Mi casa

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© Héctor Garrido

sábado, 4 de octubre de 2014

AMOR A LAS BIBLIOTECAS

Esta foto a primera vista parece un apunte para un cuadro de Hopper. Pero no. Es una señora elegante -digo yo, uno nunca sabe ya quién es elegante y quién no- típica de Park Avenue. Estamos en el pre-lobby de la Morgan Library, en Madison Avenue, New York. Precisamente a dos pasos de Park Avenue, aquella atmósfera donde Truman Capote se sentía a sus anchas, como un patico en el agua. Atmósfera -recordemos- de la que le echaron a patadas cuando intentó (al modo de Proust) escribir a fondo sobre ellos. Y él pronunció aquella frase: "¿Qué creían, que tenían un payaso entre ellos? pues no, era un escritor". Genial. Siempre estoy de acuerdo con Truman.
La foto la tomé a principios de septiembre. Aún se sentía el calor en NYC. Después entramos a la mítica biblioteca. Es maravillosa. Con escaso público. Al parecer la visitan sólo un determinado tipo de turistas. La masividad está en otros lugares. Esta biblioteca y el museo adjunto disponen de mucho dinero y por tanto tienen un programa intenso de conciertos de ópera  y mucho más, incluida una estupenda exposición de cuadros de Cy Twombly. Quiero decir, no es una biblioteca más. Sino una excepción. Amo a las bibliotecas. Si no existieran yo no sería escritor. Gracias a la existencia de dos maravillosas bibliotecas en Matanzas, mi ciudad natal, me convertí en un lector apasionado y voraz. Es decir, abrí las puertas para después pasar a la escritura y despertar mi vocación.
En mi familia no había antecedentes de lectura. ¡Ni digamos de escritores o de artistas! A eso de los diez o doce años me aficioné a ir largas horas a las bibliotecas públicas. Las dos cerca de mi casa: La Gener y del Monte y la Antonio Guiteras Holmes. Ya no había comics. Dejaron de importarlos desde México por la inesperada bronca con los yanquis. Los comics pasaron a ser "desviación ideológica". Yo me había habituado a leer continuamente, así que en estas bibliotecas salté brúscamente del Pato Donald y Supermán a John Dos Passos, Faulkner, Capote, Anderson, Caldwell, Herman Hesse y etc, etc. Así de un día para otro. Se me formó un embrollo terrible en la mente, sobre todo con Kafka. No tenía a quien preguntar sobre lecturas. Pero poco a poco logré encaminarme. No me pregunten cómo. Logré encaminarme.
Menos en Pinar del Río, en todas las capitales de provincia cubanas existían grandes y maravillosas bibliotecas. Algunas fundadas desde el siglo XIX. Recuerdo con especial agradecimiento la de Camagüey.
Esta descarga viene a cuento porque la Feria del Libro de Frankfurt (8-12 de octubre) está dedicada este año a Finlandia, país de lectores, y a las bibliotecas de ese país nórdico. Algo muy extraño pero alentador. Esa feria es básicamente comercial. Allí van sobre todo editores y agentes a ponerse de acuerdo frente a frente sobre contratos y negocios. A veces invitan a algún escritor super star para que se pasee un poco por allí, pero lo decisivo son los negocios. Con el trauma ahora de que hace años bajan las ventas continuamente y encima con esa espinita clavada en el corazón que es el E-book, en alza indetenible y desconcertante.
Así que enhorabuena que se acordaron de las bibliotecas y de su maravillosa función social. Por cierto, aprovecho para un comercial: en breve (no hemos acordado la fecha) tendré un conversatorio con lectores de la Biblioteca Nacional José Martí, en La Habana. Los organizadores (empleados jóvenes de esa biblioteca maravillosa) están encantados. Yo más.



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