1990. Han pasado 24 años y ahora hicieron cortinas de hierro en toda aquella zona pero la gente muy pobre de Centro América y todo México siguen pasando por los ríos o como pueden.
Yo tenía entonces 40 años y mucha energía. Al regresar a La Habana escribí ocho crónicas muy fuertes sobre todo aquello. Pero la revista semanal donde yo trabaja como periodista sólo publicó tres. No se atrevieron a más. Me dijeron que la embajada mexicana podía protestar.
No sé dónde se metieron aquellas crónicas. Creo que se perdieron. Eran muy fuertes y convincentes. Por dos razones: Yo tenía un material muy duro y caliente. Y el libro de Tom Wolfe, que lo estuve leyendo todo el tiempo, me inyectó adrenalina y ácido directo en la yugular. Así que escribí como un salvaje. Sin concesiones. Por eso en la revista me cortaron las alas.
Bueno, en fin, ya pasó. Y yo estoy aquí riéndome y encantado de la vida. Y pensando,  ya que hablamos de USA, que tengo una espinita clavada en el corazón y creo que nunca me la  podré quitar: escribir una buena novela bien dura con los cubanos que se han ido al exilio en Miami. Lo único duro que se ha escrito es Boarding Home, de Guillermo Rosales. Creo que en estos 55 años son más de dos millones los que de una u otra forma, se han ido al exilio. Se calcula que  son más de un millón sólo en Miami. He estado viviendo algunas semanas en Hialeah. Suficiente para comprender que ningún escritor de los que se han ido se atreve con el tema. Hablo de novela dura y a full, no de tonterías para viejitas católicas. Los pueden linchar si se atreven a manchar el nimbo del éxito. Nada de empañar el American Dream.
Y los que no hemos pasado por  esos tragos amargos del exilio tampoco podemos escribir porque no tenemos ni idea. Así que presiento que esa novela nunca se escribirá. A veces los emigrantes tienen que esperar a tres generaciones en el país que los recibe para que surjan nietos capaces de violentar lo que sus abuelos y padres veneraron en su momento. Así que nadie sabe. 

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