Mi casa

Mi casa
© Héctor Garrido

lunes, 28 de julio de 2014

LA VIDA EN EL MALECON



La vida en el Malecón de La Habana tiene su propio biorritmo.  Funciona como un organismo vivo. Respira de un modo a las 12 del día. De otro modo en la madrugada. Cuando hay calor es una cosa, cuando hay oleaje y frío es otra. Llevo casi 30 años viviendo frente al Malecón y sé lo que digo. No hay un Malecón. Hay muchos malecones. Pilar Rubí es una española que vive hace un par de años en La Habana. Y se propuso algo difícil: conocer y retratar la vida cotidiana de la gente que vive en los edificios derruidos del Malecón.
Es una tarea difícil. A nadie le gusta verse invadido en su privacidad. Sin embargo, Pilar lo tenía claro desde el principio: no quería ofender, no quería molestar, no quería agredir ni hacer daño. No quería demostrar nada. Todo lo contrario. Quería hacer lo que hacen los artistas en todas las épocas y en todos los tiempos: dejar un testimonio. Mostrar la vida cotidiana de estas personas. Y nada más. 
Esta actitud positiva y tranquila ha facilitado las cosas a Pilar. Ella ha logrado armar un ensayo fotográfico sólido con un par de cámaras, con paciencia, dejando que las cosas sucedan hasta el instante exacto para apretar el botón. Tiempo, paciencia, una gran capacidad de observación para los detalles, un sexto sentido para  discernir qué pedacito de la realidad es una foto y qué debe quedar fuera. Sorprender y no espantar al sujeto. Actuar en silencio, discretamente, sin hacerse notar. Todo eso y un poco  más se llama talento. Y es inexplicable. Un artista nunca sabe actuar con exactitud. Actúa por intuición. Más y más. Siempre quiere ir un poco más allá hasta que se acerca a la línea oscura. A su línea oscura. Un momento difícil en la vida de un artista. Llega a ese punto, da vueltas, y si se atreve, si tiene más talento, salta y se sumerge en las sombras del arte. Un camino sin señales, un laberinto. A partir de que un artista cruza la línea oscura deja atrás la técnica y el método. Ya no hay sistemas que respetar. Ya no hay respuestas exactas. Ya no hay lógica. Sólo hay incertidumbre. Una vez ahí nos quedamos solos. Una soledad inmensa, acompañados por la intuición.
Henry Cartier-Bresson decía que el secreto de su oficio consistía en correr en sentido contrario al de la gente. 
Eso hace Pilar Rubí. Corre en sentido contrario. Y ha cruzado la línea oscura. Estas fotos no las hace un aficionado de domingos por la tarde. No es trabajo de diletantes. Es un trabajo serio, prolongado, profundo y lleno de amor por la gente a la que  fotografía. La exposición está ahora en la galería  Julio Larramendi, en el hostal Condes de Villanueva, en La Habana Vieja. 
Pasarán los años. Estos edificios ahora casi a punto de  derrumbarse, serán demolidos y sustituidos por otros nuevos, o serán rehabilitados y modernizados. Y estas fotos quedarán después que nosotros ya seamos un soplo de aire y de luz. El testimonio de un instante. La memoria de un grupo de sobrevivientes que luchan en La Habana en 2014. Esta es una buena porción de la verdad, más allá de lo que contarán los libros de historia.

sábado, 26 de julio de 2014

POESÍA VISUAL

 Todos los años me pasa lo mismo en el verano: la fiebre por la poesía visual. Creo que es cuestión de biorritmo. Trabajo tan intensamente  todo el año que al llegar el calor me relajo automáticamente: gimnasio, playa, cervecita, ron con cola, lecturas lentas, y poesía visual. Estos a la izquierda los acabo de hacer. Son collages con un texto muy breve. Les llamo poemas visuales. En realidad son pequeñas historias. Cada poema cuenta un pequeño relato. No lo cuento yo, tiene que inventarlo el que mira el poema. Yo sólo le doy algunos elementos, como un rompecabezas.
  Es decir, esta mezcla de imágenes y textos para mí es un juego. Lo comencé hace muchos años. En la década de 1980. Por razones absolutamente pragmáticas. Escribía poesía pero no encontraba editor. Entonces se me ocurrió esto de escribir uno de mis poemas, ponerle figuritas, fotocopiar, y regalar las copias a mis amigos. Con los años eso evolucionó. Ya no pongo textos míos, sino frases que saco de revistas y periódicos. De tal modo que interactuen texto-imagen. Una fecundación en dos sentidos.  Yo creía que había inventado algo curioso, pero en 1984 me invitaron a una Bienal de Poesía Visual y Experimental, en Ciudad de México,  con participantes de Europa, USA y América Latina. No hay nada nuevo bajo el sol. Todo está inventado ya. Y desde muchos siglos atrás. Abunda la información. En todas las culturas antiguas hay ejemplos abundantes y de hecho, en los orígenes de cada sistema de escritura hay imágenes que funcionan como signos etimológicos. 
     Yo me limito al juego de deconstrucción y rearme de la realidad. Creo que es lo que me gusta. Utilizar todas las revistas, periódicos, invitaciones, catálogos, todo lo que cae en mis manos. Igual que los niños cuando rompen los juguetes para ver que hay adentro. Si intentan rearmarlo sale otra cosa, pero nunca será de nuevo el juguete seriado que salió de la fábrica. Creo que es lo mismo que hago en mis libros y en la vida: romper cosas, desarmarlas y con esos elementos fabricar algo nuevo. Siempre algo nuevo.

lunes, 21 de julio de 2014

DENTRO DEL ABSURDO

Un escritor nunca sabe si las historias que cuenta son útiles o inútiles; edificantes o desmoralizantes; necesarias o innecesarias; leves o pesadas. Uno nunca se hace esas preguntas. Simplemente escribe cada vez que tiene una historia redonda. Y de ahí sale un poema, un cuento o una novela. Después toca a los lectores decidir.
Esta historia sucedió realmente hace unos pocos años. En una casita de madera, humilde, en medio de un campo de Cuba, rodeada por sembrados de arroz, frijoles y maíz. Vivían  alejados del pueblo más cercano. A unos diez kilómetros. En los alrededores  unos pocos vecinos. El más cercano a unos 500 metros. El hombre era un tipo noble, de campo, un buenazo.  Un poco triste, apesadumbrado.  Ella todo lo contrario: alegre, chispeante, con mucha energía. Tenían dos niños, de unos siete y diez años más o menos. Ella era infiel. Desesperadamente infiel. Una infidelidad enfermiza, continua, incontrolable. Se escapaba con algún hombre y su ausencia podía durar unas pocas horas o varios días. Regresaba con  alguna excusa torpe que el hombre aceptaba sin protestar y sin preguntar. Ella venía sucia de olores y huellas evidentes de sus aventuras. Se bañaba, se ponía ropa limpia y aquí no ha pasado nada.
Los conocí de un modo casual. Vivían cerca de unos parientes a los que visitaba por unos días. Hablé con el hombre. Tenía planes de agrandar la casa, añadir otra habitación y mejorar el techo, que era de guano. La mujer hizo café, me brindó, parloteó sobre algo, no recuerdo qué. Me regalaron unos mangos buenísimos. Y me fui.
Unos meses después sobrevino la tragedia. Ella amenazó al hombre con irse definitivamente. Con otro hombre, por supuesto. Él, estoico, respondió:
-Haz lo que quieras, pero no te vayas. No me dejes solo.
-Sí  me voy.
-Si te vas de la casa te mato. Y me mato después.
-Deja ese drama.  Mañana me voy. Te dejo a los niños. A ver si regreso algún día.
Él, hombre de pocas palabras, no contestó. A las diez de la noche se acostaron y apagaron las luces. Dormían separados hacía tiempo. Él compartía cama con uno de los niños. Ella con el otro. El hombre esperó pacientemente hasta la una de la mañana. A esa hora se levantó, cogió el machete que sigilosamente había afilado por la tarde, se acercó a la cama de ella, midió bien el golpe, subió el machete y le cortó la cabeza de un solo tajazo. El machete estaba tan afilado que llegó al colchón. Fue un  golpe tan brutal que cortó limpiamente  hasta los huesos. Los niños despertaron gritando. Él enloqueció cuando vio lo que había hecho. Salió corriendo de la casa y se internó en un monte cercano. Se tasajeó el cuerpo con el machete, y atinó a preparar un lazo. Se ahorcó. No he sabido qué pasó con los niños. Supongo que estarán con algunos familiares. ¿Cómo será la vida de esos niños? ¡Qué absurdo!
Eso es todo. Por ahora lo dejo aquí. Creo que nada tiene una explicación lógica y cerrada. A veces funcionamos dentro del absurdo. 

miércoles, 16 de julio de 2014

LOS VERSOS MÁS BARATOS DEL MUNDO

Yo tenía treinta y pico de años, era periodista en una agencia de noticias y  escribía cuentos y poemas. Y, lógico, nadie me publicaba. Por puro azar, cada cierto tiempo me encontraba con Retamar, a la sazón director de Casa de Las Américas, y de la revista Casa. Siempre me saludaba con su grave voz de barítono y con afecto me decía: "Oh, Gutiérrez, hace tiempo que no leo nada suyo". Era una señal. Casi un ritual. Unos días después yo le dejaba un sobre en la recepción de la Casa con unos cuantos poemas. Y pasaban los años y repetíamos ese ritual. Hasta que al fin un día, sin previo aviso, aparecen publicados tres de mis poemas en la revista. ¡Uf, ya! ¡Éxito total! Y para completar: Eran tres poemas buenísimos. Retamar o quien los escogió sabía bien lo que hacía porque la verdad es que la mayoría no eran muy buenos ni originales ni nada. Para no decir que eran malos. Pero éstos eran unos poemas  hermosos, con misterio, inexplicables. Cuando los vi impresos comprendí que si corregía bien el tiro podía seguir escribiendo cosas mejores. Y encima me avisaron de que pasara a cobrar. Me pagaron 300 y pico de pesos. Me pareció mucho por tres poemas. Mi salario mensual como periodista era de 450 pesos.
Yo, muy ufano. Dio la  casualidad que también en esos días había salido por la editorial Letras Cubanas una antología de poesía donde aparecían cuatro o cinco poemas   míos. Eran breves, de cuatro o cinco versos cada uno. El  titulo de la antología, Tertulia poética, era tan ridículo que me parecía sospechoso. Y también me avisan que pasara a cobrar. Fui. Llego a la caja. Carnet de identidad. La muchacha busca en su lista. Sí, aquí está. Me da un cheque a mi nombre, por 7 pesos.
-¿Cómo? ¡Siete pesos! debe haber un error. Son cuatro o cinco poemas.
-Sí.
-¿Y?
-¿Qué?
-No, digo yo, que debe haber un error.
-¿Por qué?
-Es muy poco.
-No. Está bien.
-No, no.
-Compañero, compañero, compañerooooo... a ver...
Miró la lista de nuevo. Chequeó a fondo, se demoró dos minutos. Ya con mala cara. Las compañeritas de contabilidad siempre ponen mala cara cuando se les reclama algo.
-Explíqueme cómo es eso porque...
-¿Qué quiere que le explique, compañero?
-Como se paga esto porque yo acabo de cobrar en Casa de Las Américas...
-No, eso es otra cosa. Casa de Las Américas es diferente.
-Y aquí, ¿cómo pagan?
-Es por categoría. Usted es un poeta desconocido.  Le toca la categoría más baja. A cuarenta centavos el verso. La más alta es de dos pesos por verso y eso sólo se le paga a Nicolás Guillén.
Me eché a reir a carcajadas. No sé por qué. Pero a carcajadas incontenibles que me salían del alma. Ella se encabronó y trancó la ventanilla de vidrio con tal fuerza que por poco la rompe y se quedó encabroná allí, en su silla.
Por supuesto, jamás cobré aquel cheque tan despreciativo con mi arte. Pero me bajó un poquito los humos. Las ínfulas que me habían inyectado en Casa de Las Américas. Un poquito. Sólo bajaron un poquito. Logré mantener intacto el 90% de las ínfulas. Y aquí estoy, riéndome a carcajadas cada vez que me acuerdo.

domingo, 13 de julio de 2014

ALICE MUNRO VERSUS BUKOWSKI

Los extremos no se tocan. Fueron contemporáneos: Charles Bukowski (16 agosto 1920 - 9 marzo 1994), y Alice Munro, nacida en Canadá en 1931, ahora tiene 83 años. En 2013 recibió el Nobel y sigue escribiendo amablemente y sonriendo con candor a las cámaras. Acabo de leer Mi vida querida, su último libro. Es autora de 12 libros de cuentos y dos novelas. 
Pienso que la escritura es implacablemente coherente con el estilo de vida del escritor. Primero vives lo que te toca. Después escribes.Si  tienes una visión simplista y aldeana, escribes como Corín Tellado o las 100 mil sombras de Grey. Pero así no se vale. Bueno, vale para el bolsillo. Hasta ahí. La misión de un escritor es recordar a la sociedad todo aquello que prefiere olvidar. Por miedo, por repugnancia. Cada época intenta olvidar unas cuantas cosas que son molestas, incómodas, hirientes, graves. Y ahí debe estar un escritor valiente, que no tema buscarse problemas de todo tipo, que se arriesgue y escriba a fondo.
La señora Munro escribe con mucho cuidado. Para no ofender, no molestar, no invadir, no agredir, no pisar el césped, no hacer ruido. Son libros silenciosos y cuando uno termina no recuerda ni un solo fragmento. Lo que acabo de leer en Mi vida querida es tan anodino, trata de personajes tan intrascendentes y grises que todo se reduce a una colección de palabras monocordes. Bueno, para ser más exactos: un personaje siempre puede ser extremadamente simple o extraordinariamente complejo y rico,depende del escritor, del talento, de la capacidad y la voluntad del escritor  para dejar al personaje en una caricatura anodina o para ir a fondo y lanzarlo al abismo. Así que los aburridos no son los personajes sino la escritora.
Y si es tan aburrido e inútil, ¿Por qué le dieron el Nobel 2013? preguntarán los ingenuos. Bueno, les recuerdo que hacia el final de su vida, Henry Miller necesitaba dinero y trató de hacer lobby para que le dieran el Nobel, si antes se lo habían dado a la intrascendente y superficial Pearl S. Buck, él se lo merecía sobradamente. En aquella época el premio era de poco más de 100 mil dólares. Ahora es un millón de euros. Un amigo del escritor viajó a Estocolmo y habló con el presidente del Comité Nobel. Respuesta del académico: "Sí, ese muchacho Miller. Es interesante, pero vamos a esperar a que escriba más decentemente para tenerlo en cuenta".
Bukowski está en el otro extremo de la señora Munro. Era un borracho, amargado, grosero, agresivo, mal educado, obsceno. Y escribía sobre esa visión ácida y corrosiva que tenía del mundo. Sin embargo, hay algo que siempre se pierde de vista: Bukowski rompió fronteras en la narrativa. Ampliamente. Se atrevió a emplear un lenguaje, a tocar temas, a desarrollar personajes y escenarios que nadie, absolutamente nadie, había tocado antes. Se adentró en un mundo que fue invisible hasta el momento en que él descorrió las cortinas. Creo que se atrevió y se adelantó tanto que se fue años luz por delante de todos los demás. Y lo pagó caro: en su país no lo consideran un escritor serio. Se mantuvo  obstinadamente en los márgenes de la sociedad y todavía hoy -hace poco se cumplieron 20 años de su muerte- los académicos y estudiosos de la literatura siguen ignorando su obra. Hacen como si nunca hubiera existido. Yo le he preguntado a algunos académicos norteamericanos y se ríen burlonamente: "Es un escritor para adolescentes, no tiene importancia".
Lo reducen porque el tipo fue demasiado incómodo para una sociedad tan estandarizada que te echan a un lado en cuanto sacas  la patica. ¡No! Tenemos normas, señor mío, todo lo tenemos normalizado. El FBI acaba de reconocer que Bukowski fue objeto de  una investigación secreta y prolongada: File 140-35907, 1957-1970. Henry Charles Bukowski, hijo (llamado "Charles Bukowski").
Así que a mi modo de ver esta es la diferencia. Mrs. Munro está tan insertada dentro del sistema que no quiere alzar la voz por miedo a desentonar un poquito. Y Bukowski todo lo contrario: vivió protestando las 24 horas, 7 días a la semana. Ella, atada de pies y manos apenas susurrando alguna trivialidad. Él gritando desaforado todo el tiempo. Creo que Bukowski es mucho más útil al proceso civilizatorio, y más hermoso, la poesía del rebelde. El deseo furioso de vivir y defender el torrente impetuoso de la vida.

viernes, 11 de julio de 2014

LEJOS DE CASA

Ahora se pone de moda el viaje a Marte. Cada vez hay más planes y proyectos. Abunda la información sobre el tema. Uno de los problemas que  enfrentarán los astronautas que viajen a ese planeta es que perderán de vista a la Tierra. Serán los primeros seres humanos que perderán contacto visual con nuestro planeta. Es decir, se sentirán perdidos, y se desconocen las consecuencias sicológicas de esta situación en un viaje que se extenderá por más de dos años y con un alto nivel de riesgo, sobre todo para regresar a casa. Uno de los proyectos hasta plantea que puede ser un viaje sin regreso. Lo que me parece una barbaridad total. 
El hombre es un animal de hábitos. Nos da seguridad saber que controlamos lo que sucede a nuestro alrededor. Y que si nos despertamos de madrugada podemos ir al baño en medio de la oscuridad sin tropezar con muebles  y paredes porque  conocemos  de memoria el caminito.
En un diario de José Lezama Lima, que se publicó hace unos años en La Habana -muy mutilado porque alguien, seguramente su esposa, recortó todos los fragmentos que podían ser peligrosamente íntimos- él narra lo entusiasmado que está porque la Universidad Central, en Santa Clara, le ofreció un cargo de profesor de literatura. Él lo aceptó y hasta preparó un texto ad hoc para sus clases. El día señalado viajó a Santa Clara, a unos 300 kilómetros al  este de La Habana, y pasó una noche tan terrible de ansiedad, pánico y terror en la habitación del hotel, que sencillamente regresó a  su casita en Centro Habana y se desentendió de aquella universidad.
Por supuesto,  los sicólogos pueden explicar con detalle este miedo a alejarse de casa. Supongo que muchos hemos tenido experiencias desagradables en algunos momentos de tensión. Pánicos y angustias nocturnas al descubrir que "estamos lejos" del hogar. Y por tanto no lo tenemos todo bajo control. El Tao, el budismo, el Zen, y en general, las filosofías orientales, intentan que comprendamos y practiquemos el concepto del vacío. Lleva tiempo y voluntad interiorizar ese concepto. Y quizás todo se quede en la intención. Sentir que todo el universo está en mi interior y que yo soy todo el universo. Sin tiempo ni espacio. El miedo se disuelve. Y  entonces la otra verdad: El infinito.

lunes, 7 de julio de 2014

SIN PRETENSIONES

Esto es el teatro Sauto, de Matanzas. Un grabado del siglo XIX, pero hoy se mantiene igual.  Es una joya. Yo viví toda mi infancia y juventud a una cuadra, por atrás de ese edificio. Un lugar privilegiado ahora que lo pienso porque a dos pasos está la bahía y las desembocaduras de los ríos Yumurí y San Juan. También a dos pasos La Marina, que era el barrio de las putas. En aquella época, después prohibieron las putas y cerraron los bares.Un barrio muy especial. Emigrantes, pequeños negocios, ruido, dinero, putas, marineros, uff, había de todo. Cuento algo en El nido de la serpiente y en algún otro libro.
Detrás de ese edificio existía un pequeño museo sin pretensiones. El museo de Matanzas. Lo más llamativo que tenía era unas pulgas vestidas por indios guatemaltecos. Yo entraba casi todas las tardes, cuando regresaba del colegio, a mirar las pulgas a través de una lupa. Las vi detenidamente cientos de veces. Para mí era un misterio, y lo sigue siendo, adivinar cómo habían vestido a esos animalitos asquerosos.  Una era un hombrecito con sombrero y guayabera y creo recordar que hasta un tabaco en la boca. Y la otra una mujer con un vestido de satén y de algún color brillante. Además, había unos mantones de manila, unas peinetas y algunas otras  cosas sencillas e intrascendentes. Las vedettes eran las pulgas. Así que el museo no tenía importancia ni aspiraciones.
Pero la vida está hecha de imprevistos, situaciones inesperadas, sorpresas, como dice la canción: "Sorpresas te da la vida, sorpresas...". Y así fue. Hacia 1963 más o menos se preparó un gran dragado que harían en la bahía. Esas limpiezas del  fondo hay que hacerlas cada una cantidad de años en los puertos comerciales, para mantener el calado  necesario para los buques. 
Entonces algunos señores del Banco Nacional se acordaron de algo fabuloso que había sucedido  en aquella bahía: el 10 de junio de 1628 el holandés Piet Hein (corsario según los españoles, Almirante y héroe para los holandeses) atacó y capturó la llamada Flota de las Indias. También conocida por Flota de Plata. Dieciseis barcos cargados de oro, plata, esmeraldas y otras piedras preciosas, además de cochinilla, especias y otros productos  muy valiosos.  Salían de Cartagena de Indias y de Veracruz ya cargados con los tesoros. Se reunían en el puerto de La Habana donde cargaban agua, carnes saladas y provisiones y partían fuertemente custodiadas a cruzar el Atlántico hasta llegar a La Torre del Oro, a orillas del Guadalquivir, en Sevilla.
Piet Hein los asedió y capturó la Flota a la entrada de la bahía de Matanzas. Se sabe que hundió algunos barcos y que saqueó otros. Así que era lógico suponer que cuando empezara a fluir un enorme chorro de lodo del fondo de la bahía y a depositarse en la orilla, en una zona cercana al puerto, sólo habría que cernir el fango y buscar un poco. Los lingotes de oro y plata aparecerían ahí para engrosar  las empobrecidas arcas del Tesoro Nacional. Recordemos que los cubanos pasamos una época apretada en esa década del '60. Lo cual se ha olvidado. Ahora se recuerda la más reciente crisis de los '90, pero en los '60 también hubo un hambre de cuatro pares. No se me olvida. He sido testigo in situ de una y otra. Y he  logrado reponerme de la anemia en ambas ocasiones.
Empezó el dragado y recuerdo que el Banco Nacional tenía allí una mesita con unos funcionarios listos para recoger los lingotes en cuanto brillaran maravillosamente entre el lodo. Había una gran cantidad de gente avispada, yo entre ellos, que ya tenía 13 años y había que buscarse la vida, revolviendo el fango. No apareció ni un lingote. En cambio comenzaron a aparecer otras cosas imprevistas: cucharas, tenedores, medallas militares, botones metálicos de uniformes, trozos de vajillas, pipas holandesas de cerámica, monedas, hebillas de cinturones,  etc.  El humilde museo matancero reaccionó con una dinámica digna de elogio. Pusieron  otra mesita con unas cajas de cartón vacías para recoger todo aquello.  Pagaban unos pesitos por cada pieza. Muy poco, pero como el oro no aparecía...Y el dragado duró meses y meses. Así que por esas fechas el museo tuvo que  ampliarse. Se mudó a un local mucho más amplio donde podían colocar aquellas piezas además de una sala dedicada a la batalla de Playa Girón, de abril 1961. Y así, sin pretensiones, aprovechando las sorpresas que da la vida, se convirtió en un gran museo.

martes, 1 de julio de 2014

POST DATA A "NUESTRO GG EN LA HABANA"

Cuando cada libro que escribes es un pedazo de tu vida siempre tienes prisa por olvidar lo que has escrito. Pero es un proceso lento. Terminas un libro después de dos o tres años de escritura y 40 de pensar en él. Lo entregas, se publica, debes hacer la promoción que el editor te pide. Después se hacen traducciones. Los traductores a veces te preguntan algo, otras veces no. Según el interés que pongan. Tienes que viajar  a presentar las traducciones. Te preguntas si esa gente entiende realmente lo que has escrito sobre  el mundo del Caribe. Ya estás escribiendo otro libro y vas olvidando. Por suerte.
A veces  hay imprevistos simpáticos. Por ejemplo la primera edición de Nuestro GG en La Habana, la hizo Anagrama (Barcelona, 2004). Después, en 2006, se presentó la edición cubana durante un amable acto en la UNEAC. Al final, copas por medio, se me acerca un  señor sonriente y me dice:
-Qué pena que no incluyó lo de A.G. en la novela.
Aclaro: A.G. era una famosa y bellísima actriz de Hollywood, muy amiga de Hemingway, a quien visitaba con frecuencia en los años '50 en La Habana.  Vivía con pasión  y mucho alcohol  las noches habaneras de entonces. Era famosa, entre otras cosas, por bañarse desnuda en la piscina de Finca Vigía. Mary Welsh, esposa de Hemingway, hacía la vista gorda.
-No sé nada sobre esa señora.
-Yo tenía un tío, taxista en el Hotel Nacional y la trasladaba mucho. Por él sé lo que pasó entre ella y Supermán.
-Ah...
-Ella fue al Shangai a ver el show de Supermán. Se encaprichó. Se lo llevó a beber y a divertirse. Ya de madrugada regresaron al Hotel Nacional. Mi tío los llevó de aquí para allá en su taxi y después se quedó en la piquera del hotel porque A.G. le pedía que estuviera siempre cerca de ella.   Al amanecer unos empleados del hotel la bajaron. Ella sangraba y gritaba de dolor. La llevaron al hospital Calixto García donde tuvieron que suturar la herida con algunos puntos. Supermán... era demasiado brutal para aquella señora. La destrozó.
-Un poco fuerte.
-¿Y no sabes dónde está hoy Supermán?
-Supongo que se murió hace años.
-Sí. Los últimos años de su vida era jardinero en la Escuela de Medicina de La Habana. No tenía familia y se arregló para vivir allí mismo, discretamente, en una pequeña habitación. Parece que a cambio atendía el jardín. Cuando murió decidieron meter su  cuerpo en formol en la morgue de la Escuela, para las prácticas de los estudiantes. Pero dicen que  nunca lo han usado porque a todos les da pena descuartizar aquello que se ha convertido en un monumento fálico. Así que allí está, flotando eternamente, en un show infinito, el falo más descomunal y famoso de  Cuba.
Todos nos reímos y yo tengo pendiente una visita a la  Escuela de Medicina, concretamente a la morgue. Creo que no es muy agradable ese paseo así que me invento pretextos  y siempre lo dejo para mañana.