Mi casa

Mi casa
© Héctor Garrido

lunes, 27 de febrero de 2017

EL BARCO MISTERIOSO

Una tormenta arrastró este artefacto hasta la playa de Guanabo, al este de La Habana. Es una pequeña lancha, rústica, elemental y muy pesada. Tan pesada y endeble que dudo pudiera flotar más de unos pocos minutos. Hay dos posibilidades: la primera y más probable es que la construyeron para irse ilegalmente de la isla y llegar al añorado Miami. La segunda posibilidad es que la usaban para pescar en aguas costeras pero en algún momento se hundió. Bueno,  en cualquiera de los dos casos, la barca permanecía hundida y una fuerte tormenta caribeña en febrero 2017 la removió del fondo, la destrozó un poco más y la arrastró a la playa.  En realidad parece más bien una pieza de arte povera, pero no es nada tan frívolo. Estoy casi seguro que son los restos de un naufragio, el cual probablemente originó algunos ahogados. Un pequeño drama marino motivado por la pobreza y el desespero. Cerca de este sitio siempre hay gente muy pobre buscando entre las piedras y la arena restos de joyas o monedas que algún bañista puede perder accidentalmente. Cuando camino por aquí en las tardes, los veo escudriñando pero sospecho que jamás encuentran  algo que sirva más allá de trozos de clavos oxidados y pedacitos de metales podridos. Además de basura de todo tipo: botellas, plásticos, trozos de vidrio. El mar trae mucha porquería y los bañistas cubanos se encargan de aportar unas cuantas toneladas más. Muchos de los que viven cerca de las aguas arrojan a la playa sus aguas negras en arroyuelos fétidos que contaminan las aguas de la playa. Los que vienen de visita comen, beben, fornican, fuman y ahí mismo dejan los restos: botellas de vidrio, restos de comidas, preservativos usados, colillas de cigarros y envolturas. Una asquerosidad. Realmente es patético. Asqueante y desmoralizante. La gente ensucia, a veces parece que compiten entre ellos a ver quién deja más basura sobre la arena. Y no hay una autoridad que intente poner orden. Colocar cestos para la basura, empleados que limpien, policías que pongan multas y repriman a los que ensucian. Una campaña de educación y concientización y al mismo tiempo de represión y control. ¡No! ¡Nada! Da igual. No hay la más mínima conciencia social. Y me duele. Los extranjeros que visitan la playa de Guanabo ven aquello y no entienden por qué sucede. Yo tampoco lo entiendo. Es como pasear por una cochiquera asquerosa. Una pena.  En fin, la vida  inexplicable.   Así que esta desafortunada barca  tan fea y arruinada es muy coherente con el contexto adonde fue a recalar: La infeliz playa de Guanabo, que sigue soportando como puede. ¿Hasta cuándo?