Mi casa

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© Héctor Garrido

lunes, 22 de julio de 2019

HASTA LUEGO, ROBERTO

Roberto Fernández Retamar (La Habana, 1930), falleció aquí en La Habana el pasado sábado 20 de julio 2019, por la tarde. Tenía 89 años y escribía sus memorias, que dejó inconclusas.
Hace unos meses le pregunté a su hija Laidy:
-¿Cómo está después de la pérdida de Adelaida?
-Imagínate. Toda la vida juntos. Está un poco deprimido pero se ha puesto a escribir sus memorias. Y tiene una memoria increíble.
Nos quedamos en silencio un rato. Después seguimos hablando de cualquier tema, para eludir el presagio que teníamos en mente.
Siempre digo que mi aprendizaje en el oficio de escritor lo hice completamente solo y que nunca molesté a ningún escritor para que leyera mis textos y me diera su opinión.  Pero esto no es totalmente cierto. En los años '80, Roberto y yo establecimos un ritual de comunicación. Nos veíamos por casualidad, casi siempre en la Casa de Las Américas, y nos estrechábamos las manos. Siempre me decía, con su voz profunda y grave y con un tono amable y casi cariñoso:
-Oh, Gutiérrez, hace tiempo que no leo nada suyo.
-Ah, tengo algunos poemas nuevos.
-Tráigalos. Déjeme leer algo suyo.
No puedo recordar cómo o por qué empezamos ese rito. Pero sí recuerdo bien que se repitió tres o cuatro veces. Yo no había publicado jamás un poema ni un cuento. Escribía a mano, corregía, pasaba en limpio y guardaba. Todo, o casi todo, me parecía malo e impublicable. Ni soñar con publicar en la revista Casa, que dirigía Roberto. Yo era un simple periodista que escribía cuentos y poemas pero no publicaba. En el fondo, no me interesaba publicar por publicar. Le daba largas. No debe haber prisa por publicar cuando uno es joven y está aprendiendo el oficio. Así es mejor, para no arrepentirse después. 
Un buen día me llamaron de Casa de Las Américas. Que fuera a recoger un cheque y dos ejemplares de la revista. Pregunté por qué. Y me contestaron: hay tres poemas suyos en este número.  Era el número 151, de julio-agosto de 1985.
Una vez pasada la emoción y cobrado el cheque, comprendí que de todos los poemas que le había entregado a Roberto, estos eran los mejores, con más misterio y garra. Todos dejaban la parte mayor del iceberg por debajo, oculto  a la vista. Y eso me gustaba. Los copio a continuación:
      HOMBRE EN PENUMBRAS
Este hombre tan serio
parece perdido en la penumbra del auto
frente al atardecer
sólo lo salvan sus ojos
dos ventanas tranquilas y pequeñas
en un castillo inaccesible
ahora el sol
hace una cinta de luz
sobre el cuello y la boca
extraña marca
que deja a este hombre
aún más solo y veloz en la carretera

     SÁBADO POR LA TARDE
Una muchacha afeitándose las piernas
en el apartamento del frente
y otra lavando ajustadores y calzoncillos
no es un panorama muy variado
tal vez íntimo
pero como se repite cada sábado por la tarde
la misma muchacha con su cuchilla
y la otra con el detergente
hoy prefiero cerrar la ventana
entonces comienzo a escuchar
inquietantes escuadras de helicópteros
hacia el suroeste
hay maniobras en la costa

      PLUSVALÍA
Están los guardianes que cuidan las manzanas
están los muchachos que quieren robar las manzanas
están los trabajadores que cultivan las manzanas
están los hambrientos que compran las manzanas
y está el dueño de todas las manzanas
con los hilos enganchados en los dedos

Los he copiado como están en la revista. Tienen 35 años. He resistido la tentación de corregirlos. En aquel momento eran los mejores de mi cosecha. Fue una lección que me dio Roberto. Al ver mis poemas impresos, seleccionados por otro, dejaron de ser míos. Se alejaron. Me enfrié y comprendí por dónde debía seguir tirando del hilo de Ariadna. Una lección importante y decisiva que siempre agradecí. Te recuerdo siempre con tu sonrisa amable y sincera, Roberto. Gracias. Y hasta luego. 
(La foto nos la hizo Laidy en diciembre de 2016).

3 comentarios:

  1. Son poemas con mucha fuerza, realmente me gustan, es el tipo de escritura que siempre he admirado; hacen sentir...

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  3. Roberto Fernández , Pedro Juan , siempre será recordado.

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