Mi casa

Mi casa
© Héctor Garrido

jueves, 28 de agosto de 2014

MÍNIMO APENAS, LEVE.

En diciembre de 1999 estuve un par de meses en Chemnitz, una pequeña ciudad industrial de Sajonia, Alemania. Me quedaba en la casa de un gran amigo. Él es pintor. Tenía mucho material y un estudio cómodo. Yo por las mañanas escribía una novela. Animal tropical.  Antes había estado 3 meses en Suecia, donde había escrito unas 300 páginas que serían el capítulo central del libro. Ahora me dedicaba a reducir y mejorar todo aquello. Casi siempre ese es el ingrediente principal de mis revisiones y mejoras a un texto: borrar, quitar, reducir, eliminar, tachar, simplificar. No hay derecho a abusar de la paciencia del lector. Era un trabajo agotador. Tenía dos libretas manuscritas con mi letra microscópica, y a veces ininteligible. Leía y al mismo tiempo reducía, simplificaba y escribía en una máquina. En esa época yo no tenía ni un email ni sabía nada del mundo digital. Todavía se usaba el correo y el fax. En Suecia había revisado las pruebas de galera de El Rey de La Habana. De la editorial me enviaron el paquete por correo. Yo corregí todo y devolví el bulto también por correo a Barcelona. Normal.  Entonces, el trabajo matinal en la novela me agotaba. Para relajarme, por las tardes hacía lo mismo que en mi casa en La Habana: Me preparaba un trago de whisky con hielo, ponía un disco de Mozart, Bach, Schubert, Haydn. Evitaba Wagner, demasiado loco. Y me ponía a pintar.
Al principio intenté pintar como en Cuba: colores fuertes, materiales duros y ásperos. Recogía en la calle pedazos de metal oxidado, tierra, arena, tallos secos, guijarros, cordeles y cuerdas, pedazos de loneta, clavos retorcidos y todo aquello mezclado con verde, amarillo, rojo. ¡No! ¡No funcionaba!
Yo soy muy impetuoso. Me lanzo sin medir las consecuencias. Nada se resiste al impulso del rayo. Eh, pero, ¿qué pasaba? Estuve un par de días desconcertado. ¿Qué pasaba conmigo? Hice tres cuadros. Los rompí a pedazos. Eran tremenda mierda. Ridículos. Lo único que funcionaba era la música, el whisky y unos tabacos alemanes muy buenos. Desalentado, recogí todos los materiales. Los guardé. Y me olvidé. Pasaron unos cuantos días. Una semana quizás. Los fracasos hay que olvidarlos. Pero olvidarlos de verdad. Menospreciarlos.  Y partir de cero. Una y otra vez. Es un juego. Fracasas. No importa. La vida es un juego. La ruleta de la vida. Perdiste un poco pero no importa. La vida sigue. Adelante. Olvida totalmente y ya viene otra oportunidad. Entonces intentas desde otro punto de partida. Sólo que en arte nunca se sabe dónde está ese nuevo punto de partida. Por eso hay que olvidar de un modo perfecto. Para que la intuición quede limpia y funcione nuevamente. Sólo la intuición. Un artista no tiene ninguna otra herramienta. Y la intuición funciona en libertad absoluta. Si la condicionas ya no es intuición, es otra cosa más rudimentaria.
Un tarde estoy con mi vaso de whisky en la mano. Sonaba Mahler. La Quinta. Vigoroso, pletórico. ¡No! Lo pasé al segundo movimiento. Scherzo. ¡No! ¡Esas trompetas! Lo apagué. Silencio. Creo que estaba algo abatido y completamente desconcertado. Me acerqué a una ventana. Afuera un pequeño bosquecillo nevado. Los árboles desnudos. Hacía dos días que nevaba sin parar. Y seguía nevando. Los copos, muy pequeños caían. Todo era blanco y gris. Y triste. Melancolía y silencio. Aquel silencio frío y triste entró hasta mi corazón. Entonces, sin pensar, cogí unas cartulinas, un cutter y un trozo de lápiz  gris y otro negro. Y le entré, a descargar mi furia. En un rato hice 10 versiones de la furia y el silencio. Entonces lo guardé todo y seguí con el whisky, el silencio, la nieve y el frío. Y ya. Me olvidé de todo. Entré en otra dimensión. Entré en el vacío, en el infinito, mínimo apenas, leve.

martes, 26 de agosto de 2014

100 AÑOS DE CORTÁZAR



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Aquí tenemos a Julio Florencio Cortázar sentado en el Malecón de La Habana. La  foto es mala pero es poco conocida. Si nos esforzamos vemos una ola rompiendo detrás de él exactamente. Este martes 26 de 
agosto Julio cumple 100 años de nacido, en Bruselas, aunque posteriormente se crío y educó en Argentina.
Si me obligan a escoger sólo dos escritores desde los orígenes del planeta hasta hoy, me quedo con Kafka y con Cortázar. Si aprietan a uno sólo es Julio. Sin la más mínima duda. Amo su obra porque era un tipo juguetón, en un sentido profundo. Él lo explicó muchas veces: La literatura es un juego serio.
Si algo me jode en la literatura actual es el terreno que se pierde para la libertad total de expresión. La "corrección política" cada vez hace más daño. Es censura. Cuando un escritor se ve censurado por su editor pues ya él mismo se autocensura en el próximo libro. Es un círculo vicioso. Estamos muy jodidos. Tan jodidos como los robots.
Estoy convencido de que si Cortázar ahora mismo fuera un joven desconocido intentando colocar sus libros no encontraría editorial. Ni aunque estuviera ofreciendo Rayuela. Le dirían que es muy complicada y experimental, que no se vendería y que la simplificara y la hiciera entrar por el cauce tradicional de la narración de una novela. Nada de antinovelas. Cada día menos editoriales están dispuestas a correr riesgos y a publicar autores que rompan las estructuras y que echen a un lado la moral, las buenas costumbres  y las reglas al uso. Están a punto de extinguirse esos editores. Queda si acaso un par de especímenes en el inmenso bosque. Y están acosados por depredadores eficaces y mortales. 
Recuerdo que hace muchos años, en los '90, asistí a un cursillo de verano de tres días en Casa de Las Américas, en La Habana, sobre la obra de Cortázar. Lo impartía un reputado profesor norteamericano especialista en Cortázar. Muy documentado, pero lo único que recuerdo fue una anécdota. En la universidad donde trabajaba este señor organizan un congreso sobre la obra de Julio. Van decenas de investigadores y Cortázar también. Pero él nunca entró a las sesiones y dedicó aquellos tres días a pasear por los alrededores y a tomar el sol. Sólo entró un rato a la sesión final y pronunció unas palabras de agradecimiento. Aquel profesor no salía de su asombro y repetía que era muy extraña aquella actitud. "En vez de estar allí escuchando todo lo que se decía sobre su obra".
Aquel profesor era un fama. Y Cortázar un cronopio. Los famas nunca entienden a los cronopios. Opinan que siempre están equivocados. Los cronopios entienden perfectamente a los famas, pero les dejan hacer. Total. Da igual. Los famas creen que la vida funciona como un reloj. Y no entienden nada. Los famas seguirán mirando ansiosos sus relojes de pulsera, que -como sabemos- cuando se los quitan  dejan cuatro gotitas de sangre en la muñeca. El reloj entonces recoge sus colmillitos hasta que el fama de nuevo se lo ata en la muñeca a la mañana siguiente.
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En 1969 Julio se hizo una autoentrevista y se la envió a su editor en Barcelona para promocionar la edición española de Último round. Fue publicada en 2009 por Alfaguara en el libro Papeles inesperados, recopilación hecha por su primera esposa Aurora Bernárdez y por un editor, a partir de una buena cantidad de originales inéditos  que Aurora (que ahora tiene 93 lúcidos años) encontró en un armario en su casa. A continuación reproduzco un fragmento:
(Contestación a: ¿Vos creés, entonces, que las intenciones de tu libro no serán entendidas por la crítica magistral?)
-En todo caso ya verás que este libro será agredido por la Seriedad y la Profundidad y la Responsabilidad, todas esas gordas que se te tiran a los ojos con las agujas de tejer. Qué querés,eso viene de nuestro pecado original: la falta de humor de los españoles, sumada a la de los indios de nuestras tierras (Dios los crió y ellos se juntaron), nos fastidiará todavía un tiempo, pero salta a la vista que los lectores realmente alertas de estos años se han dado cuenta de que el espíritu sopla donde quiere, y que casi siempre es en algún libro que no está firmado por los serios de la literatura; la prueba, García Márquez. Con lo cual vamos muy bien, y ya verás que en pocos años acabaremos con las etiquetas y los úkases.



lunes, 25 de agosto de 2014

ACLARACIÓN A UNA ENTRADA ANTIGUA

Me han escrito muchos lectores del blog para preguntar qué quise decir al final de la entrada ante-anterior. Es decir la titulada CON LA SEMILLA DEL DIABLO EN EL ALMA.
La expresión  "A bailar y a gozar con la Sinfónica Nacional" es un chiste cubano que se origina en un hecho real. En los primeros años de la revolución, en la década de los '60, se hizo un esfuerzo largo y sostenido para "llevar el arte a las masas". Así que el gobierno dispuso de un presupuesto anual para que los campesinos que vivían en zonas alejadas de las ciudades tuvieran acceso a funciones de cine, de teatro, de música, bibliotecas, orquestas, ballet clásico, y hasta se organizaba una gira nacional cada año de la Orquesta Sinfónica Nacional. Unos días antes de que la orquesta llegara a un pequeño caserío en la Sierra Maestra, al oriente del país, algún dirigente local, con la mejor intención del mundo pero sin tener la más mínima idea del repertorio de la orquesta que les visitaría, mandó a poner pequeños carteles de promoción: "El día tal, a tal hora, en el círculo social, ¡A bailar y a gozar con la Sinfónica Nacional!".
Algunos músicos jodedores de la propia orquesta cuando vieron los cartelitos se ocuparon de divulgar la historia por todo el país. Es una costumbre cubana muy sana. Convertir en chiste todo lo que se deje convertir en chiste. Por eso Cuba es el único país del mundo donde no  han desembarcado los sicoterapeutas argentinos.
Hay muchas frases así en al argot cubano.  Como la que pronunció aquel superfamoso boxeador, pero que, obvio, tenía dificultades para coordinar sus expresiones. Un periodista le pregunta por  su técnica y el boxeador intenta decir algo inteligente y trascendente:  "La técnica es la técnica y sin técnica no hay técnica".
Otra frase que ha pasado a la historia de la filosofía cubana barriobajera es "¡De pinga, queridos amiguitos!". Que se suaviza diciendo sólo: "Aquello fue de queridos amiguitos". Para indicar cuando alguna situación se desbordó, rebasó sus límites, o se convirtió en un caos. Y se originó en el programa La comedia silente, que pasaba la televisión cada domingo a media mañana. Tenía una audiencia infantil gigantesca. Y duró muchísimos años. Consistía en películas silentes  en blanco y negro. Aquellas películas cortas, casi todas de 10 minutos. A veces con Charles Chaplin, o Buster Keaton, o El Gordo y el Flaco, etc. Las amenizaba Armando Calderón, un señor que imitaba voces  y explicaba  con gracia y picardía lo que estaba sucediendo en la pantalla. Hablo de los años '60 y quizás de los '70. Así que   el programa no se grababa. Calderón improvisaba en directo, sin guión. Se inspiraba en lo que veía, y a veces se entusiasmaba demasiado en medio de aquellos gags clásicos: peleas con pasteles de merengue o en persecuciones. Un día, se entusiasmó en medio de una de aquellas peleas con mucha gente atizándose golpes y pescozones y se le fue la frase fatídica: "¡Esto es de pinga, queridos amiguitos!".  Hasta ahí llegó Calderón. Creo  que el programa siguió -no recuerdo bien- pero ya sin  aquel animador tan entusiasta.

martes, 19 de agosto de 2014

CON LA SEMILLA DEL DIABLO EN EL ALMA

Por ahora es un problema sólo de países desarrollados. En los países pobres no se han enterado. La amenaza del libro electrónico. En Estados Unidos el 20 % de los libros que se venden son digitales, en Inglaterra el 12 %. Algo parecido en Francia e Inglaterra. En España de cada 100 libros publicados, 23 son digitales. Estas cifras aumentan cada año. Es muy fácil encontrar en internet los datos numéricos. Las estadísticas. En estos países los editores hacen un esfuerzo y sonríen (sonrisas forzadas y tensas)  y le dicen a los periodistas: "No pasa nada. Son dos medios diferentes y están conviviendo. Van juntitos. Agarraditos de las manos como dos hermanitos".
Pero de hermanitos nada. El libro digital viene con la semilla del diablo en el alma. Dispuesto a crecer, ponerse fuerte, y cuando ya esté bien potente le cortará la cabeza a su hermano mayor. El jovencito se impone día a día. 
Y es lógico que así sea. Si damos un vistazo rápido recordaremos que cada invento nuevo sustituye a otro anterior que en poco tiempo  queda obsoleto hasta que se convierte en objeto de museo. Voy a enumerar sólo lo que recuerdo sin hacer un gran esfuerzo de memoria: Las plumillas y el tintero por la pluma estilográfica y ésta después por el bolígrafo. La máquina de escribir mecánica por la eléctrica y ésta por los ordenadores y el Word. El coche de caballos por el tren y el automóvil. El barco de vela por el de vapor. Los viajes en barco de vapor por el avión. Las casas de madera por casas de ladrillos y mampostería. El revólver de 6 tiros por la ametralladora. La horca por la silla eléctrica (este es un chiste macabro solamente). Seguimos. Las velas y los quinqués por las bombillas eléctricas. La cocina de leña por la de carbón y ésta por la de gas y/o electricidad. Las cartas postales, los telegramas y el fax por el email. Algunos inventos  que hoy forman parte de nuestra vida diaria no tienen antecedentes tan absoluta y tajantemente antagónicos. Es el caso de la fotografía, la radio, el cine, la televisión, el teléfono, el telégrafo, el radar, los aviones a reacción, etc.
Así que el libro de papel no tiene por qué ser eterno.  Los monjes copistas e iluministas sufrieron un shock terrible en sus monasterios cuando se enteraron que un alemán imbécil había inventado la imprenta y que ellos se quedarían sin trabajo. Seguramente denigraron a más no poder aquella obra del diablo y oraron por la intervención divina. Pero Dios no pudo hacer nada contra la dialéctica de la vida. Es que cada nuevo invento tiene que enfrentarse a oposición, abierta o velada, de los que viven del invento anterior y -obvio- se ven amenazados. Es una constante. En Fedro, Platón se refiere al temor de Sócrates a que el desarrollo de la escritura eliminara la capacidad de memoria de las personas. Sócrates era partidario de recordar todo y no escribir. En 370 a. C. 
Así que es mejor relajarse y tratar de ser objetivos, pragmáticos y flexibles. Y tomárselo todo filosóficamente. Yo por el momento me estoy curando en salud. Hace ya un año que puse todos los libros que he escrito en Amazon. Hay 10 en prosa y 7 de poesía. Están disponibles en papel y en versión digital. Me da igual si me quieren leer en papel o en kindle. Lo que me interesa es mantener el diálogo con los lectores. Porque a todas estas, los que están más nerviosos son los negociantes. Se habla de números y de dinero. Pero curiosamente nadie habla del efecto cultural del libro electrónico. Hay mucha tela por donde cortar porque el asunto no es nada simple. La peor de las amenazas contra la lectura de libros es internet. Este medio nos habitúa a leer textos breves, rápidos y cambiantes. Como éste que están leyendo. Si en lugar de una breve nota efervescente pongo aquí un ensayo sesudo de 80 páginas no me lee nadie. Y además dirán que soy un pesao. Y es de suponer que dentro de unas décadas muy pocos tendrán paciencia y necesidad interior para dedicar varios días a leer un libro, ya esté en papel o en pantalla. Éste a mi juicio es quizás el principal y verdadero problema que enfrenta la lectura en el futuro, a mediano y largo plazo. Pero ya veremos. Por ahora  es un problema  del futuro. El presente es apasionante. Así que a bailar y a gozar con la Sinfónica Nacional, como decía aquel cartelito  en Mayarí Arriba.

jueves, 14 de agosto de 2014

TORMENTA EN LA PLAYA

Esta foto la tomé en enero  pasado en la playa de Guanabo, al este de La Habana. Comenzaba una tormenta de invierno. Un frente frío. La playa  solitaria.  Me gusta mucho caminar por aquí cuando no hay nadie. Toda la vida  paseando por esta playa, desde que era muy jovencito. Siempre, en verano o invierno. Es la playa de los habaneros. Sólo que al paso que va dentro de unos años tendremos que decir: Los Riscos de Los Habaneros. Pierde arena. Todos los años un poco más. No hay que ser experto. Es evidente a simple vista. De acuerdo al tramo de raíz de los cocoteros que ahora está expuesto al aire se puede apreciar que  en unos años la arena ha perdido un metro de altura.  Algunos cocoteros se caen porque no tienen ya suficiente agarre en el suelo. Piedras y más piedras. Cada año más abundantes. Algunos tramos dan pena.
Es un fenómeno mundial.  Hay estudios internacionales que lo demuestran. Cada año se pierden más playas porque en muchos países la arena se usa para la construcción y la industria. En Cuba al menos hay una ley que prohíbe coger arena de las costas. Es un delito. Eso es decisivo, pero insuficiente. La arena aquí se pierde por razones naturales normales. Ahora. Porque durante muchísimos años se extrajo arena en cantidades enormes para usarla en la construcción. Así que es probable que aquellas causas trajeron estos efectos.
En el caso de Guanabo  se suma además la descarga continua de aguas fecales directamente al mar, desde casas cercanas y en primera línea de costa. Y por si fuera poco cada vez la gente deja más basura sobre la arena. Botellas,latas, envases de galletas y yogurt, hojas de tamales. Todo. A casi nadie se le ocurre poner la basura en una bolsita y depositarla en un contenedor de basura.  A veces -sólo a veces- veo una brigada de unos diez hombres con una carreta y un tractor, que limpian la playa. Sobre todo en verano. También les duele. Uno me dijo: "Hemos puesto contenedores en algunas zonas de la playa, pero la gente los ignora".
Hay que hacer algo. Intentar mejorar la playa y al mismo tiempo educar a la población. Poner contenedores, hacer publicidad, iniciar una campaña de rescate integral de la playa de Guanabo. Los más escépticos dicen: "Eso lo van a hacer cuando hagan hoteles para turismo de extranjeros." Yo no creo que sea necesario esperar hasta ese momento. Que ya vendrá. No lo dudo. Pero es hora de comenzar. Cuanto antes.

viernes, 8 de agosto de 2014

CREPÚSCULO EN LA HABANA

Llevo 30 años viendo estos crepúsculos desde las ventanas de mi apartamento en Centro Habana. Un espectáculo diferente cada  atardecer. Y yo con mi traguito de ron, un poquito de música, y agradeciendo lo que me ha tocado. Esta foto la tomé ayer. Hay un texto de Julio Cortázar titulado Cazador de Crepúsculos, lo publicó la revista Cine Cubano hace años, donde él dice que si fuera cineasta se dedicaría sólo a filmar crepúsculos. Cortázar era un jodedor. Un cronopio hasta el último minuto de su vida. Por supuesto, no voy a pasarme la vida tomando fotos de crepúsculos. Pero desde esta foto he pensado en el futuro. Dentro de 20 años, ó 30, los crepúsculos seguirán más o menos iguales. Pero ¿y la gente? Hace algunos años estuve en Cartagena de Indias, Colombia, en la zona histórica, creo que es Patrimonio de la Humanidad, y me asombró que no había personas de allí. Sólo turistas en una gran zona turística: hoteles, boutiques, restaurantes, SPA, y cosas así. Al tercer día me encontré con un colega escritor, colombiano, y me  explicó que aquel era un barrio normal, él nació y se crió allí, pero entonces aprobaron una ley que permitía comprar a los extranjeros. 
"Y todo fue muy rápido, me dijo. Alemanes, americanos, italianos, españoles, una avalancha de extranjeros comprando rápido. Mi madre vendió el caserón nuestro por lo que ella pensó que era mucho dinero. Pero eso le alcanzó apenas para comprarse un apartamento pequeño en las afueras de la ciudad. Ahora yo me he demorado dos horas en autobuses y taxis para llegar aquí, a mi antiguo barrio, que ahora llaman el Centro Histórico. Y ya ves que no hay gente. No ha quedado nadie aquí. Todo el mundo vendió y se fue a las orillas de la ciudad. Por suerte, yo vivo en Italia y vengo aquí sólo de visita porque es desagradable ver esto. Para mí es muy desagradable."
Después he estado en otras ciudades donde el proceso ha sido muy parecido: Oaxaca, en México. Brujas, en Bélgica. Pero las palmas se las lleva Venecia. Es terrible. Sólo turistas.  Encontrar un pequeño supermercado es casi imposible. Quedan unos 57 mil habitantes, cifra que desciende cada mes. Y recibe 24 millones de turistas al año. Un turismo masivo. Los venecianos no soportan los altos alquileres ni el ruido y la incomodidad.  Ya no tienen a mano una frutería, una carnicería, un pequeño supermercado, un bar y se van a las ciudades dormitorios de los alrededores, donde la vida es más vida.
Por suerte este proceso no se desarrolla en todas las grandes ciudades que atraen millones de turistas. Madrid, por ejemplo. Resiste bastante. En el centro  sigue viviendo mucha gente  nativa, aunque claro, el gobierno cada vez que puede "limpia y despeja". La plaza de Tirso de Molina, por ejemplo, y la calle de La Montera. Ya casi no hay putas en La Montera. Unas pocas de Europa del Este. Las acosan para que se vayan a los polígonos industriales. Pero resisten.  Y hacen bien. Tienen derecho a resistir y hasta han organizado sindicatos de putas y se ha hablado de que podrán cotizar a la Seguridad Social para tener derecho a jubilación. ¿Quién lo iba a decir? Son todo un ejemplo. Putas con conciencia de clase. Parece un chiste, pero no. Es un concepto democrático que hay que defender. Es algo muy serio. Son putas y quieren ejercer donde siempre han ejercido su oficio: en La Montera, a un paso de Sol, donde hay bares, sex shops, y sobre todo más gente y más hombres necesitados de sus servicios. ¿Por qué las quieren mandar a esos polígonos desérticos y tristes en casa del carajo?
Es decepcionante ver que la ciudad de uno se convierte poco a poco en un parque temático desabrido, lleno de turistas corriendo de aquí para allá, haciendo fotos de todo. Se pierde el sabor de la vida. Hay que emigrar, alejarse a un barrio de las afueras. Y ya no es lo mismo. En La Habana ya empezó ese proceso. El Vedado, Centro Habana y La Habana Vieja por ahora son las zonas más buscadas por los que ponen sus negocios de alquiler de viviendas. Está bien, la economía se mueve. Ya lo sé.  Por suerte Eusebio Leal lo tiene claro. Varias veces ha dicho que la Oficina del Historiador, que dirige, cuida mucho que  sigan viviendo  los habaneros de siempre en la zona que recupera. "La Habana Vieja no debe convertirse en una vitrina para turistas". Lo ha dicho muchas veces. Y hasta ahora se cumple con esa idea central. Ojalá sigan así las cosas y no se desboquen atrás del dinero rápido. Crucemos los dedos.

miércoles, 6 de agosto de 2014

SUENA EL REGUETÓN

Esta  foto la tomé hace un par de días en la calle Monte, cerca del Capitolio, en La Habana. Yo siempre ando en almendrones parriba y pabajo. Son  más cómodos y más rápidos que las guaguas. A golpe de reguetón. Es lo único que oyen estos choferes. Coño, como si no hubiera más música, qué pesadez. "Estoy de reguetón hasta los cojones", como dice el pullover de mi socio Eduardo del Llano. Aprendí a conducir en un Buick 1947, como este  que intercalo abajo. Creo que tenía ocho pistones en V y tres velocidades. Y tragaba gasolina como si fuera una rastra de 40 ruedas. Yo tenía ocho o nueve años y mis pies no llegaban a los pedales. A eso de las diez de la noche ya no había tráfico en el barrio donde vivíamos, en Matanzas, y teníamos las calles  desiertas. Mi padre me ponía un cojín muy alto y así yo podía manejar aquel carro tan grande y pesado, con un timón enorme. "Cógele el golpe al timón", me decía mi padre. Yo sólo manejaba y cambiaba las velocidades. Él, sentado a mi lado,  se encargaba de los pedales. Después, poco a poco, crecí un poco más, se me alargaron las piernas y ya conducía yo solo. Arreglar carros era uno de los negocios de mi padre. Compraba estos carros ya un poco viejos, los reparaba, los pintaba, tapizado nuevo y los revendía. Siempre tenía dos o tres entre manos en el taller. Yo era su ayudante por las tardes, cuando salía del colegio, así que tenía que aprender a manejar. Y saqué la licencia en cuanto me dejaron. A los 16 años. ¿O a los 18? No me acuerdo.
El que visita La Habana por primera vez se asombra al ver miles de carros americanos de los '40 y '50 del siglo pasado, y alguno que otro de los '30 también. Les han cambiado el motor, ahora son diesel, y los  han cacharreao poniéndole piezas de todas las marcas. El caso es que funcionan y resuelven. Contaminan. Y bastante. Sobre la ciudad pende una nube de humo marrón. Hace años vendí mi Moskvich de 1987, que era malísimo y me daba más dolores de cabeza que los beneficios que reportaba. Anduve muchos años a pie, en bicicleta, en guagua. Y ahora siempre en almendrón. Es lo más práctico.

lunes, 4 de agosto de 2014

UNA TARDE DE AGOSTO

Así, a pleno sol, a las tres de la tarde. El Malecón de La Habana no se ve, pero está ahí abajo.  No hay nadie a esta hora. Sólo algún turista  que no sabe, que no se imagina, se atreve a caminar  bajo la bola de fuego. Ahí dejo las sillas. Luego, al anochecer, cuando refresque, ya me sentaré a mirar el infinito, a beber, a fumar, podré leer un poco antes de que se haga de noche totalmente. Estoy releyendo On the road. Muchos años después, y descubro que hay unos pocos libros que ahora -revisitados-  tienen otro sabor. No es igual leer  este relato a los 20 años que cuatro décadas después. Ahora lo entiendo todo.  Es uno de esos libros raros que sólo uno medio loco se atreve a escribir. En algún momento Sal Paradise da la clave: "Lucille nunca me comprendería porque me gustan demasiadas cosas y me confundo y desconcierto corriendo detrás de una estrella fugaz tras otra hasta que me hundo. Así es la noche, y eso produce. No puedo ofrecer más que mi propia confusión".